Descripción de la Exposición
De coprófago a inspector de alcantarillas. El pintor José Paredes refuerza su exposición en el Museo de Bellas Artes de Asturias, todavía abierta cuando se escriben estas palabras, con una nueva individual en la galería Cornión. En la primera ha utilizado objetos encontrados como latas y chapas para componer su particular Olimpo de devoradores de detritus, mientras que en la sala gijonesa bucea ahora en las aguas residuales, obteniendo de ello una insólita belleza. Este interés por los desechos arraiga en la corriente menos nihilista del dadaísmo, la que va de Kurt Schwitters hasta artistas del Nuevo Realismo francés como César, en la que el uso de estos materiales supone al mismo tiempo una crítica a la sociedad del despilfarro y un aprovechamiento creativo de sus posibilidades plásticas, con la reutilización estética de productos imperecederos sobre los que trabaja el tiempo (y la lluvia, y el aire, y los microbios hambrientos).
En Cornión, José Paredes se vuelca en su labor estrictamente pictórica en la línea iniciada hace tres años y presentada en la exposición Entre Arte II en el Palacio Revillagigedo de Gijón, en la que se aleja de sus habituales paisajes post (industriales y apocalípticos), que durante las últimas décadas le han valido el reconocimiento como uno de los más singulares artistas asturianos, y se adentra en terrenos pantanosos, más abstractos y condensados, pero también más hermosos, por lo que tienen de sugerencia traslúcida. En la citada colectiva, organizada por la Asociación de Galerías de Arte Contemporáneo de Asturias, mostraba, junto a otras obras de transición, los tres o cuatro primeros cuadros de esta vía, que ahora se completa con otra quincena larga de pinturas, acrílicos sobre tabla o sobre papel. Aparecen sus característicos alambres flotando en una atmósfera expansiva, pero lo que prima no es ya la pretensión ilusionista, sino una mayor preocupación por los elementos puramente pictóricos, potenciados por el uso de un tema y un medio acuosos, densos, de atmósfera submarina, resaltada bajo capas y capas de brillante barniz.
Pero, más que fondos marinos, parecen recuelos de charcas, pozas, aguas estancadas, en los que, junto a la basura, sólo pueden sobrevivir algunos organismos que se alimentan de ella, seres uni o pluricelulares que encuentran en la herrumbre, la costra y el fango su caldo más perfecto. Frente a los paisajes anteriores, de punto de vista telescópico, el pintor de San Claudio aplica a estas obras una mirada microscópica, que revela otros mundos no menos imaginativos. Mundos azules, combinados con verde, manchados de rojo, en los que demuestra, por encima de su rico y variado repertorio iconográfico, su pericia a la hora de trabajar sólo con colores, texturas, maneras y modos. Son cuadros en verdad atractivos, luminosos, nada sucios ni repulsivos, sino por el contrario intrigantemente bonitos y en este sentido algo morbosos, que convierten a su autor no ya en uno de los más originales de su generación, sino en un curioso investigador de nuevos flujos, un valiente explorador de límites abisales, un avieso inspector de cloacas y estercoleros de los que es capaz de extraer preciosas exquisiteces, gracias, más que a su recurrente sentido del humor, como otras veces, a las más serias y concienzudas potencialidades de su oficio.
Exposición. 19 nov de 2024 - 02 mar de 2025 / Museo Nacional del Prado / Madrid, España
Formación. 23 nov de 2024 - 29 nov de 2024 / Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS) / Madrid, España