La obra de Juan Iribarren se ha elaborado como una intensa investigación acerca de los modos en los que se hacen presente, se interconectan y se transforman mutuamente, dos situaciones propias de la pintura que son aparentemente opuestas: por una parte, la tradición abstracta con sus estructuras geométricas y sus juegos compositivos, y por la otra, la tradición atmosférica y gestual con el papel preponderante que le otorga a la presencia de la luz y los diversos efectos que origina. Esta investigación pictórica indaga en torno a la luz y al color, se asienta en el modo de cómo ambos dinamizan o trastocan los diversos elementos de expresión, cómo operan no sólo instaurando las estructuras compositivas geométricas, sino además generando tensiones, alterando la disposición de los planos o líneas, para redimensionar la contextura de su “imagen” y, con ella, el darse a la percepción y la mirada.