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En Mallorca Rusiñol se enfrenta una vez más, con el paisaje de un país que le atrae y le apasiona, y en esa lucha sale victorioso. Rusiñol plantó el caballete en diferentes y variados puntos de la isla, dando como resultado un buen número de obras; páginas elocuentes, vivas, animadas y sensibles de los paisajes mallorquines. Unas pinturas que demuestran cómo Rusiñol fue, esencialmente, un pintor poeta que nos mostró las más absolutas realidades, partiendo de una sensación o de una impresión.

Su compenetración con la belleza del lugar así como hacia sus gentes, permitió a Rusiñol representar la isla con una precisión tan exacta como sólo un artista sincero era capaz de ofrecer. Nuestro propósito ha sido ver cuales fueron ... las herramientas utilizadas por el artista para transmitir su visión.

Profundizar en la vida y obra de Rusiñol nos conduce a ver cómo, desde su juventud, el artista sintió atracción por todas aquellas fuerzas en las que podía intuir un espíritu paralelo a sus propios impulsos. Si bien por una parte Rusiñol no escuchó nunca a nadie más que a sí mismo, por otra supo detenerse obligando a clavar sus ojos a su alrededor, examinando, comparando, preguntando a los maestros ya consagrados, pero también a los pintores contemporáneos cómo trabajaban para dar vida al mundo, que poblaba su imaginación o la realidad más inmediata.

La presente exposición pretende continuar el proceso de revisión de la pintura de Rusiñol, personaje extremadamente receptivo a las directrices artísticas de moda en Europa. Es por ello que de entre los múltiples discursos sobre la relación de Rusiñol y Mallorca, el nuestro ha sido hablar de dos elementos fundamentales que el pintor utilizó para llevar a cabo sus propósitos: el primero fue la utilización de la estampa japonesa que aplica para conformar sus composiciones, alejadas de convencionalismos y de soluciones renacentistas; el segundo, advertir la estrecha relación del pintor con la literatura y la pintura simbolista, vínculo que también encontraremos en Rusiñol con el pintor belga Degouve de Nuncques y entre Rusiñol y el poeta Verhaeren.

El resultado será un buen número de cuadros pintados en la isla que, en el momento de consolidar la notoriedad del artista, acontecen como un conjunto pictórico que vincula, para la posteridad, el nombre de Rusiñol con la pintura hecha en Mallorca.