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A modo de cartografía simbólica el pintor despliega imágenes que condensan gran parte de sus intereses plásticos: laberintos y tramas lineales, manchas y gestos cromáticos, texturas e incisiones se manifiestan con expresividad en la superficie del cuadro. Una propuesta donde se convocan efectos de transparencia y superposiciones cromáticas.

Los procesos líquidos que configuran el hecho pictórico aparecen como centrales en la obra de Antón Patiño. Una mirada líquida que conserva huellas del itinerario creador. Como si la imagen surgiera de una encrucijada de encuentros y evocaciones, fusión entre materia y memoria. Ya José Ángel Valente había señalado: 'Antón Patiño sin duda, conoce el compromiso real con el arte, que solo puede ser a través de un diálogo inédito con la memoria'.

La muestra está formada por un ... conjunto de pinturas realizadas en los últimos años, como el díptico 'Rostro-labirinto', 2007 [200x300 cm] que expresa gran parte de los registros estéticos de Patiño: evocación emblemática donde un perfil humano aparece cubierto por un laberinto, formas que surgen de un impulso decidido en un gesto amplio que barre la superficie, la materia expresiva crea un mapa de texturas, el impulso espontáneo del trazo proyecta una escritura pictórica que va del registro emocional a la pulsión analítica.

El cuadro es un territorio donde afloran estratos y huellas en una simultaneidad activa. El tránsito onírico de una hilera de ciclistas. Referencias a un paisaje abierto donde el color vibra con intensidad. Los relieves de la materia. Las franjas cromáticas delimitan un espacio propio.

Las siluetas humanas de 'Caosmos' (2x2 metros) parecen enfrentarse a la incertidumbre, en medio de una sensación de 'ruido sígnico'. Manchas aleatorias y huellas informes (fruto de una pulsión espontánea). El cuadro es el resultado de contradictorios equilibrios, el artista quiere fusionar los dos polos de la realidad sensible: el inconsciente y la dimensión racional. El cuadro tiene mucho de aleación, de precipitado de contrarios que surgen desde un impulso germinal. Lo real, lo simbólico, y lo imaginario establecen un espacio de fusión. El cuadro es un registro de sensaciones.

Un vocabulario de formas, gestos, imágenes que van propiciando una metamorfosis pictórica. Un proceso fluido donde la mancha aleatoria, la huella de barniz se va a superponer al perfil de un rostro, a una esquemática silueta humana o a algún otro elemento reconocible. Laberintos y marañas lineales como fondo activo de la composición. Muchas piezas de esta exposición tienen un carácter nocturno: el negro adquiere un nítido protagonismo. Sobre un fondo negro brillante se incorporan texturas y fragmentos de colores intensos. Cartografías líquidas donde surge un mapa simbólico de formas personales: inscripciones abstractas, esquemáticas ánforas, redes y caminos de materia pictórica. El negro dialoga con el azul, amarillo o el contrapunto de algún verde. Con la presencia siempre latente del blanco. La pintura como hábitat simbólico que emerge en la encrucijada de polaridades estéticas. Generando una frontera activa entre abstracción y figuración como dialéctica visual para construir la imagen.

El crítico norteamericano Donald Kuspit en un penetrante estudio sobre la pintura de Antón Patiño habla de un 'espacio oceánico' para ubicar la singularidad de su propuesta, definiendo al artista como 'Expresionista conceptual'. El poeta Andrés Sánchez Robayna al analizar la pintura de Patiño describe una suerte de 'imantación de la imagen': formas recuperadas de una inmersión en el imaginario. En el escrito 'Fluidos pictóricos' el propio artista ha manifestado su interés por las metamorfosis y desplazamientos líquidos de las imágenes. Un proceso de abstracción de las formas que surgen desde el espacio interior de la mente. Signos y formas arquetípicas como en un palimpsesto orgánico donde el color, forma y materia activan la alquimia de las imágenes.