Descripción de la Exposición ------------------------------------------------------- ------------------------------------------------------- Rocío Verdejo Ficciones retinianas: el tiempo expandido Todo lo que una vez fue vivido directamente se ha convertido en una mera representación[1] Guy Deborg Existen múltiples reflexiones en torno a las relaciones entre la pintura y la fotografía, sus afinidades y sus desavenencias, así como sobre el uso de la perspectiva heredada del Renacimiento y como ésta es recuperada e incluso perfeccionada por este medio mecánico de representación. En palabras de Juan Antonio Ramírez '[...] el espacio plástico del Renacimiento no desaparece en nuestro siglo. Todo lo contrario: sólo con la llegada de la fotografía, con su reducción estática y monofocal de la realidad, alcanza ese sistema, como ya hemos dicho, una dimensión universal y una verdadera coherencia.'[2]. La fotografía no es la imagen de la realidad sino uno de los modos posibles de representarla, por motivos obvios: la realidad no es bidimensional, no es fragmentaria (aunque si puede serlo nuestra percepción), estática y tampoco monofocal, entre otros aspectos. Me interesa retomar esta idea de que la fotografía representa de forma subjetiva la realidad, aunque de hecho, más que representar, la fotografía reinventa la realidad y la percepción que tenemos de ella. Es un artificio visual tan convencional para nuestra visión que lo damos por bueno, por fiel representante del mundo, de lo que acontece ante nuestra mirada pasiva. Debemos tener presente que a lo largo de la Edad Moderna la pintura y, por ende la perspectiva lineal geométrica, se entendía como la forma más exacta de representar la realidad y sin embargo, hoy en día, sabemos que es un convencionalismo representativo, una creación subjetiva de una personalidad concreta, por lo que entraña un alto grado de representación y de ficción, en tanto en cuanto supone un constructo mental del artista independientemente del grado de 'naturalismo' de la obra pictórica. Esta afirmación en la obra de Rocío Verdejo cobra gran importancia ya que a lo largo de su producción la presentación de imágenes nos sugieren escenarios posibles que se construyen a partir de un juego complejo que surge en la mente de la artista y que se materializan temporalmente: existen sólo al ser fotografiadas. Cada obra es un escenario nuevo que existe sólo como acontecimiento y sólo en el ser fotografiado. Para Roland Barthes los procedimientos de connotación de la fotografía son el trucaje, la pose, los objetos, la fotogenia, el esteticismo y la sintaxis[3]. Si atendemos a estos procesos de connotación podríamos decir que los únicos que son exclusivos de la fotografía (presentes también en el cine) son la fotogenia y el trucaje, ya que todas las demás están presentes también en otras artes visuales como la pintura o el teatro. Las imágenes que Rocío Verdejo nos presenta en esta exposición y a lo largo de su producción se encuentran claramente influenciadas por estos elementos que según Roland Barthes connotan la fotografía. Su obra en tanto que representación o escenificación icónica funciona igual que una obra pictórica en su presentación y en su forma de afrontar la narratividad de la escena. La visualización de sus obras es altamente literaria, no sólo en la serie Quietud, 2009, que reinterpreta y adapta el relato de Ofelia, sino también en la serie Las Aguas del Escorpión, 2009, o en trabajos anteriores como Epílogo, Lujo o Ficción del 2007. Sus imágenes no son instantáneas captadas de forma azarosa sino escenarios, representaciones, construidas como creaciones autónomas, son las páginas de la historia que la fotógrafa nos quiere contar. El carácter narrativo y de ficción atraviesa los escenarios en los que acontecen estas obras. Si entendemos la ficción como la simulación de la realidad y aceptamos a través de la verosimilitud de las imágenes las historias que la artista nos cuenta conseguiremos implicarnos emocionalmente en toda la narración a través de la catarsis y la empatía entre lo que acontece ante nuestra mirada y nuestras emociones. En todas las obras que conforman esta exposición el contenido verídico de la historia no nos hace platearnos nada de lo que la artista nos muestra, es decir, no cuestionamos estas visiones del mundo que nos vienen dadas ya que todo es coherente y, además, estamos tan acostumbrados a las teorías de los 'mundos posibles' que nada nos extraña. Sin embargo, hay algo inquietante en sus escenas fruto quizás de la extrema estatización de las mismas, así como del instante detenido y de su fotogenia, sobre todo en la serie Las Aguas del Escorpión, que preludia algo. Ocurre, al igual que en las fotos de la serie Fillm Stills de Cindy Sherman, que parecen remitirnos a un momento, una historia que ya conocemos, a una escena de una película o de la propia literatura. Podríamos decir que existe un referente iconográfico cercano pero tan amplio que de cotidianos nos resulta inquietantemente lejano. Ambas se apropian de arquetipos y esto hace que la imagen nos resulte conocida. Nos acercamos por tanto a una obra en la que la artista nos cuenta una historia en la que ?La fotografía no re-presenta, tan sólo acontece, acaricia la superficie absolutamente externa de las apariencias, roza la piel leve de la diferencia, captura y retiene ese humor infraleve que, en forma de luz pura, exhala el ser 'para hacer cierta la doctrina que le asimilaba su posibilidad de ser percibido.'[4]. Todo es posible en sus parajes artificialmente naturales, tan fotogénicos y que actúan como perfecto atrezzo. Cuando normalmente pensamos en la espectacularización de nuestra sociedad contextualizamos este evento y pensamiento en el contexto urbano y ciudadano, pero Rocío nos presenta una naturaleza totalmente espectacularizada, que se convierte en mercancía de lo que debería ser, ya que está totalmente mediatizada por las imágenes de los medios de masas. Esto contribuye a esa sensación de imágenes ya vistas, no de un modo vivencial sino a través de algún televisor, anuncio o medio icónico. El punto de inflexión, la diferencia, la marcan las 'dulces ofelias' que subvierten a la tradicional y joven Ofelia ataviada con un hermoso vestido blanco rodeado de flores. En este caso aparece desnuda y con edades dispares entre sí. Cualquiera de las mujeres que fotografía puede ser la mujer enamorada que no puede soportar la tragedia familiar ni el desamor y muere cuando va a coger flores, ya que el paso del tiempo no enfría los sentimientos ni las emociones. En la obra de Rocío Verdejo se produce un choque sorpresivo entre la belleza del escenario fotografiado, y lo terrible desde el punto de vista sentimental que representa, de ahí que el impacto visual dé fruto a una obra de un alto contenido poético. Los cuerpos sumergidos en el agua, en los que no sabemos si las modelos están flotando, dormidas o muertas contrasta con la quietud o acción y emoción contenida en el acto de sumergir a los niños aparentemente, también dormidos. Los dormidos están presentes a lo largo de la Historia del Arte pero cobran gran relevancia en el Surrealismo. Con este movimiento se multiplican las imágenes de personas con los ojos cerrados ya que en ese momento de inconsciencia el individuo se encuentra en conexión directa con el inconsciente y además habitando, generando otros mundos posibles que se encuentran también en éste. Esas personas con los ojos cerrados miran hacia dentro, hacia el inconsciente. Un buen ejemplo son las fotografías de 28 rostros de surrealistas (en los que se incluyen Picasso y Freud) con los ojos cerrados y en el centro una mujer desnuda pintada por Magritte en la que se lee 'je ne vois pas la cachée Dans la foret'[5], publicada en el número 12 de la Révolution surréaliste. Destaca también la realizada por Brassaï en 1933 titulada El fenómeno del éxtasis o el fotomontaje de Dalí que ilustra el artículo que lleva el mismo título que la fotografía realizada por Brassaï y publicada en la revista Minotaure en el mismo año. Existe una relación, al menos visual, entre estas mujeres con los ojos cerrados en estado de éxtasis y las que observamos en la serie Quietud, ambas están ausentes a la mirada del espectador y del fotógrafo que se introduce en la escena sin llamar y observa de forma incierta a estas mujeres en estado físico, quizás no mental, de letargo. Reflejan ese contrapunto entre muerte/vida, sueño/despierto o consciente/inconsciente que tanto interés ha suscitado y suscita por su ambigüedad. La presencia del agua como elemento transversal en la producción de Rocío Verdejo acentúa la ambigüedad en sus hermosas imágenes. El agua es dadora de vida, es fertilidad, necesaria para la vida y la salud; estamos compuestos en un alto porcentaje de ella, es limpia y contiene connotaciones religiosas de purificación y salvación, a la misma vez es cambiante y peligrosa, y sobre todo incontrolada. La quietud y mansedad que parece tener el agua puede cambiar en cualquier momento y hacer que estos niños se ahoguen o que las durmientes ofelias también perezcan en su estanque. A su vez los lagos, el mar, está lleno de peligros en todas las tradiciones: tienen monstruos, sirenas, tiburones o cualquier animal que puede surgir de esas aguas profundas. Existe toda una literatura que nos habla de las bondades del líquido elemento pero también de sus peligros, estos referentes forman parte de nuestro inconsciente colectivo en términos lacanianos. 'Imágenes de la Herida' es como ha referido Rocío Verdejo al conjunto de su obra, aunque se podría sumar la idea de que toda su producción, al igual que ocurre con gran parte de la fotografía, es memento mori, es decir, objeto melancólico. Hay un cierto sentimentalismo, así como un ambiente melancólico que inunda la superficie bidimensional ya que introspecciona en el mundo de los sentimientos, de las sensaciones contrapuestas y ambiguas que nos remiten a sentimientos encontrados. Si observamos la serie Las Aguas del Escorpión uno de los calificativos que la describen es claramente el de la belleza: es una imagen hermosa, pero si reflexionamos sobre lo que acontece en esta escena nos podremos plantear que realmente nos encontramos ante unos padres que van a introducir a un niño, su hijo, en el agua. No sabemos si el niño está dormido o muerto pero, sin embargo, lo que parece evidente es que el niño se encuentra ajeno a lo que va a suceder. Lo mismo ocurre con su serie Quietud en la que estas mujeres introducidas en el agua, en 'aguas profundas', podrían estar dormidas, muertas o simplemente con los ojos cerrados, pero en ambos casos el agua y el paisaje acompañan y son testigos de la escena a la que nosotros asistimos con total pasividad. El rostro contenido y lleno de emoción de la mujer que culmina la serie las Aguas del Escorpión pone en evidencia que algo altamente emotivo ha sucedido. Hay algo que nos inquieta en ambas imágenes, sin embargo la estetización a la que estamos acostumbrados en todos los ámbitos de la existencia nos hacer asistir con total asepsia e impasibles a la escena. Un cuerpo, masculino por lo general, joven y fornido ha sido el representado como ideal de belleza y que con el paso de los siglos se ha ido adaptando a los diferentes requerimientos formales en función del momento histórico. Es a principios de siglo, y altamente motivado por la fotografía, cuando se empieza a representar el cuerpo desnudo con otras poses y connotaciones como puede ser la de inocencia salvaje o vuelta a lo primitivo y por tanto primigenio. Rocío representa a su Ofelia desnuda, en algunas ocasiones como una joven, pero también y de forma llamativa con mujeres en edad adulta que no esconden el paso del tiempo, algo que subvierte este ideal representativo del cuerpo perfecto y que enlaza con una gran parte del arte que se ha esforzado por enseñarnos lo fugaz de nuestra existencia y cómo el paso del tiempo y la muerte nos afecta a todos. Una de las grandes obsesiones de nuestra época como es la perfección de nuestra imagen y la idea de ser eternamente jóvenes: sólo hay que ver los anuncios de una revista o televisivos para observar cómo muestran miles de remedios naturales, o no, para que no aparezcan arrugas en nuestro cuerpo o que no nos afecte el paso del tiempo. Verdejo juega con la evanescencia y atemporalidad del relato expandido que ofrece la fotografía y nos muestra a su vez la vejez y madurez como estados naturales que no estamos acostumbrados a visualizar, y que sin embargo son reales. Esas personas, nosotros, habitamos este mundo y no esos seres perfectos que no envejecen. La autora muestra sin pudor el paso del tiempo sobre el cuerpo femenino y la aceptación de este estado como susceptiblemente hermoso, al igual que el de la juventud. Silvia Alzueta, noviembre 2009 [1] DEBORG, Guy, La sociedad del Espectáculo, Valencia, Pre-Textos, 2000, pág. 37. [2]RAMIREZ; Juan Antonio, Medios de masas e Historia del Arte, Madrid, Cuadernos Arte Cátedra, 1992,pág. 168. [3] BARTHES, Roland, El mensaje fotográfico, Buenos Aires, Tiempo Contemporáneo, 1972, págs. 118-122. [4] BREA, José Luís, El inconsciente óptico y el segundo obturador, en http://www.joseluisbrea.net/, Aleph pensamiento, 1997. [5] 'No veo a la [...] escondida en el bosque' En los corchetes se encontraría el dibujo de la mujer también con los ojos cerrados y el rostro de perfil.
A través de 13 obras la artista granadina nos muestra sus dos últimas series: Quietud y Las Aguas del Escorpión en las que usando el agua como hilo argumental nos retrata imágenes sugerentes de sucesos ambiguos.
Exposición. 17 dic de 2024 - 16 mar de 2025 / Museo Picasso Málaga / Málaga, España
Formación. 01 oct de 2024 - 04 abr de 2025 / PHotoEspaña / Madrid, España