En las entrevistas que podemos ver en la televisión, la sincronización de sonido e imagen y la funcionalidad de la imagen audiovisual con respecto a lo que se quiere decir, tienden a hacer desaparecer la personalidad del que habla. Se trata incluso de un efecto voluntario, puesto que el entrevistado habla a menudo como ciudadano anónimo, como experto en cierta materia, como adolescente, pero no como persona concreta, con sus complejidades y su perfil único. Retratos de discursos rompe con esta situación, aunando contemplación y comunicación. Desincronizando el sonido y la imagen, presentando un “plano de escucha” mientras oímos el discurso de la persona, estamos invitados a la vez a fijarnos en quién habla -la biografía que toda cara expresa- y a seguir los razonamientos de su discurso. El intento es “político” en el sentido más cabal del término, porque la plenitud ciudadana es el libre ejercicio de inteligencia y sensibilidad en partes iguales.