Descripción de la Exposición
El porvenir es la parcela más sensible del instante
Paul Valéry
Concebir la pintura como espacio atemporal de representación, fuera de la historia tras su posmoderno fin, nos libera para producir, intuitiva y aleatoriamente, todos los juegos que, a nuestro antojo, provoquen, en un mismo escenario de ficción, la conversación entre distintas épocas. Alegóricamente, a partir de dicho mecanismo, podemos pensar que, mediante esta intersección de excepcionalidades anacrónicas, no hacemos otra cosa que olvidarnos del tiempo como flecha que avanza implacable, contemplando la pintura como un mágico vehículo en el que viajar al pasado con la intención de preparar otros futuros alternativos, en aras de las rizomáticas posibilidades que alberga cada instante. Momentos absolutos, con su intacta energía latente, abiertos a la revisión y a la transformación; a una nueva mirada o acto poiético.
Al hilo de ello, recordemos que, según Jorge Oteiza, del "ser plástico", que constituye la obra "de-formada" por el artista, emerge el "ser estético" como categoría superior. Pues a partir de una fecunda "negación material" posterior, se origina el encuentro humano, abriéndose, así, la dimensión emocional. En este nuevo "ser estético", no se distingue ahora entre sujeto y objeto, puesto que supone la comunicación armónica entre ambos, como si la obra se tornara en extensión de la conciencia. En definitiva, mencionar ésto constata que dicho "ser estético" es un "ser" para la eternidad, pues sigue manteniendo el encantamiento depositado en él, de modo similar a como concibe William Shakespeare su poesía cuando escribe: "(...) en mis versos mi amor vivirá joven eternamente". De ahí que este oxímoron que supone el instante eterno de la creación, contenido en las obras, mantenga siempre un potencial que, de algún modo y sin apenas cerciorarnos, nos construye determinando el porvenir que esperamos, si ahí depositamos nuestra mirada y reflexión.
Reconstrucciones o deconstrucciones de la realidad -que nos pueden transportar a pensar sobre conceptos como utopía, distopía o ucronía-, realizadas mediante una praxis pictórica, que también podemos considerar como disciplina de resistencia; consideración intempestiva que nos permite meditar sobre la propia cultura en la que emergen y se insertan sus imágenes. Una actitud que puede representar el mejor método para escapar de las imposiciones objetivas de la razón científica, mientras nuestra sociedad avanza asistida y determinada por el control que impone el sistema algorítmico de las nuevas tecnologías. En este contexto, el sujeto trata de proyectar su futuro partiendo de la abundante información que éstas generan diariamente, como si de un nuevo oráculo de Delfos se tratara. Parece que, tras su uso generalizado, ya no hay nada que escape a la red de Internet... Pero, acaso, ¿puede esta laberíntica imagen compleja considerarse profética? ¿Nos hará más sabios tal cúmulo de datos?, como resuelve Fernando Pessoa: "A falta de saber, escribo" (o pinto, diríamos aquí).
A fin de cerrar este bucle, descubramos un secreto que desde este mismo momento deja de serlo: si miran la fecha en que se firma este texto, pueden comprobar que todo lo aquí expuesto ha viajado desde el futuro para ser presentado en el pasado, bajo la exigente supervisión del abajo firmante, quien ya centenario acabó encontrando la fórmula para volver y resolver ciertos asuntos que tenía pendientes, como si fuera otro. ¿Cómo afectará eso a los distintos acontecimientos que el destino nos había preparado? No se preocupen, pues, de uno u otro modo, les aseguro que, como decía Valéry: "el futuro ya no es lo que era". Abramos, entonces, otra puerta de la percepción y sigamos, mediante el trazo depositado por el pincel, desvelándolo.
Ricardo González García
Agosto de 2016