La experiencia de conocer a un creador en su hábitat es una especie de privilegio que sitúa a la autora, las obras a exponer, otras que han marcado su trayectoria a sus íntimos y al comentarista, ante ese museo efímero y hasta entonces privado que se desbaratará justo cuando salgan para la exposición y por tanto abandonen ese entorno donde fueron creadas, meditadas, emergieron de la infinidad del lienzo, se forjaron las manchas y se concretaron las ideas. Algo así es lo que me ha ocurrido con ZENAIDA PABLO-ROMERO. Ya había visto obras suyas por aquí y por allí, pero el impacto de las nuevas obras junto al sedimento de las anteriores, los dibujos, los bocetos previos, las fotografías... la experiencia de un trabajo sólido y meditado, la trayectoria de una vida que se ha definido entre otras cosas por la pintura, por su amor y fidelidad ... a este arte intelectual y sensitivo al tiempo, me produce sorpresa y gratitud. Gratitud sobre todo por compartir la belleza y sorpresa porque detrás de ZENAIDA y su pintura aparentemente llena de fragilidad, se esconde un armazón sólido basado en la acción y en la meditación. Pintura pensada y sentida, pintura gozada pese a la dificultad, pintura que vuelve a esa pureza y sensibilidad de los primitivos góticos, pintura que es figurativa y abstracta al tiempo, pintura que parte del pensamiento más que de la emoción (aunque parezca lo contrario), pintura que ha conocido mucha historia del arte y que ha meditado muchísimo antes de decantarse por los cielos y nubes: los temas que presenta ahora, pintura con una cierta mística y emblemática como veremos a continuación.

II

¿Cómo definir el cielo, una nube de ZENAIDA? No, el diccionario no sirve porque entre otras cosas para ella se trata de un lenguaje universal, algo que todos los seres humanos ven, de alguna manera sienten, tienen delante en la naturaleza o en el 'sky line' de la ciudad. Tampoco nos sirve un manual de geografía al uso donde se nos indique la composición química o nombres tales como cúmulos, cirros, nimbos, ráfagas celestiales. Ella sabe que la nube -y en consecuencia el cielo- es una esencia, un espacio filosófico de carácter metafísico para la reflexión, el más allá de lo que somos, y también un espacio mental, espiritual. Ella sabe que una nube -y en consecuencia el cielo- es un símbolo y que el aire, luz, la atmósfera, los gases y moléculas que lo componen no es otra cosa que manifestación de lo finito y mutable. Pintura simbólica, que no simbolista, como sabe muy bien desde el punto de vista de la teoría. Pintura que por eso mismo de la fugacidad rescata el preciso instante de lo efímero y le da la vuelta como los barrocos para convertirse en emblema, en advertencia, en vánitas.

Una nube es una parada en el camino, un momento para pensar, un espejo de lo que somos, un aviso del presente y más del tiempo que pasa. El cielo también. Pero además es poesía, belleza, libertad, sensaciones. La no-posesión, el placer fugaz.

Pintura que al decantarse por el paisaje deja atrás lecturas románticas, plenairistas e impresionistas para concretarse en los puntos de vista y en los efectos de la ambientación. Cielos y nubes tomados en invierno y en verano, a pleno día o a media tarde, frontalmente o en horizontal, con sol radiante o captados en la lluvia, en cualquier caso abstraídos de cualquier vestigio terrenal, lo que le da una gama de colores extraordinaria. Para llegar a esto ZENAIDA no ha hecho otra cosa que abrir la paleta y controlar, los dos ejes que definen su proceso de soltar y ordenar formando una especie de monográfica. Ni más ni menos que lo que ha hecho siempre pues se nota aquí la unidad que refería Juan Lacomba para su exposición del 99 y esa pasión (si bien entiendo contenida) de la que hablaba Francisco L. González Camaño en 2004.

Me despido con una de las frases de ZENAIDA PABLO-ROMERO pronunciada en el transcurso de nuestras entrevistas y que sintetizan muy bien los propósitos de esta muestra que presenta en Isabel Ignacio: 'nuestra actitud cambia, porque cambia la mirada'. Es así como hay que mirar estas obras: con los sentidos, las evocaciones, el espíritu, el corazón, el pensamiento, la imaginación, aún a sabiendas que por más que intentemos cazar las nubes se desvanecerán, a no ser que se queden atrapadas en ese intento también de eternidad que es el arte, la literatura, la realidad sublimada. Hagamos como ella y recuperemos el cielo, lo que es otra manera de trascender.