Descripción de la Exposición
Los Galarza, fotógrafos y editores de tarjetas postales
Gregorio González Galarza (Zegama 1869 - Donostia 1948)
Nació en Zegama, pueblo del que era oriunda su madre y pronto su familia pasó a residir a Donostia. Desde joven mostraría su gran afición por la fotografía, aprendiendo el oficio y colaborando con los prestigiosos fotógrafos Otero y Aguirre.
En 1899 comenzó a trabajar en Correos como cartero, puesto que desempeñaría hasta 1929, cuando se jubiló, como “Cartero mayor de primera”. Desde su experiencia laboral constató el gran incremento que había experimentado el envío de tarjetas postales ilustradas en esos años, gracias al progreso de la fototipia, que permitía reproducciones fotográficas cada vez de mejor calidad y más baratas.
Desde 1906, Correos autorizó la división del reverso en dos partes, una para la dirección y otra para el texto, reservando todo el anverso a la fotografía. Además, su franqueo valía la mitad que el de una carta.
Con esta situación favorable, Galarza se convirtió en editor de sus tarjetas postales, como harían muchos otros fotógrafos.
En 1894 contrajo matrimonio con María Campano Echeverría y al año siguiente tuvieron su primer hijo, Carmelo, al que seguirían siete más.
Carmelo González Campano (Donostia 1895 – 1959)
Aprendió el oficio de fotógrafo con su padre dedicándose profesionalmente a ello. En 1921 abrió su propio establecimiento fotográfico en la calle Urbieta 16. Más tarde, se trasladó a la calle Easo 33, con la marca comercial Photo Kino’s, que compartió con su padre una vez jubilado. En 1935 el estudio se estableció en el domicilio de la familia Galarza, en la calle Easo 67, 5º dcha.
Casado con María Fernández-Izquierdo, tuvieron tres hijos que nacieron en San Sebastián, pasando a residir en Madrid, donde nació su cuarto hijo en 1936,
Durante la Guerra Civil, Gregorio, con su mujer y sus hijas solteras, se trasladó a Bretaña, regresando a Donostia a su término, donde prosiguió como fotógrafo hasta su fallecimiento en 1948. Por su parte, Carmelo, tras la guerra, continuó en Madrid con desigual fortuna, lo que determinó su regreso a Donostia, donde se incorporó al negocio familiar. Falleció en 1959.
Las hermanas Galarza
Luisa González Campano también fue fotógrafa, según consta en el padrón municipal, y sus hermanas Carmen, Joaquina y Teresa participaron en las tareas de edición y venta de postales, que continuó hasta los años 70.
En lo que se refiere a la autoría de las fotografías, excluyendo las más antiguas, no se puede distinguir entre las realizadas por Gregorio (†1948), sus hijos Carmelo (†1959) y Luisa (†1999), o incluso sus nietos Andrés y Luis (hijos de Carmelo), ya que todas se editaron con la firma Galarza.
EL MONTE URGULL
La visita al castillo de la Mota, pese a estar militarizado, era de fácil acceso y constituía una de las excursiones habituales para los veraneantes y turistas, que paseaban por sus sombreados caminos, visitaban el romántico Cementerio de los Ingleses, y contemplaban la bahía o las regatas desde la Batería de las Damas.
San Sebastián logró la compra del monte al Ministerio de Guerra en1921, convirtiéndose el ''Urgull'' en parque público ''orgullo'' de la ciudad.
El castillo de la Mota, que desde el siglo XII protegió la ciudad, fue declarado Monumento Histórico-Artístico en 1925. Pese a ello, en 1950 llegaría el cambio más importante al erigirse el gran monumento al Sagrado Corazón de Jesús en la cima del monte, sobre el macho del castillo, dando lugar a un nuevo skyline de la ciudad.
EL ROMPEOLAS Y EL PASEO NUEVO
Al realizarse el ensanche oriental a partir de 1882, ganando al mar los terrenos entre la calle Aldamar y el paseo de Salamanca, se realizó un nuevo muro de costa, cuyo extremo quedó rematado con una pequeña plataforma adentrada en el mar que recibió el nombre de Rompeolas. Resultó un magnífico mirador, sobre todo en días de temporal.
Entre 1916 y 1919 se construyó el paseo Nuevo, que circunvalaba el monte Urgull, continuando el paseo de Salamanca hasta el muelle. Realizada al pie de la escarpada ladera del monte batida por el mar, fue una obra de ingeniería impresionante, teniendo en cuenta los medios de la época.
Convertido en un gran balcón sobre el mar, fue lugar privilegiado para seguir de cerca la evolución de los grandes veleros de competición en las famosas regatas internacionales que en aquella época organizaba el Real Club Náutico, con la participación del rey Alfonso XIII.
LA CIUDAD VIEJA
El asalto, saqueo e incendio por las tropas aliadas anglo-portuguesas de la antigua ciudad amurallada, entonces en manos de los franceses, el 31 de agosto de 1813, supuso su casi total destrucción. Sin embargo, pocos meses después, comenzó su reconstrucción y, pese a la nueva ocupación francesa (1823-1828) y la Primera Guerra Carlista (1833-1839), a mediados de siglo ya se habían vuelto a edificar prácticamente todos los solares, siguiendo la homogénea normativa de reconstrucción de la ciudad.
En 1843 Víctor Hugo escribía: ''El aspecto de San Sebastián es el de una ciudad reconstruida totalmente nueva, regular y cuadrada como un damero''. De hecho, era la ciudad más moderna del país, con un trazado en cuadrícula, calles rectilíneas y limpias, y casi todos los edificios nuevos y uniformes. Es paradójico que, en apenas dos décadas, tras la demolición de las murallas en 1863, pasara a denominarse ''Parte Vieja'', en contraposición al ''Nuevo Ensanche'' que se empezaba a levantar al otro lado del Boulevard.
Las clases medias y altas, así como el comercio de mayor importancia, se fueron trasladando a la zona nueva, donde también se construyeron los nuevos hoteles más confortables y los cafés más elegantes. Así, las estrechas calles del viejo barrio no eran los lugares más frecuentados por los veraneantes. Sin embargo, sí que eran motivo de visita y reproducción postal la plaza de la Constitución, presidida por el Ayuntamiento, donde se celebraban el mercado, recibimientos oficiales y festividades, así como las iglesias de San Vicente y Santa María, supervivientes del incendio, y la calle Mayor, con el teatro Principal.
EL PUERTO
El puerto donostiarra, situado en el interior de la bahía y protegido por el monte Urgull, históricamente constituyó el centro de las actividades mercantiles de la ciudad. Hasta mediados del siglo XIX, la Casa Torre del Consulado (actual Euskal ltsas Museoa) era el único edificio del puerto y uno de los pocos que se salvó de la destrucción de 1813. En la década de 1850 se procedió a construir una nueva dársena, para dar cabida a los barcos mercantiles de mayor calado. Una compuerta permitía su cierre para conservar el nivel del agua de la pleamar. Al mismo tiempo se construyeron las casas del barrio de pescadores, con sus anchos soportales, para realizar, bajo cobijo, las actividades suplementarias de la pesca.
La llegada de los vaporcitos abarrotados de sardinas, que eran descargadas por las aguerridas pescadoras donostiarras en medio de un gran griterío, constituía un espectáculo, haciendo del entorno del muelle uno de los puntos más concurridos y visitados de la ciudad; no en vano era llamado el barrio de La Jarana.
ALDERDI EDER Y EL CASINO
En 1879, la gran explanada que daba a la bahía, utilizada como campo de maniobras se compró al Estado, para destinarla a jardines públicos, tomando el nombre de Alderdi Eder.
En 1880, Pierre Ducasse, el primer jardinero municipal, realizó las primeras plantaciones en este lugar y, para protegerlas de los vientos marinos, dispuso un montículo ajardinado llamado Monte Ruso.
El Ayuntamiento acordó con la Sociedad Gran Casino de San Sebastián la cesión temporal de 7000 m2, donde se levantó un casino de estilo ecléctico de influencia francesa con una gran terraza sobre los jardines.
Inaugurado en 1887, fue pieza clave del desarrollo económico y motor de la vida social y festiva donostiarra a lo largo de sus casi 40 años de existencia, hasta la prohibición del juego en 1924.
Frente al Casino se dispusieron parterres triangulares que dejaban grandes espacios, avenidas de tránsito y una fuente con surtidores.
Entre 1910 y 1913 se reformó el paseo de la Concha, lo que supuso la desaparición del Monte Ruso y de la fuente, la colocación de la nueva barandilla de Alday y la remodelación de los jardines, dejando espacio para la celebración de desfiles militares y para el gran monumento conmemorativo del Centenario, inaugurado en 1913 y que duró sólo 11 años.
En 1924 se realizó un nuevo diseño que priorizaba la estancia, compartimentando el espacio con parterres rectangulares, una glorieta, pérgolas, un estanque y asientos decorados con azulejos, convirtiéndose en el lugar preferido para los juegos infantiles, dando pie a la típica imagen donostiarra de las uniformadas iñudes y los niños jugando en los cuidados jardines.
EL ENSANCHE CORTAZAR
Una vez terminado el derribo de las murallas (1865) y aprobado, tras un encendido debate ciudadano, el modelo de ciudad balnearia, el ensanche proyectado por Cortázar se materializó rápidamente. El lugar ocupado por el frente de muralla se convirtió en el primer paseo público: el Boulevard con su alameda, que a la vez conectaba la ciudad vieja y la nueva. Desde allí, hasta la nueva Avenida, en apenas seis años se edificaron la mayor parte de los solares. Al final de esta vía principal, destacaba el puente de Santa Catalina (1872), primer puente de piedra de la ciudad. La Guerra Carlista (1873-1876) supuso un parón en la construcción, que prosiguió a buen ritmo una vez finalizada ésta.
En la concepción del ensanche primaba la calidad estética del paisaje urbano. Por ello, sobresalían las plazas, los paseos y los jardines, propios de una ciudad balnearia, bella y moderna, asentada sobre la base de la nueva industria del turismo. El Boulevard se configuró como el eje principal, en cuyo extremo se inauguraría, en 1887, el Gran Casino con sus jardines. En el extremo opuesto, limitado por el río, se extendían los jardines de Oquendo, donde se levantarían, en 1912, el Hotel María Cristina y el Teatro Victoria Eugenia. Como capital de la provincia, se dio importancia al palacio de la Diputación abierto a la plaza de Gipuzkoa con los jardines de Ducasse. Cerrando la cuadrícula de este primer ensanche, la Avenida de la Libertad, con su doble hilera de árboles en ambas aceras, daba entrada a la ciudad desde el puente de Santa Catalina y lo unía con la playa.
LA PLAYA DE LA CONCHA
Desde los años 20 del siglo XIX, ya se practicaba en la Concha la nueva moda de los baños de ola. La mayoría de la gente, incluso de la costa, no tenía costumbre de bañarse en el mar, lo que hacía recomendable solicitar los servicios de un bañero o bañera.
En 1835, se dieron las primeras concesiones municipales para colocar casetas en la playa, que, arrastradas por bueyes, se acercaban a la orilla para reducir al mínimo la exhibición del cuerpo, y se delimitaron zonas separadas en la playa para damas y caballeros.
En 1868 se estableció el balneario de la Perla del Océano en el centro de la playa. Era de madera, construido sobre pilotes en la arena, y ofrecía cabinas, bañeras, duchas y todas las comodidades, haciendo la competencia a las reducidas casetas, además de ser lugar de reunión matinal de los bañistas. En 1912, la remodelación de la Concha conllevó su eliminación y la construcción de uno nuevo de piedra y hormigón, adosado al muro de la playa en la ubicación actual.
En 1913 se suprimió la zona reservada exclusivamente para las mujeres, aunque se mantenía la obligación de que los trajes de los bañistas fueran cerrados desde el cuello hasta la rodilla.
Poco a poco, los toldos fueron arrinconando a las casetas, siendo sustituidas en 1926 por cabinas dispuestas bajo el voladizo. La playa se fue llenando de toldos y sombrillas, reservando una zona donde estaba permitido tumbarse en la arena para tomar baños de sol, con los modernos maillots de baño que dejaban los brazos y piernas al aire, siguiendo la moda que ya se practicaba en Biarritz desde una década atrás.
EL PASEO DE LA CONCHA
Concebido en el proyecto del ensanche de Cortázar para la construcción de chalets para ''la población flotante veraniega y de bañistas'', se fue llenando de villas con jardín y de hoteles.
A finales del s. XIX, para proteger del sol a los paseantes, se plantaron los tamarices que llegaron a formar una tupida cubierta. En 1898, se colocó una primera barandilla sobre el pretil (hoy en el paseo de Francia), que permitía sentarse, aunque de espaldas al mar, respetando así la moral de la época, que prohibía la contemplación directa a los bañistas.
Para 1910, el paseo se había quedado pequeño y el arquitecto municipal Juan Alday diseñó su ampliación y completa transformación:
• Desaparecía el "Monte Ruso" de Alderdi Eder.
• Tras la primera rampa, se ensanchaba el paseo 5 m en voladizo, sobre una galería de arcos de piedra gris que iban a albergar los servicios que sustituirían a las casetas.
• Se plantaba una segunda línea de tamarices.
• Frente a la doble rampa central, se suprimía el viejo balneario de madera y se creaba la Rotonda, jalonada por las torres de los relojes.
• Al final de la línea de villas se construía un nuevo Balneario de la Perla, de hormigón y piedra, con la misma estética del paseo; y, como colofón, se construía una nueva caseta real, también de piedra, adosada al muro.
• Coronando todo el paseo, se instalaba la nueva barandilla que se convertiría en uno de los iconos más reconocibles de la ciudad.
La ampliación del paseo supuso una evidente mejora, acorde con el cambio de las costumbres sociales que ya permitían contemplar directamente la playa y a los bañistas, cómodamente apoyados en la nueva barandilla.
ONDARRETA
En 1875, el Antiguo era un barrio rural, a cuyos arenales se trasladó el campo de maniobras de la guarnición, abandonando el de Alderdi Eder. Poco después se instalaron una fábrica de botellas (Brunet), otra de bujías y jabones (Lizariturri) y otra de cervezas (El León), y al final de la playa se construyó la Prisión Provincial.
Este panorama cambió cuando la reina regente María Cristina eligió los terrenos del promontorio del Antiguo para erigir su Real Casa de Campo de Miramar, finalizada en 1893. Dos años más tarde, cerrada la fábrica de botellas, en sus terrenos se proyectó una ciudad jardín de elegantes chalets.
A principios del siglo XX, la afición del adolescente rey Alfonso XI11 a los deportes hizo que el campo de maniobras fuera utilizado como hípica, adquiriendo gran fama por sus concursos internacionales de saltos. Con la aparición de losprimeros aeroplanos también se utilizó como aeródromo.
En los terrenos de Brunet, con sólo tres villas construidas, se acondicionaron pistas de tenis y el primer campo de fútbol de la ciudad, donde la Real Sociedad jugaría sus primeros partidos.
En 1925, tras el traslado de los militares a Loiola, se recuperaron los arenales, dando lugar a la nueva playa de Ondarreta y los jardines. Para entonces ya estaban construidas la mayor parte de las villas de Ondarreta y, en 1928, las instalaciones del Real Club de Tenis se trasladaron a su actual ubicación, en los terrenos ganados a la bahía al pie del monte lgeldo. Finalmente, en 1949, la cárcel fue demolida, tras su traslado a Martutene, completándose así los jardines.
EL BARRIO DE GROS
A mediados del siglo XIX, el actual barrio de Gros estaba ocupado por dunas y arenales, propiedad de la familia Gros desde 1849. Al comenzar la construcción de los ensanches en la margen izquierda del Urumea, las arenas de Gros se acarrearon al otro lado del río, sirviendo como material de relleno.
A medida que los terrenos de Gros se fueron allanando, empezaron a instalarse pequeñas industrias e incluso un trinquete y una casa de baños, todo ello sin una urbanización planificada. A finales de los años 80 de aquel siglo, se llevaron al extremo del barrio ciertos servicios indeseables en el centro urbano: el hospital de San Antonio se ubicó en Manteo y el matadero en Zemoriya.
En 1891, el arquitecto municipal José Goicoa realizó el proyecto para la urbanización del barrio. El límite de costa se estableció en el paseo Colón, donde inmediatamente se empezaron a construir chalets unifamiliares frente a la playa de la Zurriola, siguiendo el mismo patrón de la Concha.
La iglesia parroquial de San Ignacio se proyectó como núcleo central del barrio. Fue consagrada en 1897, aunque la torre no se levantó hasta 1928. En la actual plaza de Cataluña se dispusieron las escuelas y el mercado.
La calle Miracruz se fue edificando a buen ritmo, sin embargo, la construcción de viviendas en el resto de las calles fue muy lenta hasta los años 30. Mientras tanto, proliferaron talleres, almacenes, fábricas y, sobre todo, grandes garajes para los nuevos automóviles. Así, Gros se convirtió en el barrio de servicios de la ciudad.
EL ENSANCHE KURSAAL
En 1911 se formó la ''Sociedad Inmobiliaria del Gran Kursaal Mar{timo'' de capital francés, con el objetivo de ganar terrenos a la ría y al mar, en la margen derecha del Urumea, para construir un barrio residencial y un suntuoso casino, además de un nuevo puente que uniría ambas orillas del río.
Ese mismo año dieron comienzo las obras con la construcción del muro de encauzamiento del río desde el puente de Santa Catalina, al que se le suprimió su quinto ojo. Los trabajos avanzaron lentamente debido a los embates del mar.
En 1915 llegaron al extremo o ''morro'' del muro de encauzamiento. Desde allí, pretendían hacer el muro de costa hasta el final de Sagüés, pero la fuerza de las olas obligó a reformar el proyecto, lo que supuso renunciar a casi la mitad de la superficie edificable y la ruina de la empresa. En 1917, tras formarse una nueva sociedad con mayor peso de inversores donostiarras, prosiguieron las obras.
El nuevo puente del Kursaal, proyectado por el ingeniero Eugenio Ribera, se inauguró en 1921. Al año siguiente, se abrió el suntuoso Casino Gran Kursaal, que albergaba un teatro, salas de juego, restaurante y grandes terrazas abiertas al mar.
Enseguida comenzaron a alzarse los nuevos edificios del ensanche Kursaal que iban a ocupar la fachada marítima, pero, ante la prohibición del juego a finales de 1924, la construcción se frenó, quedando frustradas de nuevo las expectativas económicas de la sociedad.
Las villas del paseo Colón, construidas años atrás en la primera línea de playa, fueron quedando confinadas entre altos bloques de viviendas, condenadas a su paulatina desaparición.
LA PLAZA DE TOROS DEL CHOFRE
La afición a la fiesta taurina en la vieja Donostia venía de muchas generaciones atrás. La sokamuturra era la diversión preferida en todas las celebraciones populares, y las corridas de toros se reservaban para lasfiestas principales que se celebraban en la Plaza Berria (actual plaza de la Constitución) desde su fundación en 1723.
En 1851 se construyó, en el barrio extramuros de San Martín, el primer coso taurino para acoger a un mayor número de espectadores, especialmente franceses, y en 1870 una nueva plaza lo reemplazó en Atocha.
En 1903 se inauguró la nueva Plaza de Toros del Chofre. Su arquitectura monumental y su localización en lo alto de una colina la convirtieron en el icono reconocible del barrio de Gros y de la propia ciudad, difundido en multitud de carteles festivos y postales.
El proyecto inicial de esta plaza fue de Luis Aladrén, arquitecto también del Gran Casino, sin embargo, al fallecer antes de comenzar las obras, el arquitecto Francisco Urcola se hizo cargo de su construcción. Utilizó el entonces novedoso hormigón armado, lo que le daría fama para realizar luego el coso de Pamplona.
La vistosa fachada del Chofre era de piedra rosa de Altza, con pilastras de arenisca de lgeldo. Todos los vanos eran de estilo árabe recercados de azulejos y la puerta grande tenía forma de herradura. Se construyó en menos de un año y tenía capacidad para 15.000 espectadores. Se inauguró el 9 de agosto de 1903. La última corrida tuvo lugar el 2 de septiembre de 1973. Al año siguiente, la plaza fue derribada y el cerro sobre el que se asentaba fue desmontado hasta su total allanamiento.
EL ENSANCHE MERIDIONAL
El ensanche meridional o de Amara que se extendía en la margen izquierda del Urumea, al sur de la Avenida, se realizó, una vez más, ganando terrenos al río mediante su encauzamiento y el relleno de la ''playa de Amara'' con las arenas traídas de Gros. El desarrollo de este ensanche comenzó en la década de 1880, y a principios del siglo XX ya estaba muy avanzado, llegando a su extremo en la plaza del Centenario en 1913.
Su diseño final tuvo como principal autor al arquitecto municipal José Goicoa, quien logró crear una ampliación del Ensanche Cortázar con edificios de cuidada calidad arquitectónica, en consonancia con la ciudad balnearia que se quería promover. Desde 1905, el monumental puente de María Cristina, obra de Eugenio Ribera, inspirado en el parisino puente de Alejandro 111, daba entrada a la ciudad desde la Estación del Norte.
Uno de los grandes aciertos de Goicoa fue el diseño de una gran plaza central presidida por la nueva iglesia del Buen Pastor, enfrentada visualmente al eje de la calle Mayor y a la basílica de Santa María, reforzando la idea de unir ''lo antiguo'' y ''lo nuevo''. La iglesia neogótica del Buen Pastor, obra de Manuel Echave, fue inaugurada en 1897 y rematada dos años después por la airosa torre de Ramón Cortázar, resultando ser, durante mucho tiempo, el edificio más alto de la ciudad. Con la misma tendencia a la monumentalidad se construyeron los edificios contiguos destinados a Instituto Provincial en 1900 (hoy Koldo Mitxelena) y la escuela de Artes y Oficios en 1906 (hoy Correos), así como el Palacio de Justicia de la calle San Martín en 1915.
AMARA NUEVO
Una vez terminada la expansión del ensanche meridional hasta la plaza del Centenario (1913), el crecimiento de la ciudad hacia el sur se detuvo. Aunque había planes para seguir construyendo aguas arriba del Urumea, no fue hasta 1927 que el encauzamiento del río llegó al puente de Hierro; sin embargo, todavía hubo que esperar más tiempo para desecar y rellenar los extensos terrenos que antes ocupaba la ría. Este proceso está documentado por las sucesivas fotografías tomadas por Galarza desde el alto de Errondo entre la primera década del siglo XX y los años 40.
En 1947 comenzó a tomar forma el proyecto de los arquitectos Machimbarrena y Gaiztarro, al construirse los dos primeros edificios de la Avenida de Sancho el Sabio frente al parque, que sorprendieron, no tanto por su estilo sobrio (herreriano y neoclásico), sino por sus nueve pisos de altura.
Durante las décadas de 1950 y 1960 se edificó el resto de esta avenida hasta la plaza circular de Pio XIl. En esa misma década se levantó la ciudad sanitaria, inaugurada en 1960, y a sus pies, en la zona de Anoeta, se concentraron los equipamientos deportivos: piscinas, frontones y pistas de atletismo.
Las fotografías tomadas desde el alto de Errondo nos muestran imágenes insólitas de la amplitud de la antigua ría antes de su encauzamiento y la progresiva desecación y relleno de las marismas, para la posterior urbanización del barrio de Amara Nuevo.
LOIOLA
Uno de los atractivos de San Sebastián era su entorno rural, y en particular el pintoresco valle de Loiola, al que se realizaban excursiones en barca o en pequeños vapores.
Aunque el ferrocarril a Hernani, inaugurado en 1903, y el Topo a Hendaia, en 1912, mejoraron las comunicaciones de este valle, hasta los años 20 siguió conservando su esencia rural de caseríos, fértiles huertas y campos de cultivo, salpicados por algunas vistosas villas, en un continuo hasta Martutene.
El traslado de los cuarteles a las nuevas instalaciones de Loiola, en 1926, fue acompañado por la construcción de los primeros bloques de viviendas del barrio que sobresalían por encima de las antiguas casas y caseríos, experimentando su población un importante crecimiento. La iglesia del Sagrado Corazón se inauguró en1937, pero no fue hasta los años 50 cuando prosiguió la edificación.
A principios del siglo XX, el trabajo de limpieza de la ropa todavía lo realizaban las lavanderas de Loiola en la orilla del río. Recogían la ropa en los domicilios de sus clientes en la ciudad, para llevarla en un cesto sobre la cabeza hasta la zona del río adecuada, donde realizaban esta penosa labor metidas en el agua. Tras el lavado, la ropa empapada se llevaba con la ayuda de algún familiar hasta el caserío, para ponerla a secar. De ahí las fotografías del barrio de Loiola donde destacan larguísimas hileras de ropa blanca tendida al sol. Por fin, en 1928, se construyó el lavadero público que permitió a esas mujeres realizar su duro trabajo a cubierto.
LOS PARQUES DE ATRACCIONES
A finales del siglo XIX, en Europa y América del Norte comenzaron a proliferar los parques de recreo con novedosas atracciones mecánicas. En España, el primero fue el parque del Tibidabo de Barcelona, inaugurado en 1900.
En Donostia, para proporcionar nuevas diversiones a los cada vez más numerosos visitantes, se crearon hasta tres parques de atracciones promovidos por empresas privadas, que pronto entraron en competencia entre sí. El primero, en 1902, fue el del Monte Ulia; seis años después abriría el de Martutene y, en 1912, el del Monte lgueldo con su funicular.
El parque de Ulia
El ferrocarril eléctrico del monte de Ulia se inauguró en1902. Fue el primero de este tipo construido sólo con fines recreativos. Ofrecía una pintoresca excursión de media hora desde el Boulevard, ascendiendo la ladera del monte y mostrando magníficas vistas. En la cima se encontraba un mirador y un restaurante, y en las inmediaciones había jardines, pista de tenis y una galería de tiro.
En 1907 se inauguró el transbordador aéreo de Torres Quevedo, una verdadera novedad técnica que añadió interés a la visita del parque. Una barquilla cruzaba por el aire la vaguada hasta la cumbre opuesta. Allí se hallaba el merendero del torreón del molino y tres peñas acondicionadas como atalayas sobre el mar. A partir de 1909, el Tiro de Pichón fue otro punto de atracción donde se celebraban concursos internacionales.
Tras la apertura del parque de lgeldo en 1912, las visitas al de Ulia disminuyeron considerablemente, generando pérdidas, debido al alto coste de mantenimiento del ferrocarril. El parque fue cerrado en 1921.
El parque de Martutene
La inauguración, en1903, del ferrocarril eléctrico a Hernani, con estación en Martutene, propició la creación de una sociedad privada cuyo objetivo era construir, junto al núcleo de Martutene, un parque de recreo y una zona residencial de chalets.
El parque fue abierto en 1907 contando con un restaurante, un carrusel, una gruta natural y, como principal novedad, un water-chute o tobogán acuático al estilo de los parques americanos. Sin embargo, su mayor particularidad fue la construcción de una ''plaza de festejos públicos'' con techo acristalado, la primera plaza de toros cubierta del país, que permitía la celebración de corridas de toros, conciertos o actuaciones circenses, incluso en días lluviosos. Se inauguró en mayo de 1908 con un concierto ofrecido por la Orquesta Sinfónica de Berlín, dirigida por Richard Strauss.
En 1910 se construyó un coqueto pabellón central con casino de juego que llamaron ''Kursaal'', renovando las atracciones y añadiendo un railway o montaña rusa. A partir de 1912, la competencia del parque del Monte lgueldo, más cercano a la ciudad, hizo que Martutene languideciera rápidamente, llegando a su cierre en pocos años y disolviendo la sociedad en 1920.
En 1929 se inauguraron en su lugar los ''Campos Elíseos de Martutene'' con un carácter más popular, que funcionaba como merendero y cervecería, con animados bailes y diversos juegos en los amplios jardines. Su historia finalizó en 1949, cuando la finca fue comprada por los padres Agustinos para construir un colegio.
El parque del Monte Igueldo
La Sociedad Monte lgueldo había adquirido terrenos en este monte con el objetivo de construir un casino en la cumbre, además de un funicular y una carretera de acceso. Las parcelas destinadas a chalets se vendieron rápidamente, ayudando a financiar el proyecto.
En 1912 se inauguró un restaurante en la cima, y el funicular que se convertiría, desde el primer día, en la principal atracción del parque. Al año siguiente, la torre del antiguo fanal del siglo XVI11 fue transformada en un mirador almenado, y por fin, en 1914, una nueva planta sobre el restaurante acogió el casino, con salas de juego, salón para fiestas y bailes, y un teatro para espectáculos y sesiones de cine. En la terraza posterior se instaló, en 1919, una pista de patinaje y un frontón.
Las inmejorables vistas sobre la bahía, su atractivo funicular y su cercanía a la ciudad convirtieron al Monte lgueldo en el favorito de la población, ganando la partida a los parques de Ulia y Martutene, que no pudieron competir con él.
Con la prohibición del juego en 1924, el casino dejó de funcionar y el parque tuvo que reinventarse. Para entonces, ''el dancing bullanguero y democrático'' de lgeldo y sus sesiones de cine ya gozaban de gran fama, y a todo ello se fueron incorporando nuevas atracciones, algunas de las cuales permanecen hoy en día, como la Montaña Suiza en 1926, o el Río Misterioso, el Estanque de las canoas y el Laberinto en los años 30. En 1948, se inauguró una nueva sala cinematográfica a la que acudía masivamente la juventud, ya que el billete de ida y vuelta del funicular daba acceso gratuito tanto al baile como al cine.
ESCENAS VASCAS
El interés de la sociedad por la cultura vernácula tomó fuerza a finales del siglo XIX y comienzos del XX, como consecuencia de los cambios socioeconómicos que se estaban produciendo en esa época. La gran fuerza que estaba adquiriendo la industria y el paulatino abandono del modo de vida rural llevaron a que se quisiera poner en valor todo lo relacionado con las costumbres tradicionales mediante estudios etnográficos, certámenes de poesía y literatura en euskera, organización de las Fiestas Euskaras y de la Semana Vasca, exhibiciones de danzas y deportes rurales, así como su consiguiente plasmación en la pintura, la arquitectura y la fotografía.
Galarza muestra en sus ''Escenas Vascas'' su capacidad para retratar el mundo rural de forma un tanto bucólica e idealizada, captando a la vez la vida cotidiana. Así, fotografía a loscampesinos con sus indumentarias, sus aperos y animales, en las labores del campo, en sus caseríos o en las fiestas populares. De la misma forma, recoge aspectos de la vida de los pescadores en sus embarcaciones o en el muelle. Estas imágenes constituyen un documento etnográfico de gran valor.
Una categoría particular de este género de postales fueron los retratos de carácter racial que, bajo el epígrafe de ''Tipos Vascos'', fueron objeto de interés para la sociedad de aquella época que asistía al auge de los nacionalismos y regionalismos.
DANTZARIS, TXISTULARIS Y DEPORTES TRADICIONALES
A partir de 1893, la Diputación de Gipuzkoa comenzó a organizar las ''Fiestas Euskaras'', que se celebraban cada año en una población diferente, correspondiéndole en 1906 a San Sebastián. Suspendidas durante la Primera Guerra Mundial, fueron restauradas por el Ayuntamiento donostiarra a partir de 1927 como ''Semana Vasca'', gracias al impulso de Antonio Orueta, con el objetivo de promover las manifestaciones culturales euskaldunas, entre las que se incluían el deporte rural, las danzas tradicionales, la música y el teatro, así como las concurridas romerías celebradas en Lasarte, Ulia, Loiola, etc.
LOS CARNAVALES DONOSTIARRAS
Desde finales del siglo XIX, la celebración de los carnavales en San Sebastián fue perdiendo su carácter popular para convertirse en un espectáculo con una gran cabalgata, vistosas carrozas, elaborados disfraces y un gran número de participantes en cada comparsa. Esta fiesta ayudaba a que Donostia mantuviera su atractivo turístico durante la estación invernal.
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