Descripción de la Exposición La calidad de los artistas plásticos que hoy en día se presentan con sus obras ante el gran público es indiscutible, superando en número y, probablemente también, en condiciones técnicas y expresivas a los de cualquier otro momento de la Historia de la Humanidad. El conocimiento, que no la aceptación, que estos tienen de la teórica artística, de la práctica formativa, de la evolución estética y de las expresiones y tendencias de cada momento y lugar, haría sospechar que con esta formación y la ventaja en su industria se llegaría al culmen del Arte. Y en algunos casos aislados se ha podido llegar, o al menos lo han intentado.
La insuficiencia de ideas, el predominio del medio anteponiéndolo al fin, de la técnica frente al tema, (y cuando se habla de técnica no nos referimos a ella desde el punto de vista académico, sino más bien en la búsqueda de nuevos procesos, que en sí mismos se reconocen como arte, llevados a cabo en estudios transformados en alambiques de objetos y materias extremas), o de la idea abstracta, planteada, la mayoría de las ocasiones, después de la conclusión de la obra y no como origen de lo que hay que crear, ha dejado al mundo plástico actual, en muchas de sus versiones, en un escalafón medio entre el verdadero mundo estético y el alarde artesano-comercial que exige el público demandante y que relaja al artista, despegándose de compromisos y estudios serios del mundo que ocupa.
Teresa Brutcher, tras una formación adecuada y dilatada ha llegado a combinar perfectamente lo cultivado al otro lado del Atlántico con lo asumido en su espacio actual de creación, armonizando técnica con tema, herencia con visualización de un entorno que lo hace propio. Llegando con ello a cumplir la norma fundamental de una obra definida y definitiva.
Además del paisaje, el bodegón, el retrato, etc, en la pintura se ha obviado últimamente la escena, la plasmación de un momento en la vida actual, la metáfora a partir de un gesto cotidiano o la transformación de lo ordinario como parte de lo onírico. El sentido del Arte, tan aplaudido durante toda la primera mitad del siglo XX, como compromiso de una idea o una actitud personal, aunque pueda resultar general, es lo que Teresa Brutcher ha llevado a cabo en cada uno de sus cuadros.