Samuel Salcedo nos presenta una escultura o una pintura y el acto en sí podría catalogarse de gamberrada, pues nos deja solos ante sus personajes, que en lo material pueden ser intachables, pero que nos racionan la información. Esa información que nos hace sentir cómodos, que nos permite clasificar el producto. Pero ¿en qué medida el artista debe facilitar la narración de su trabajo? Esa incómoda libertad en la que nos encontramos cuando observamos un trabajo de Salcedo puede hacerse insoportable hasta el punto de que decidamos darnos por vencidos. Ahí es cuando Samuel Salcedo sonríe victorioso y creemos descubrir en su sonrisa una pista para ver que no vamos mal encaminados.
Entrada actualizada el el 26 may de 2016
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