Descripción de la Exposición
Siempre me ha interesado el concepto de limbo o purgatorio. Ese territorio liminal y fantaseado, fuera del tiempo y del espacio (o más allá del tiempo y del espacio) en el que deambulan espectros que nos conectan con nuestras aspiraciones, miedos y fantasías.
Cada vez que me adentro en Adaptasi Cycle, no puedo evitar pensar que me encuentro ante una versión sublimada de lo que sería el limbo del tardocapitalismo. Es decir del inconsciente de nuestro tiempo. Y es que las instalaciones audiovisuales que proponen Mit Borrás y Rachel Lamot -directora de arte, co-guionista de Adaptasi Cycle y performer en Ghosts of The Future- revelan los nuevos mecanismos, materiales y técnicas que utilizamos para responder a las eternas preguntas sobre nuestra mortalidad, nuestro propósito y nuestro fragilidad. De ahí esa curiosa fusión entre lo arcaico y lo ultra-tecnológico que tanto interpela en este trabajo. Universos autónomos, separados de nuestra realidad, que ponen de manifiesto las contradicciones y esperanzas ocultas del zeitgeist que nos rige de manera casi invisible.
Una especie de Mitologías de Barthes en tiempos de realidad virtual y desmaterialización creciente, si es cierto que las mitologías son un ‘primer desmontaje semiológico del lenguaje de la cultura de masas’. Y es que el lenguaje hoy va más allá de la mera palabra. Es también el uso de la imagen, la textura de nuestras prendas, la forma de nuestros vibradores, los colores de nuestras salas de espera, las prótesis que nos ‘aumentan’. No es de extrañar entonces que encontremos una serie de materias y objetos referenciales y simbólicos (formas suaves, colores pastel, drones de compañía, paisajes nevados, lechuzas y mochis…) sacados de lo que Baudrillard (ya) llamó el ‘sistema de los objetos’. Borrás imagina con Lamot y su visión, una especie de sueño de perfección, de hipérbole benévola de la era del consumo exponencial que navega entre la angustia de un capítulo de Twilight Zone y la delicadeza de una sesión de wellness. Su trabajo se encuentra entre la crítica y la apología, en una suerte de suspensión del juicio, muy cercano a lo que Barthes -otra vez él- llamaba ‘el tercer sentido’, bailando así con la polifonía del significado. Asociaciones de ideas (cheerleaders y glaciares, hongos y pelotas anti-estrés) que navegan entre lo surreal y lo poético, inquietante y reconfortante a la vez, una mezcla entre la Unheimliche freudiana y la saturación buenista de un mundo de videoclips.
Por la cuidada estética de sus creaciones y la sinestesia de sus instalaciones, uno podría pensar que su trabajo se ciñe a un cierto formalismo sensorial, más cercano al diseño y la publicidad que al arte. Nada más lejos de la realidad. Su universo es una atrevida manera de sumergirse en las cuestiones metafísicas de siempre. Los nuevos altares resultan ser mesas de masaje o sillones ortopédicos. Los dioses por venir tienen caras biónicas, máscaras antiarrugas y chandals de diseño. Los querubines hacen ASMR y los profetas invocan posturas de yoga. Los ritos, espacios y referencias saturan las imágenes de Borrás en un intento de revisitar ceremonias trascendentes que conectan transhumanismo, progreso y biotecnología.
No es de extrañar entonces que sus propuestas estético-visuales -verdaderos entornos en los que las videoinstalaciones se ven complementadas con humo, estructuras y apariciones/performances- remitan a una suerte de mitología del futuro. Explica Giorgio Agamben -en ¿Qué es un dispositivo?- – que ‘a través de los dispositivos el hombre trata de hacer girar en el vacío los comportamientos animales que se separaron de él y así gozar de lo Abierto como tal, del ente en cuanto ente’. Los videos de Borrás están llenos de dispositivos*. O, dicho de otro modo, de todas esas cosas que nos inventamos para conectar de nuevo con la naturaleza a través de lo artificial -especialmente de lo tecnológico. Los universos que imagina Borrás son una suerte de sublimación de nuestro deseo secreto de permanencia, un exorcismo de nuestra finitud que antes pasaba por las plegarias y los amuletos y hoy se esconden en nuestros teléfonos y objetos cotidianos.
De esta manera, RAVVE se presenta como un capítulo más de esta polifónica fresca en la que Borrás mezcla altares digitales, ceremonias transhumanistas y personajes de un curioso Olimpo indefinido. Una rave del futuro de aires tecno pero trasfondo ancestral, que parece festejar el porvenir a través de dos sacerdotes del transhumanismo pero que, al mismo tiempo, busca un imposible estado de armonía y serenidad. El resultado es una meditación ritual, doblada de un viaje sonoro a cargo de Daniel vacas Peralta en Adaptasi Cycle y de Mowa, alias de Mit Borrás en su vertiente electrónica en Ravve, que conecta tecnología, naturaleza y estética. No sabemos en qué dimensión existen estos seres, en la frontera en la que se encuentran los robots -muertos y vivos- fuera del espacio, fuera del tiempo, como si hubiesen superado el estado humano, el pa(e)so del tiempo y las banales restricciones de lo material, a través de una ciencia bondadosa y un progreso suave.
Pero, como reza el subtítulo, son ‘fantasmas del futuro’. Y es que hay algo de espectral, una sombra, un espíritu que recurre las obras de Borrás, escondido tras una cierta utopía de equilibrio, amabilidad y armonía. Seguramente algo parecido a lo que Eric Sadin llama ‘el superyó del siglo XXI’, esa inteligencia artificial o esa realidad virtual que ‘realiza el fin de la historia, haciendo emerger un mundo nuevo, carente de cualquier fricción y aspereza, viviendo de la plena concordancia’.
Algo también de la hauntología derridiana, de lo que lo que Mark Fisher llama la ‘agencia de lo virtual, entendiendo al espectro no como algo sobrenatural, sino como aquello que actúa sin existir (físicamente)’. Es decir, aquella relación con lo que ya no es más o con lo que todavía no es. Quizás la nostalgia que anida en esa ‘lenta cancelación del futuro’ de la que habla ‘Bifo’ Berardi, una especie de melancolía de un futuro invisible que sentimos en el universo desencarnado, abstracto e indefinido de RAVVE. ‘Una de las características de nuestro tiempo es pensar que el futuro con el que siempre soñamos ya ha sido alcanzado’, me dijo un día Borrás en una de nuestras conversaciones. Y me pregunto si al final lo que hacemos no es más bien ‘disfrazar la desaparición del futuro como su opuesto’, como dice Fisher, es decir convencernos erróneamente de que el mañana ya ha llegado. En un mundo que parece vivir en un eterno presente, en una actualidad congelada -disfrazada de novedad continua-, lo que nos falta es una relación apacible con el tiempo. Eso que buscamos siempre en las raves, las fiestas, los macro-festivales o las sesiones de yoga y que Borrás reinventa en esta nueva versión de la bella fiesta del Valle, del antiguo Egipto, que ofrece en RAVVE.
Si la espera pasiva y desencantada en el purgatorio bíblico de Belacqua -esa figura tan beckettiana sacada de la Divina Comedia de Dante- fue el paradigma del siglo XX, quizás los limbos del nuevo milenio estén poblados de chamanes electrónicos, drones de compañía y salas de dentista con muros acolchados en los que clérigos new age recrean aquelarres desencarnados y ritos futuristas para volver a conectar, por fin, con lo que nunca llegamos a comprender.
Por Aurélien Le Genissel. Limbos del capitalismo.
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* ‘Cualquier cosa que de algún modo tenga la capacidad de capturar, orientar, determinar, interceptar, modelar, controlar y asegurar los gestos, las conductas, las opiniones y los discursos de los seres vivientes’, explica Agamben, es decir ‘ la pluma, la escritura, la literatura, la filosofía, la agricultura, el cigarrillo, la navegación, las computadoras, los teléfonos celulares y -por qué no- el lenguaje mismo’
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Mit Borrás, 1982, es un artista transdisciplinar. Su trabajo trata sobre la idea de Adaptación, es una tesis sobre la relación del ser humano con la naturaleza y el progreso tecnológico. Rica y personal, su obra describe el impacto entre la naturaleza y los deseos del ser humano de alcanzar la prosperidad plena y la trascendencia a partir de su relación mistificada con el progreso y nuestra era digital. A través de su estudio de la ergonomía, envuelve al espectador en un universo propio, un entorno aséptico, blando y una visión ortopédica del futuro en los limites de las fronteras de la bioética, la tecno religión, la ingeniería de objetos y la sexualidad en el diseño de la producción de bienes de consumo.
A través de una descripción holística de la realidad, su trabajo investiga las relaciones de orden simbiótico y naturaleza sintéticas y orgánicas entre la máquina, el cuerpo y la naturaleza. Tanto las instalaciones como el trabajo audiovisual de sus exposiciones involucran el uso de elementos inspirados en prótesis y la ingeniería médica, la industria robótica y la del placer, el autocuidado y la meditación que describe como paradigmas de la sociedad contemporánea cuyo análisis y fines confronta. Crea con ellos entornos inéditos y ambientes delicados como limbos, entornos serenos que remiten a la alta tecnología con materiales flexibles y sensuales, colores suaves y objetos ortopédicos. En su cuerpo de trabajo se establece una percepción taoísta de la realidad y de la singularidad tecnológica. Mit Borrás unifica elementos ancestrales y ficticios que imprimen al corpus de su obra un carácter totémico y un equilibrio entre lo religioso y la era digital, lo inquietantemente confortable y la incertidumbre sobre el futuro.
Exposición. 31 oct de 2024 - 09 feb de 2025 / Artium - Centro Museo Vasco de Arte Contemporáneo / Vitoria-Gasteiz, Álava, España