Descripción de la Exposición
Raíces suspendidas
Jorge Cueto
Todas las lenguas, todos lo murmullos, sólo una forma vicaria de preservar durante un tiempo azaroso nuestra identidad. (Roberto Bolaño, Los detectives Salvajes.)
El gesto contiene todas las formas de arte que significamos al día de hoy, al discursar bajo una inespecífica condición filosófica. Toda obra, inicialmente, nace como gesto, para asentarse luego en nuestra intelección cultural. El trabajo de Ylana Yaari (Brasil, 1999), se presenta, antes que nada, como un gesto de admiración asumiendo el hecho estético como un homenaje y una declaración. De una parte, rinde culto al movimiento antropográfico brasileño, en especial a Tarsila do Amaral y su búsqueda de una expresión más auténtica y genuinamente brasileña, frente al canon de la vanguardia pictórica precedente; de otra parte, recupera el potencial simbólico en un cruce y montaje de sentidos desde donde aflora una obra con inequívocos sesgos antropológicos, con una perspectiva íntima, donde la materia como discurso simbólico sobre la identidad se sitúa en el centro de su obra.
Su nombre, que proviene del hebreo, se traduce como “la raíz de mi bosque”, de ahí el título de la muestra. Ylana realiza una inmersión ex profesa en sus referentes que podríamos entender como una suerte de pesquisa ontológica. Husmea en el poder de los símbolos, de la palabra, y de los rituales en la búsqueda afanosa de su propia redefinición como sujeto. Es así que el significado de sus piezas (pinturas, esculturas y textiles), se configura como resultado de yuxtaposiciones/ superposiciones de formas capaces de remitir a cuestiones y visiones cognitivas acerca de la identidad, de lo propio frente a lo ajeno, del individuo ante el colectivo, del mirar y ser mirado, de completarse al entrar en un diálogo con el otro que se enfrenta a su obra.
Sus obras en general, pero sobre todo las esculturas, más allá de la teatralidad de su puesta en escena y materiales (creadas a partir de elementos reciclados y suspendidas de un hilo de algodón), es un reclamo frente a los temas urgentes de la agenda cultural contemporánea y los problemas esenciales que se derivan de los conflictos medioambientales. Estas raíces suspendidas surgen en la reflexión. Es un cuerpo raíz que se sostiene sin fundamento. Sin embargo, gira, interactúa y está presente frente al espectador.
Por otra parte, sus pinturas abstractas resulta el lenguaje idóneo para certificar sus operatorias intelectuales. Si realizamos una observación aguda de sus superficies, que implique el desmontaje de estas por capas de sentidos y espacios significantes, alcanzaremos a advertir una tensión latente entre elementos de diferente naturaleza. La identidad de su pintura deja al descubierto una intrincada dualidad entre lo abstracto y lo concreto, lo literal y lo figurado. Hablamos de una suerte de doble abstracción: un plano/fondo que “acoge” y “hospeda” una imagen/objeto también abstracto. Pareciera una contradicción, pero Yaari lo explica de forma coherente al señalar que sus composiciones se basan en un gesto orgánico fluido donde la expresión libre de la forma condensa sus emociones más íntimas.
Lo anterior permite generar varias interrogantes para comprender el acercamiento de la artista a la obra y su visión del rol del arte como medio transformador y propiciador de cuestiones ontológicas sobre el ser ¿Hasta qué punto la expresión personal puede llegar a ser polisémica? ¿Que rol juega el espectador ante un cuadro en definir la identidad de un artista? Es aquí donde Ylana se plantea sus mayores búsquedas como artista. El resultado viene a ser una obra de arte que surge como ejercicio de introspección, que busca conectar con el otro a partir de una expresión de lo personal subjetivo, que encuentra un sitio común con este, según, para luego entablar el diálogo y devolverlos más completos, tal vez menos individuales, pero más conscientes de su identidad, en este caso una nueva, contemporánea, híbrida y múltiple. Son estas mismas ideas las que manifestaba Mijail Bajtin, e Ylana parece estar consciente de ello. Para Bajtin la identidad es dialógica, requiere de un yo y de un otro (en este caso de una obra de arte y de un sujeto que la aprecie). Bajtín argumenta que nuestra identidad no es algo fijo, sino que se construye en relación con los demás a través del diálogo. Ylana se apropia de esto y plantea su obra, o más bien, la intención detrás de esta, como una especie de raíz que vaya adentrándose en cada uno de sus espectadores para así ser partícipes de esta.
En resumen, su trabajo es un ejercicio de autorreconocimiento destinado a aprehender esencialidades a partir de la experiencia. Sus obras, de esta manera, traducen un acto de fe anclado sobre la enorme voluntad de perpetuar y de conservar la memoria cultural, desde donde se prescribe un relato estético que hunde sus raíces en las imágenes y formas que dan libertad a la creatividad y sus innumerables significados. No aspiran a ser otra cosa que un comentario en sí mismas, y sobre el arte en general. Se atreve en el plano físico/simbólico aquello que pertenece al ámbito de los sueños y la imaginación, lo que queda suspendido por encima de la realidad.
Formación. 01 oct de 2024 - 04 abr de 2025 / PHotoEspaña / Madrid, España