Bernard-Henri Lévy afirma que la pintura de Rafael Cidoncha es el triunfo del arte sobre la naturaleza, de la ilusión sobre el encanto. Y es que sus obras parecen transportarnos a unos escenarios más reales que los naturales. Sus temas son cotidianos y muchos autores han querido ver en ellos naturalezas muertas. Es cierto, Cidoncha nos presenta, flores, árboles, techos de la ciudad, columnatas, cactus… pero con un carácter personificado, casi retratístico. Los rostros de los retratados están presentes, son verdaderos senderos de luz de la exposición. De nuevo en palabras de Lévy su obra es el principio de la luz humana y de la verdadera belleza que habla de las almas y con las almas.

Para enfrentarse a la pintura de Cidoncha es necesario agudizar el oído dado que se trata de lienzos que nos hablan, nos susurran, ... nos describen, nos transportan a una realidad en la que, a modo de trampantojo, identificamos los años que han pasado, el tiempo perdido y el recuperado, lo irreversible y lo inconsecuente.

A pesar de lo que podría parecer la obra de Rafael no rivaliza con la realidad si no que juega con ella y ésta se hace más presente y más viva si cabe en sus pinturas. Se trata de una realidad transfigurada, ennoblecida por el paso del caballete.