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La trayectoria creativa de Rafael Díaz-Casariego Fernández (Oviedo, 1927 – Madrid, 1995) al frente de la editorial a la que dio su nombre durante treinta y cinco años se puede explicar partiendo de tres premisas: pasión por los libros, devoción por la obra gráfica y rigor en el trabajo. Su labor fue la un editor singular que mantuvo abierto un taller propio calcográfico y litográfico para realizar la colección Tiempo para la Alegría, compuesta por cincuenta títulos de gran formato, de tiradas limitadas a 199 ejemplares, ... en la que los textos literarios van acompañados por grabados y litografías numeradas y firmadas por los artistas, siempre en un número significativo, rondando la docena. Aunque haya habido otros importantes talleres de grabado en España en el siglo XX y editores de arte y bibliofilia y obra gráfica (Gustavo Gili y La Polígrafa entre otros) no existe una colección similar en extensión y contenido a la dirigida por Casariego desde los años sesenta hasta los ochenta, en la que se presentan de manera complementaria textos literarios de autores españoles y obra gráfica original de artistas también españoles.

En 1959 Rafael Casariego fundó Ediciones de Arte y Bibliofilia, nombre que más tarde cambió por el de Editorial Casariego, en sus propias palabras "para publicar libros de arte con la mayor calidad posible". Al año siguiente apareció su primer título, La tauromaquia de Goya, en edición facsímil. Este primer libro es precursor de lo que sería su futura dilatada labor, dedicada a la obra gráfica y a las ediciones facsímiles. Tampoco es casual que comenzase por Goya, artista al que admiraba profundamente como grabador y consideraba inigualable en su uso libre de las técnicas del grabado.

Ante todo, Casariego se consideraba un editor de bibliofilia. Su acercamiento a la elaboración editorial era más artesana que industrial. Como tal, consideraba a los libros obras y no productos. En la introducción del catálogo del trigésimo tercer aniversario de la editorial, nos recuerda que, "con los avances tecnológicos, las artes gráficas se han convertido en industrias gráficas. Así, ya en el siglo pasado adelantaba Balzac: ‘Tenemos productos, pero ya no tenemos obras’". Él, desde luego, querría componer obras, "con grabados y litografías originales realizadas directamente por los artistas sobre las planchas o las piedras y estampadas manualmente". Para ello, instaló y dirigió su propio taller calcográfico en la editorial, como extensión natural de la empresa. (…)

Rafael Casariego Andréu (*)

(*) Rafael Casariego Andréu es hijo de Rafael Casariego. Texto extraído del catálogo de la exposición