No hay extensión más grande que la noche, tal vez el mar, ni nada más profundo que la piel, el corazón quizá. Sobre estas dos premisas y sobre la reflexión de los infinitos caminos de la luz, Pedro Monjardin construye Radiografía de un naufragio, la que sin duda es su serie más personal hasta la fecha, unas fotografías que marcarán un antes y un después en su carrera expositiva. El abandono del arte como temática central es el punto de inflexión del              que arrancan una mirada más amplia y una ambición más alta. La emoción sigue siendo el eje alrededor del que gira la obra pero ahora no se trata de rescatar a la cautiva de la prisión del museo sino de crear la propia, la que late en el misterio de la luz resbalando por el agua hacia fondo de la noche, en la nostalgia de ... los escombros de la ola rota sobre la arena, en la esperanza dibujada en la línea del horizonte. Las fotografías se suceden en una secuencia casi musical, son las partituras de una canción infinita, Radiografía de un naufragio es la balada triste de un cazador de imágenes que no renuncia a la luz aún sumido en lo más profundo de la noche. Dice Octavio Paz en El laberinto de la soledad que 'quien ha conocido la esperanza no la olvida nunca', parafraseándole en imágenes Pedro Monjardin en esta exposición nos cuenta que no importa cuán larga sea la noche siempre amanece.