Descripción de la Exposición
QUIZÁ UN DÍA EL CIELO SERÁ SILENCIO
Por Lupe Álvarez | Curadora
La muestra colectiva Quizá un día el cielo será silencio, en el Centro de Arte Contemporáneo (CAC) de Quito, reviste un significado especial. En ella exponen algunos de los artistas imprescindibles para bosquejar genealogías de la escena del arte contemporáneo local.
La idea surgió de la cercanía generacional entre los creadores que la conforman, del vínculo que muchos tienen con la educación artística, pero, sobre todo, de una necesidad colectiva de conversar en torno a sus propuestas, reactivando afinidades estéticas y puliendo sus proyectos en ese intercambio. Se trata de artistas con trayectoria y reconocimiento que, en algunos casos, por compromisos con su formación, mantuvieron una presencia discreta en la palestra cultural.
Lo que podremos ver resulta consecuente con los cauces que estos creadores han ido perfilando en años de trabajo. Jenny Jaramillo, Gabriela Rivadeneira Crespo, César Portilla y Nelson Santos son figuras que, en los noventa, se enfrentaron críticamente a la hegemonía de las bellas artes cuestionando nociones asentadas del objeto artístico, el lugar del espectador, el rol de los medios expresivos. Apuntaron con ello al borramiento de las fronteras entre estos y exploraron maneras en las que el acto creativo puede inscribirse en espacios y formas que discuten la artisticidad misma.
El performance, la intervención, la pintura expandida, el arte procesual y los desplazamientos de la figura del artista individual araron el campo de la escena local con las contribuciones de estos artistas. Sus obras, desde entonces, ayudaron a complejizar los modos en los que el arte comenta la conflictividad de nuestras sociedades, alejándose de estéticas edulcoradas mediante estrategias que expandían los vínculos del arte con prácticas y campos de saber diversos. Ellos podrían ser calificados con esa categoría de artista-etc que Ricardo Basbaum ha erigido para nombrar a esos creadores y algo más, que han contribuido a “pensar la práctica artística desde otros espacios”[1].
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La dupla Rivadeneira-Idrovo contribuye con algunas piezas concebidas para diferentes morfologías que acentúan su relación con el espacio y el contexto. Quizás estas sean las obras de la muestra cuyo talante subjetivo reclame un vínculo con las circunstancias actuales del país.
En general, la propuesta de Gabriela Rivadeneira y Hugo Idrovo está abocada a exorcizar esas narrativas teleológicas que han moldeado nuestro inconsciente colectivo: la de la nación, la del progreso, la de las vanguardias. Se trata de una poética del desvarío que, en la materialidad de los signos y en su interacción con los sujetos, suscita otras derivas.
Si en Ecuador se abriera una encuesta para designar cosas que le tomen el pulso al siglo XX, ¿cuál sería el resultado? ¿Será posible algún consenso sobre esos modos emblemáticos en los que el siglo se reconoce? Estas serían preguntas sobre las que versa El Siglo,pieza que requirió una investigación en algunos de los principales archivos nacionales.
Gabriela Rivadeneira Crespo y Hugo Idrovo, El Siglo, 2021-2022, técnica mixta sobre madera y lienzo. Foto: Claudio Muñiz
Gabriela Rivadeneira Crespo y Hugo Idrovo, El Siglo, 2021-2022, técnica mixta sobre madera y lienzo. Foto: Edgar Dávla Soto
Gabriela Rivadeneira Crespo, Las cruces sobre el agua (de la serie Especie de Espacios), 2022, marcador sobre pared. Dimensiones variables. Foto: Edgar Dávla Soto
Como conjunto, la obra no prioriza un material específico. Se complace en el recorrido por repertorios diversos: hechos, imágenes cuya conexión no se adscribe a relatos fundados en argumentos causales ni en perspectivas plausibles de historicidad. Parecen residuos carentes de ilación que en su devenir abierto a la exégesis y al comentario, pudieran activarse en otros posibles relatos.
Arqueología Futurase inscribe en la misma tesitura: una memoria cifrada en signos dispersos. En este caso, la narrativa desarrollista fundamentada en la noción de progreso es removida como referente maestro cuestionando, en sus residuos, la autoridad de los sentidos que en algún momento representaron las ideas de avanzada.
En vez de reproducir verdades, el archivo en estas obras está para ser interrogado, leído desde una experiencia presente que lo reconfigura señalándolo no sólo en lo que hay, sino más bien en lo que falta, lo forcluído en su representatividad, lo ausente en su permanente presencia.
Las cruces sobre el aguade Rivadeneira es al mismo tiempo una remembranza y una invitación a retomar reflexivamente el hecho histórico: la masacre de obreros que próximamente conmemorará su centenario. El referente literario sirve de pretexto para abrir el suceso al tiempo presente, evocándolo mediante la acción de poner el cuerpo reescribiendo íntegramente el texto en el espacio: una temporalización que desafía al propio carácter acotado de la expectación.
«Lo que no puede verse ni decirse, el arte debe mostrarlo», dijo Gerard Wajman. Esta muestra que sondea la mostración de lo inaprehensible nos deja ver que no existe completitud trascendente, solo fragmentos; indicaciones cuyo criterio de selección se torna huidizo y nos alude de forma oblicua abriendo camino al dejarse llevar.
Gabriela Rivadeneira Crespo y Hugo Idrovo, Arqueología Futura (de la serie Futuro Perfecto), 2021-2022. Objetos de dimensiones variables, materiales mixtos (cemento, bondex, arena, yeso, pigmentos). Foto: Edgar Dávla Soto
Gabriela Rivadeneira Crespo y Hugo Idrovo, Arqueología Futura (de la serie Futuro Perfecto), 2021-2022. Objetos de dimensiones variables, materiales mixtos (cemento, bondex, arena, yeso, pigmentos). Foto: Claudio Muñiz
[1] http://www.lugaradudas.org/archivo/publicaciones/fotocopioteca/44_amo_artistas.pdf
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