Descripción de la Exposición Se celebra este año el centenario del nacimiento del artista cántabro Antonio Quirós (Santander, 1912-Londres, 1984). Como quiera que el MAS organizó una completa e importante muestra de toda su obra en el año 1999, entendimos que una forma de recordarle era retomar su joven período artístico de los años treinta que incluye sus etapas blanchardiana (1932-1934) y lorquiana (1935-1937): la primera es consecuencia de la total influencia que ejerció su tía María Blanchard en su trabajo; la segunda es producto del mutuo conocimiento que tuvieron el cántabro y Federico García Lorca (Fuente Vaqueros, Granada, 1898-Víznar, Granada, 1936). Se trata de un sentido homenaje, con la exhibición de varias pinturas, así como la celebración de eventos poéticos y musicales lorquianos, con duende. Como explicación de aquél momento artístico de Quirós, se extracta dos textos relativos a tan singular momento. Salvador Carretero Rebés; Carmen García García; Belén Poole Quintana; Isabel Portilla Arroyo: Antonio Quirós (1912-1984) pp. 22-37 en Cat. exp MAS/ Museo de Arte Moderno y Contemporáneo de Santander y Cantabria, Santander, 1999. 'Quirós conocerá enseguida al granadino (...)./ La Universidad Menéndez Pelayo nace en 1932. Al año siguiente, el Teatro Universitario La Barraca, se estrena en Santander, entre el 15 y el 18 de Agosto, bajo la dirección de Federico García Lorca. Al granadino le interesaba mucho el foro santanderino, dadas las personalidades intelectuales y artísticas que concitaba: Pedro Salinas, Dámaso Alonso, Jorge Guillén, Gerardo Diego, Ignacio Aguilera, Marcelle Auclair, Regino Sainz de la Maza, Américo Castro, José Antonio Rubio Sacristán, Karl Vossler, Herschel Brickel, etc. (...). La presencia de Lorca y de La Barraca, en Santander son fundamentales a la hora de explicar las causas de reafirmación de los cambios artísticos que se producen en la obra de Quirós. Y decimos de reafirmación, porque el mismo Quirós, ya había dado los primeros y más decididos pasos. El impacto social y cultural que supuso a nivel local y regional la presencia del Teatro Universitario y Lorca fue fabuloso. (...)./ Entendemos que es Lorca quién va a introducir a Quirós en el mundo metafísico y surreal, en la etapa más importante y comprometida del artista cántabro, de forma gradual. Es importante saber cuándo exactamente es presentado Quirós a Lorca. Según la hermana del pintor, es en 1934 cuando Gerardo Diego le presenta al granadino. Luego, todavía en 1933 no se asiste a la nueva y gran ruptura./ La obra de Quirós de 1933 manifiesta un lógico continuismo pero con nuevos puntos de influencia y referencia. Sigue siendo un fiel blanchardiano, si bien se advierte una sustancial mejora técnica y conceptual como se puede apreciar en el emblemático y fundamental óleo de estos momentos El cajista (...) que supone una novedad pictórica en el Santander de estos años, dentro de la más absoluta modernidad, quizás ya vanguardista. Cabe entender que Quirós (...) todavía no ha compartido tertulias con Lorca, caudal informativo fundamental en el sorprendente Quirós que va a llegar. <En esta misma línea blanchardiana cabe enmarcar otras obras como L´infirmier des fous presente en la muestra> (...). La Barraca repite su presencia (...) en agosto de 1934 (...), al poeta le es presentado Quirós, presentación que coincide con un momento especialmente duro para Lorca - muerte de Ignacio Sánchez Mejías- y clave para la trayectoria del pintor. Si a la personalidad y carisma de Lorca, se le une su estado de ánimo (...) nos encontramos con un panorama de extrema sensibilidad que, conocido directamente, debe impactar en la persona de Quirós. Consideramos estas circunstancias fundamentales a la hora de interpretar las causas del inmediato cambio en su concepto artístico, que desembocará en una breve pero lucidísima etapa lorquiana, que va a durar unos tres años, encontrándonos en ella al más grande Quirós. En 1935 La Barraca y Lorca llegan nuevamente y, por última vez, a Santander... Y vamos a asistir a un brusco cambio en Quirós: de una etapa blanchardiana a otra lorquiana. De forma genérica, denominamos 'etapa lorquiana' al momento en que el artista se compromete con la estética metafísica y surrealista, es decir, a la etapa del mejor y más interesante Quirós. Aunque no son muchas las obras conservadas - tampoco es posible pensar que pintara muchas más, ya que coincide con su servicio militar y luego, con la guerra civil- sí son más que suficientes para conocer bien cuáles eran sus inquietudes e intenciones, alimentadas además por elementos poéticos y literarios de claro signo moderno, tomados fundamentalmente de Gerardo Diego, así como de Lorca, Cancio, etc...' Salvador Carretero Rebés: 'La pintura de Cantabria en la modernidad (1919- 1957)', pp. 15-101 (pp. 50-56) en, S. CARRETERO REBÉS Y J. DÍAZ LÓPEZ: La pintura de Cantabria en la modernidad 1919-1957. Cat. exp MAS/ Museo de Arte Moderno y Contemporáneo de Santander y Cantabria, Santander, 1999. '...particularmente interesantes nos parecen las creaciones metafísicas de Antonio Quirós (...) de los años treinta, bañadas de un consistente sustrato literario. Pero antes de abordar esta etapa verdaderamente apasionante, justo antes, nos encontramos con un Quirós empapado de la obra final de María Blanchard (...), tardocubista o en una blanda figuración de íntima conexión cubista, que comenzará a exhibir con Luis Polo y Patricio Sánchez en el Ateneo de Santander (1931). Los formidables El cajista (1933) y el Retrato de Jesús Cancio (c. 1933- 1934), así lo atestiguan. (...) Es decir, inicia sus pasos artísticos de la mano de una absoluta moderna -´la dulce sombra`-, inmejorable madrina profesional, lo que equivale a ubicarse, de golpe y porrazo, en la misma modernidad. Pero de entre todos los conservados y localizados, hemos de destacar a El cajista (1933) <donado por Domingo Lastra Santos y Mª Rosario Valdor> y L´infirmier des fous (c. 1933-1934) de la colección de José María Lafuente (...) por cuanto supuso la bisagra del antes tardocubista blanchardiano y del después metafísico lorquiano (...). El Quirós entre metafísico y surrealista es, en nuestra opinión, el mejor y más interesante. Pocas son las obras que han llegado hasta nosotros, pero las suficientes para conocer bien cuáles eran sus inquietudes e intenciones. (...) El hecho de que Quirós las lleve a cabo con tan sólo veintitrés o veinticuatro años, ya nos evidencia su valiente y abierto carácter moderno (...) entre lo surrealista y lo metafísico. Y con él, volvemos a encontrarnos con García Lorca. Curiosamente, todos estos óleos parecen estar realizados en 1935, año, por otra parte, especialmente significativo. Volvemos a recordar la virulenta y notoria Revolución de Asturias acaecida en diciembre del 34; un Santander que también vivía su particular odisea y tensión; la visita a la ciudad de García Lorca y La Barraca (1933, 1934 y 1935), coincidente con la muerte de Sánchez Mejías (1934); los mítines de Primo de Rivera en Santander y Torrelavega... Para un joven y convencido republicano como Quirós, éstos y otros hechos no podían, en modo alguno, pasar desapercibidos. Pues bien, obra maestra en el artista es el ya célebre Perro ladrando a la luna (1935), recientemente donado por la familia de la Lastra Santos al <MAS>. Mayor sintetismo plástico, no cabe: sencillez compositiva, neutralización cromática, suave y límpida articulación, amplia espacialidad. Si el continente es ciertamente inmenso e intenso, el contenido que nos arroja el lienzo lo convierte en una pieza clave en la historia de la pintura en Cantabria del siglo XX. Es una obra con duende, particularidad lorquiana identificativa, punto de encuentro entre pintor y poeta. (...) de nuevo nos encontramos, no ya con un referente poético-espiritual, si no con una pintura que tiene su razón de ser en la figura y obra de García Lorca. A priori, sabemos por tradición que este lienzo nace desde un punto urbano santanderino - en San Martín, en la calle Reina Victoria, que es donde el pintor tenía el estudio- desde donde Quirós contemplaba la bahía, lugar mágico que el artista sabe adaptar e interpretar para llevar a cabo su íntimo contenido lorquiano. En alguna ocasión hemos apuntado la posible influencia que el óleo toma de una obra de Joan Miró -que responde al mismo título Chien aboyant à la lune (1926)-, que se conserva en el museo de Philadelphia. Miró la soluciona con su característico sintetismo orgánico, en ambiente nocturno en negros y ocres, resaltando la presencia de una evasiva que se pierde ascendentemente hacia el infinito. Pero hoy entendemos que Perro ladrando a la luna de Miró supone un mero referente respecto al de Quirós. El lienzo del cántabro reúne tres elementos principales y dos complementarios: el color verde, la luna y el perro, entre los primeros; la mar y la soledad, entre los segundos. El cuadro posee una cromática fría, metálica, en escalofriantes y dominantes verdes, apuntalados por gélidos blancos. Por aquí debe comenzar la lectura del óleo. A nadie se le escapa el valor simbólico del verde en García Lorca, con perpetua presencia en su poesía. Aguirre nos explica la relación poética de lo verde que enlaza con la luna y la mar - ligado a lo carnal, a los niños uertos, a la sangre y las espinas-; con las ramas sin aves y la fruta helada; con los símbolos de la esterilidad, de frustración y de muerte, con el amor sin fruto o amargo, con el amor equívoco que se identifica con la tragedia; con la impotencia de la consecución del amor maduro, especialmente emotivo y desesperado al percibir una muerte próxima... Es un verde amargo y hasta erótico. Lorca matrimonia el verde a la mar, convirtiéndola en helada. Esta sensación de frío esta conseguida en el lienzo de Quirós, obteniendo un aspecto cromático metálico, la sensación gélida a que hacíamos mención más arriba. En ´Teoría y juego de duende`, el poeta granadino afirmaba que en España, ´lo más importante de todo tiene un último valor metálico de muerte` asociación -metal y muerte- muy frecuente en toda su obra, tal y como recoge Xirau. El mejor vehículo para lograr este efecto lo asume Quirós con el verde y el blanco lunático presentes en el óleo. La luna es el símbolo de la noche perpetua, contra la amenazante aurora cuya venida significa la llegada del enemigo. La poesía de Lorca está inundada de un femenino nocturno lunar, esencialmente estéril. En Lorca, luna y muerte son sinónimos, máxime al vincularlo a los verdes, al pecado original, a algo que se magnifica con la incorporación de la mar al paisaje lunar, tomada la mar como espejo de muerte. Estos simbolismos aparecen con constancia en multitud de poemas del granadino como en Romance sonámbulo, el Romancero gitano, La oración de las rosas, el Romance de la pena negra, la Oda a Walt Whitman, el Diálogo del Amargo, la Suite de los espejos, etc. Queda por encajar la pequeña caseta y el perro. La caseta es un elemento más, fruto de la acción del hombre: en realidad se trata de una de las casetas aduaneras de los entonces llamados carabineros santanderinos, que, con el tiempo, han desaparecido. Quizás esté ligado a alguna intencionalidad de vigilancia, de un cuerpo presente del sistema contra la absoluta libertad. Y el estilizado galgo, en blancos y grises, que aúlla o ladra a la luna, es una posible confrontación de efectiva impotencia, ante la clara desventaja del animal frente al ser-satélite que todo lo alcanza con su luz y presencia. El can sería la manifestación natural del propio pintor o de otro ser querido, fiel a su amo, a sus pensamientos. Perro ladrando a la luna de Quirós viene a manifestarse como un espejo premonitorio de muerte. Este significado otorgado puede ser autobiográfico o biográfico. En el primer caso, es posible que se trate del miedo de Antonio Quirós hacia lo que se avecinaba, miedo impotente representado en el perro, revelación que se adelanta al estallido de la Guerra Civil española o a la posible persecución que sentía iba a sufrir como consecuencia de su postura ideológica bien conocida, por pregonada. Y podría ser biográfica relativo a García Lorca y/o su obra. A quien conocía bien -de hecho, sabemos que el granadino frecuentó el estudió de Quirós en los años de La Barraca en Santander-, pero nuevamente encadenada al conflicto bélico que iba a tener lugar un año después. Es posible que tenga alguna conexión incluso con la fatal desaparición de Sánchez Mejías acaecida el 13 de agosto de 1934. En cualquier caso, en el Perro ladrando a la luna de Quirós parece encajar siempre el sentido premonitorio de muerte, de impotencia ante un poder dominante. El diálogo y maridaje entre la pintura metafísica y surrealista del Quirós de los treinta y la creatividad del granadino según Higginbotham, van de la mano, acrecentado gracias al fundamental sustrato de la nocturnidad. Esta interpretación puede ser asumible al considerar otras obras de Quirós del mismo año 1935. Su Autorretrato del <MAS> presenta una particularidad de evidente referente vangoghniana, con la ausencia de la oreja derecha. El artista no padecía este defecto físico, lo que nos incita a considerar un significado que parece fácil: ´oidos sordos` de su ´parte` ante la avalancha de la ´obra`. Quirós realiza el autorretrato y, luego, con una cuchilla, elimina los sobrantes de la oreja derecha, saja el diestro sentido del oído: precisa no saber nada sobre lo que avecina, o simplemente parece decir ´estáis sordos` o ´estoy sordo; no me molestéis` o ´quiero estar sordo`. Sus convicciones, unidas al sentir lorquiano, se evidencian en La muerte del Camborio (1935), pertenecen al <MAS>. Importante dato es el siguiente: Quirós colaboró con La Barraca en una de sus representaciones, la de 1935, la que sacó adelante Pío Muriedas, por mediación de Gerardo Diego, ante la ausencia de Lorca. Para la organización, Muriedas contó con la ayuda de Quirós, ´que había realizado un cuadro alusivo al tema de Antoñito el Camborio y que prometió a Lorca`. La muerte del Camborio es otra de sus obras lorquianas, que evidencia lo hasta aquí dicho, y que el cántabro pintó para regalársela a García Lorca, lo que no pudo hacer porque ya no le vio más. Si ya estos datos nos ejemplifican la íntima relación de la obra de Quirós de estos años con la de García Lorca, en el célebre Chivo emisario del mal (1935) del <MAS> parece cerrar el ciclo. La vorágine tormentosa que presenta el lienzo en sus dos tercios superiores, coronación dramática por dinámica, aplasta y revienta el globo terráqueo que, prisionero de estilizadas rocas, parece ser engullido para hundirse en siniestras profundidades. A la izquierda el pintor sitúa una embarcación zozobrada, a punto de naufragar. Una ciudad en llamas, con grúas de construcción en acción de desplomarse, completa la visión destructiva mar- tierra. Los datos dalinianos son manifiestos, con una roca y una estaca partidas. Y justo sobre el globo terráqueo, asoma un ser-máquina negruzco, que parece abrazar y comerse la esfera. Muerte y destrucción que se completa con un dato entre irónico y reivindicativo: en el globo terráqueo, Quirós puntea dos localidades y, de forma autógrafa -inscripciones que han aflorado con la limpieza de la obra-, deja bien nítido las dos ciudades que no le volvieron la espalda y que no son otras que Torrelavega y París. Si, siguiendo a Laffranque, Lorca no tuvo idea de premonición de guerra pero vivió una constante sensación y tensión de revuelta revolucionaria, en este lienzo de Quirós sí parece concretarse un cataclismo final, la visión metafísica de un desastre total. Quizás no tanto como del conflicto español; tampoco del conflicto mundial. Seguramente es el resultante de la suma de todo, algo que inunda la obra lorquiana, como en Impresiones y paisajes, Romancero gitano o Poeta en Nueva York, además de proyectos nunca escritos. Respecto al granadino, López-Morillas ensaya sobre el fondo de violencia y muerte. Inicio/protesta/muerte premonitoria (Perro ladrando a la luna), desarrollo/persecución/muerte (La muerte del Camborio) y punto seguido/guerra/muerte (Chivo emisario del mal), debían tener una continuación, un final/huida/deseo de vida, que parece manifestarse en Fuga (1935), en tetralogía no documentada. El último, puede constituir un punto y seguido, no final, consecuencia de la inevitable huída para conseguir mantener lo más preciado: la vida. En este caso, preconiza la fuga como acto de supervivencia y libertad, instalando a una joven pareja -Tristán e Isolda modernos-, tranquila y despreocupada del entorno convulso, en una especie de paraíso. Todas estas obras debió exponerlas en la Biblioteca Popular de Torrelavega, en 1936. En plena Guerra Civil, antes de sufrir exilio, lleva a cabo un genial gouache titulado Viento Sur (1937) que, junto con el Perro, resulta ser otra de las grandes obras de Quirós, no ya de esta etapa, si no de toda su trayectoria. Ya sabemos todos lo que supone el viento sur en Santander: las gentes se tornan más ariscas, las mentes se obtusan, lleva consigo el enorme peligro del incendio, arrastra la porquería hacia el interior de la urbe. Pues bien, Quirós pinta en esta obra una aislada silueta humana, unos objetos o elementos vegetales dispersos y la mar a la derecha. El suave y atractivo aspecto cromáticolumínico otorgado a la pequeña pieza, contrasta con los malos vientos que padecían en ese momento el artista y su entorno, con la posible intencionalidad otorgada por el gran artista. Inmejorable colofón plástico en Cantabria coincidente con es estallido del conflicto civil. Es la obra del mejor y más comprometido Quirós, invadido de un mundo de inquietas alegorías. Un grito y protesta contra la muerte y la guerra, contra la confrontación y el enfrentamiento, contra la destrucción y el olvido, contra la desolación y la anulación, inicialmente transportado por el carisma, visión y sentimiento de un poeta excepcional'
Exposición. 19 nov de 2024 - 02 mar de 2025 / Museo Nacional del Prado / Madrid, España
Formación. 23 nov de 2024 - 29 nov de 2024 / Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS) / Madrid, España