Texto de Jaana Sinervo
Descripción de la Exposición
El próximo 10 de junio se inaugura en la Galería de Arte Contemporáneo La Lisa el último proyecto fotográfico del artista José Eugenio Mañas, "Quien camina en línea recta no llega a ninguna parte", exposición que se enmarca dentro del programa "Miradas. Primavera fotográfica de Albacete".
La exposición se plantea a través de una instalación fotográfica, jugando con la disposición de las obras en el propio espacio de la galería para acentuar la sensación de extrañeza que el artsita confiere a su trabajo. El punto de arranque de este proyecto es El Mito de Sísifo, ensayo filosófico que Albert Camus escribió en 1942 y que el artista toma como referencia para presentar su propio discurso sobre el vacío de la realidad y el absurdo de la existencia, aspectos que se han convertido el eje de sus últimos proyectos, y lo lleva a cabo a través de un rico repertorio visual, donde la sorpresa, el ridículo, el humor y el absurdo son los instrumentos adecuados para crear toda una amalgama de sensaciones que rompen con lo convencional y con la lógica establecida, creando un sinfín de situaciones extrañas, unas veces inverosímiles, otras más cercanas a la poesía, pero impregnadas siempre de una mirada que esconde un sinfín de posibilidades semánticas de corte existencialista que van más allá de la propia apariencia nihilista. Se trata de fotografías directas y misteriosas, elaboradas de forma sencilla, sin artificios y retoques, pero cargada de metáforas, a veces de lecturas complejas, que el artista no desentraña con claridad, porque él entiende el arte como un espacio de libertad donde deben entrecruzarse multitud de significados e interpretaciones. Esa mezcla y esas historias entrelazadas son las que finalmente nos atrapan, deseando que nunca tengan fin. El trabajo de José Eugenio Mañas está impregnado de una riqueza visual extraordinaria, son imágenes que se apoderan de nosotros con solo mirarlas, imágenes que no solo seducen, divierten e impresionan, sino que por su carga semántica, su lenguaje abierto e imprevisible, nos invita a reflexionar sobre temas de carácter cotidiano y existencial que difuminan nuestro verdadero ser y vienen a decirnos, al igual que decía Paul Valéry, que "lo real solo puede expresarse por el absurdo".
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Desde comienzos de siglo, la producción artística contemporánea, a través de estrategias de diversa índole, está siendo dominada por la fotografía. Los artistas se han apropiado de la práctica fotográfica para desarrollar un discurso que ha alcanzado un lugar hegemónico a nivel global, ocupando una posición que hasta entonces venía siendo ocupado por la pintura, hasta el punto de que la propia fotografía se ha convertido en la gran protagonista de la galería contemporánea. Dentro de la variedad de estrategias utilizadas por los artistas, el humor y el absurdo ha cobrado recientemente una importancia notable, convirtiéndose en un arma poderosa para comunicar ideas de naturaleza diversa. El absurdo, incorporado con total plenitud al panorama artístico por el Dadaísmo, fue utilizado para poner en tela de juicio los grandes ideales de la sociedad occidental, casi siempre desde un punto de vista crítico y contestatario ante la sinrazón y la muerte que provocan las grandes guerras del momento. El surrealismo lo absorbió posteriormente, ahondando en el subconsciente humano bajo aspectos filosóficos y psicológicos, conduciendo al arte por territorios divergentes y extraños, pero con un atractivo inmenso.
A partir de este contexto podemos adentrarnos en el trabajo de José Eugenio Mañas, cuyo discurso artístico, por su carga de poesía, por su fantasía, por su amor a la paradoja, por su humor, por su audaz desmesura, por su capacidad para desafiar los códigos visuales establecidos, presenta rasgos comunes con el surrealismo o postsurrealismo, y un cierto paralelismo con algunas estrategias outsiders del movimiento fundado por André Breton, pero sin abandonar por ello, el conceptualismo en el que se formó y ha desarrollado a lo largo de su trayectoria artística.
Para José Eugenio Mañas, el absurdo, el humor y el ingenio son los instrumentos adecuados para romper con lo convencional y lo cotidiano a través de la creación de situaciones extrañas, unas veces inverosímiles, otras cercanas a la poesía, pero impregnadas de una mirada que esconde un sinfín de significados que van más allá de la propia apariencia nihilista, y es que como él mismo dice “se pueden abordar temas serios sin la necesidad de mostrarlos de una forma terriblemente seria”.
El artista, dependiendo del proyecto a desarrollar, se vale de diversos recursos y medios, bien sea pintura, dibujo, performance, objetos, instalación o únicamente fotografía como es el caso de este último trabajo, y es que, en definitiva, lo contemporáneo en el arte tiene más que ver con la aptitud ante el presente y la vida que con el medio del que se sirve.
El punto de arranque de este proyecto es El Mito de Sísifo, ensayo filosófico que Albert Camus escribió en 1942, en el que Sísifo, ese héroe de la mitología griega que, tras haber revelado el designio divino a los hombres, es condenado por los dioses a empujar una piedra gigante hasta la cumbre de una montaña, con la única finalidad de hacerla caer rodando para volver a empujarla de nuevo e infinitamente hasta lo más alto. Esta tarea inútil y eterna que no tiene un fin concreto es el pretexto que utiliza Camus para desarrollar su discurso sobre el hombre absurdo y el sinsentido de la existencia humana, teoría que José Eugenio Mañas toma como referencia para presentar su propio discurso sobre el vacío de la realidad y el absurdo de la existencia, aspectos que se han convertido el eje de su lenguaje último, y lo lleva a cabo de forma magistral, a través de un excelente repertorio visual, donde lo extraño, la sorpresa, el ridículo y el humor nos alejan de esos caminos “lógicos, rectos y establecidos”.
Aunque de manera general no podamos hablar de características autobiográficas en su producción, el artista aparece en la mayoría de sus obras y algunas guardan relación con momentos o experiencias propias de su vida. De esta manera, su cuerpo es el motivo central de su trabajo, se presenta como el lugar donde ocurren las cosas, es un cuerpo ligado a la acción, a la performance y al objeto, todo ello utilizado para invertir el sentido de lo que comúnmente vemos, cuestionándolo y poniéndolo en total contradicción con el espacio que habita. Se trata de un cuerpo en movimiento, congelado únicamente por el propio acto fotográfico, es como un boceto inacabado que sólo puede ser completado a través de la mirada y del pensamiento del que contempla sus fotografías. Estas acciones, que en realidad parece que nunca han existido, pueden sugerir una primera aproximación al vacío de la propia existencia humana.
El trayecto y el camino están presentes en muchos de sus trabajos. Se trata de un camino por el que transita un cuerpo en continuo movimiento que nos aproxima al tema de la mutación a través de una serie de juegos estéticos que se interrelacionan con aspectos puramente existenciales. En este sentido, al congelarse la imagen, podríamos decir que la mudanza es del pensamiento o de la idea que estructura toda la dinámica del trabajo. Este proceso de alteración parece obsesionar al artista, generando imágenes de fuerte contenido onírico y surrealista, en el que la mutación, congelada de nuevo por el acto fotográfico, es la vía más directa para superar las barreras impuestas por la racionalidad y tomar contacto con la esencia misma del mundo, convirtiéndose, a la vez, en la más pura alegoría del tiempo y el devenir.
Al artista le interesa el objeto como una extensión del propio cuerpo, como hilo conductor de cada pieza. Como ocurría en el Surrealismo aborda el objeto desde su dimensión simbólica, pero también con su carga de subjetividad y el nuevo rol que alcanza a través de la descontextualización y el alejamiento de su función habitual; ese efecto de extrañamiento e inutilidad práctica, lo convierten en una herramienta mediadora para pensar y hacernos preguntas, pero también para reafirmar su valor de cambio a través de las propiedades nuevas que adquiere y que nos obligan a un repensamiento de la realidad. Son elementos cotidianos, unas veces tomados de la naturaleza, otras veces fabricados por la mano del hombre, pero casi siempre relacionados con lo banal, con la fragilidad y el vacío. La disposición de los mismos adquiere un entramado ambiguo que exhorta lo ilógico, lo absurdo y lo irracional, pero nunca desprovistos de la idea que marca el decurso de cada acción que para el artista es importante. Estos objetos actúan a modo de reliquia sobre el cuerpo del artista en un intento de embellecerlo y enaltecerlo, pero en realidad no hacen otra cosa que acentuar el cuerpo como un contenedor de lo que realmente somos, un sostén de lo simulado, de lo falso y de lo artificial.
Son fotografías directas y misteriosas que muestran con ironía la huella de lo cotidiano, elaboradas de forma sencilla, sin artificios y retoques, pero cargada de metáforas, a veces de lecturas complejas, que el artista no desentraña con claridad, porque él entiende el arte como un espacio de libertad donde deben entrecruzarse multitud de significados e interpretaciones. Esa mezcla y esas historias entrelazadas son las que finalmente nos atrapan, deseando que nunca tengan fin.
El trabajo de José Eugenio Mañas está impregnado de una riqueza visual extraordinaria, son imágenes que se apoderan de nosotros con solo mirarlas, imágenes que no solo seducen, divierten e impresionan, sino que su carga semántica, su lenguaje abierto e imprevisible, nos invita a reflexionar sobre temas de carácter cotidiano y existencial que difuminan nuestro verdadero ser y vienen a decirnos, al igual que decía Paul Valéry, que “lo real solo puede expresarse por el absurdo”.
Jaana Sinervo, Junio de 2016
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