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Que vienen los bárbaros. El futuro, como tantas otras veces... acaba llegando

Exposición / CAS. Centro de las Artes de Sevilla / Monasterio de San Clemente - Torneo, 18 / Sevilla, España
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Cuándo:
Desde 20 sep de 2012

Inauguración:
20 sep de 2012

Comisariada por:
Ignacio Tovar, Sema D'Acosta Balbín

Organizada por:
CAS. Centro de las Artes de Sevilla

       


Descripción de la Exposición

Artistas: Francisco Reina, Celia Macías, Rafael G. Forcada, Manuel León, Ismael Lagares, Aurora Perea, Alejandro Botubol, Simón Arrebola, Juan Isaac Silva, Rafael López-Bosch, Gloria Martín, Álvaro Escriche, Luz Marina Baltasar, José Carlos Naranjo Bernal, Ana Barriga, Virginia Herrera, Fran Ramírez, Paola Villanueva, Julia Llerena, Sonia Espigares, Jorge Thuillier.

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Durante la celebración de la exposición Arqueologías del futuro comisariada por Peio Aguirre en el otoño de 2007 en la Sala Rekalde de Bilbao, la artista Dora García escribió en una de las paredes una frase lapidaria: 'El futuro ya no es lo que era'. Muchos al leerla, aunque no le dieron mayor importancia, alabaron el ingenioso juego de palabras. La expresión hacía referencia a una locución de añoranza, común en España, que rememoraba épocas anteriores aceptando con resignación que los buenos tiempos habían pasado y no volverían. Otros, conocedores del sarcasmo afilado de la artista y su capacidad de intuición, se temieron lo peor. Sabían que era una advertencia en toda regla, que su reflexión no era inocente ni simplemente irónica. Por desgracia, Dora García no sólo tenía razón, sino que se convertía en una especie de profetisa que anticipaba lo que estaba por venir. En la antesala de la virulenta crisis económica que se inicia un año después, aquel enunciado no podía cobrar más sentido, no podía ser más exacto. Efectivamente, el futuro a partir de 2008, dejó de ser lo que era. Se convirtió en otra cosa.

 

El pensador italiano Alessandro Baricco publicó ese mismo año un ensayo titulado Los Bárbaros (Editorial Anagrama, 2008) que deliberaba sobre los importantes cambios sociales y culturales que se estaban produciendo en el último decenio. En el libro plantea una interesante reflexión que sitúa a los jóvenes de principios del milenio en una tesitura absolutamente distinta a las vividas en momentos históricos precedentes. Estos adolescentes a los que denomina nuevos 'bárbaros', sin ser mejores ni peores que los que les antecedieron, sí se diferencian de ellos por haber mutado hacia un entendimiento distinto de la realidad, un saber inédito hasta entonces condicionado, sobre todo, por Internet y las nuevas tecnologías. En estos años ha virado de manera sustancial el modo de aprender y adquirir experiencias; las relaciones virtuales incitadas por las redes sociales o el conocimiento generado a través de Google, rápido y superficial, marcan nuevas pautas de comportamiento hasta ahora inexistentes.

 

Sin duda, el mundo han cambiado mucho en estos últimos 5 años, por eso todo lo que tenga que ver con el presente, en la mayoría de los casos, debe considerarse a partir de 2008. Si nos referimos a cuestiones artísticas y de verdad queremos valorar la actualidad, no nos queda más remedio. Por eso cuando nos planteamos un proyecto centrado en la última hornada de creadores plásticos sevillanos, lo que tuvimos claro es que debía ceñirse a la que estaba ocurriendo ahora, un lapso que de manera inapelable comenzaba hacía un lustro. De todos modos, no era sólo éste el único motivo que señalaba esta fecha como un punto de inflexión clave. Incluso había otra razón, si cabe más importante para nosotros, relacionada exclusivamente con la escena local antes que con aspectos extrínsecos. El cierre en 2007 de Sala de eStar (2001-07) culminaba un ciclo que se inició en torno al 2000 con The Richard Channin Foundation, dos lugares alternativos nacidos al margen de lo institucional que aglutinaron en gran parte la primera generación de artistas sevillanos del siglo XXI, nombres entre los que podríamos citar a Miki Leal, Juan del Junco, Fer Clemente, Manolo Bautista, José Miguel Pereñíguez, Rubén Guerrero, Cristóbal Quintero, Maria José Gallardo, Jesús Palomino o Ramón David Morales. Estos focos se convirtieron hace una década en núcleos dinamizadores de un grupo que tuvo que inventarse su propio escenario para crecer y poder desarrollarse. Gente divertida, desacomplejada, preparada e inquieta que creía en la complementariedad antes que en la competencia, que trabaja de manera solidaria en lo personal y lo colectivo para progresar por sí mismo y ayudando a los demás.

 

A estas alturas, sabedores de la relevancia de esta época reciente, no nos parecía razonable proponer un proyecto sobre jóvenes centrado en algo que ya había ocurrido; por muy interesante que fueran las dinámicas que generaron y por muy bien que estén considerados ahora muchos de ellos en el panorama nacional. Suponía, lo queramos o no, mirar hacia atrás hasta otro tiempo distinto, para observar cómo habían sucedido los hechos sin poder contribuir en gran cosa. Por eso, finalmente, decidimos arriesgar y apostar oteando hacia delante, siendo conscientes que es mucho más difícil aventurarse en este terreno todavía no explorado que acudir a los éxitos del pasado, aunque ese ayer sea inmediato y mantenga todavía vivos sus rescoldos. Como comisarios, el modo más sincero de aportar algo a esta generación recién eclosionada era mantener una actitud de implicación que demostrara que confiamos de modo verdadero en ellos y su trabajo; por eso desde que nos comprometimos con este encargo a principios de 2012, hemos visitado muchos estudios y estado pendiente de qué se movía en la facultad de Bellas Artes. Así, con esta colectiva de jóvenes menores de 35 años surgidos en el panorama sevillano después de 2007, planteamos una exposición de artistas vinculados a la ciudad que de algún modo acaban de emprender su carrera, además de incluirse también otros que sin haberla estrenado todavía, pueden llegar a tenerla por aptitud, convicción y dedicación. Nuestra intención ha sido anticiparnos con previsión a lo que está por llegar y acotar, a modo de representación no excluyente, algunas líneas futuras. Como es razonable pensar, coinciden aquí algunos que ya han participado de manera individual o en grupo en alguna exhibición pública y otros que no han mostrado nunca antes sus obras. Se trata, sobre todo, de localizar nombres que tengan una trayectoria apenas incipiente, además de por supuesto intentar descubrir valores inéditos para darles una oportunidad.

 

Asimismo, el concepto de este proyecto coincide con otro celebrado en los años ochenta que planteaba, salvando las distancias, fines parecidos. En mayo de 1985 se inauguró en el Museo de Arte Contemporáneo de Sevilla la exposición CIUDAD INVADIDA. Era la primera muestra organizada desde el nombramiento de Ignacio Tovar como coordinador de exposiciones, un lugar que en esos momentos atravesaba un largo período de letargo y languidecía de espaldas a la realidad artística del momento. Su primer proyecto como responsable fue plantear una colectiva de artistas jóvenes con poco o ningún recorrido. Quería incorporar la vitalidad que representaba esta savia nueva para renovar el acartonado ambiente que se respiraba en las salas del centro, necesitado de una bocanada de aire fresco que deshollinara los ánimos al mismo tiempo que servía de motivación para nuevos públicos. El nombre elegido para esta exposición estaba inspirado en un poema del escritor griego Kavafis, un texto titulado Esperando a los bárbaros que habla de la necesidad de renovación ante la desidia de una espera interminable. Como se sobreentiende y es lógico pensar, también nuestro encabezamiento enlaza con esta idea de partida. De los pintores escogidos entonces, casi todos han tenido una excelente trayectoria y actualmente son apreciados en su mayoría como artistas de talla nacional e internacional. Por citar a los más destacados: Rafael Agredano, Abraham Lacalle, Patricio Cabrera, Curro González, Juan Francisco Isidro, Salomé del Campo o José María Larrondo; además de unos jovencísimos Federico Guzmán, Pedro G. Romero y Guillermo Paneque, que apenas superaban los veinte años.

 

Casi treinta años después y acudiendo a este mismo espíritu de CIUDAD INVADIDA, afrontamos un proyecto equivalente. La ilusión y la humildad son idénticas, sólo el tiempo nos dará o quitará razones cuando ponga a cada uno en su sitio. Las diferencias principales tienen que ver con el contexto y las circunstancias en las que se mueven los artistas hoy, un mundo muchísimo más comunicado, informado y variado que el de hace unas décadas donde quizás no es tan importante la denominación de origen como las sinergias que se crean en relación con un entorno determinado, en este caso Sevilla. Si este primer proyecto comisariado por Ignacio Tovar logró definir una colectiva que contemplada con el tiempo ha resultado ejemplar, ahora pretendemos del mismo modo concretar una nómina parecida que no siendo lo mismo, sí encierra unos propósitos análogos.

 


Imágenes de la Exposición
Simón Arrebola, Un final no acaba nada, 2012

Entrada actualizada el el 26 may de 2016

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