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Procesos

Exposición / Centro Municipal de Arte y Exposiciones el Arbolón (CMAE) / Llano Ponte, 49 / Avilés, Asturias, España
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Cuándo:
24 abr de 2009 - 16 may de 2009

Organizada por:
Centro Municipal de Arte y Exposiciones el Arbolón (CMAE)

Artistas participantes:
Carlos Corres, Carlos López Garrido, José Antonio Olarte

       


Descripción de la Exposición

Aunque en el fondo al público en general le importe una higa, como decía Unamuno, las dificultades que haya tenido un artista a la hora de realizar su obra, siempre resulta fascinante el proceso de creación de arte, entendido este último no sólo como un talento natural varias veces multiplicado sino también como técnica transmisible y como esfuerzo continuado y trabajo. En esas tres 't' de técnica, talento y trabajo se podría expandir el concepto griego de tekhne, que, como tantas veces se ha explicado, defendía siempre una vertiente artesanal en lo artístico y entendía éste como una mera técnica que perseguía la adaptación de sus medios a ciertos fines siguiendo unas reglas o métodos determinados.

 

El arte es un trabajo difícil y a veces penoso, como bien sufren en sus dedos los estudiantes de los conservatorios de música. Lo mismo ocurre con el artista plástico: la creencia común de que pintar relaja la propagan pintores aficionados que no tienen ningún afán de depurar su técnica ni de superarse artísticamente, pues pintar de verdad origina, por el contrario, mucha tensión y muchos nervios, porque, como decía Baudelaire, todo gran arte es difícil y la rutina y la improvisación son sus más grandes peligros y tentaciones.

 

En la medida en que el arte surge con la aplicación de unas pautas, el artista no sólo nace, sino que se hace. El arte puede y debe aprenderse: para hacerse artista hay que tener uno o varios modelos a los que seguir y practicar un ejercicio metódico. Se entiende que la naturaleza debe poner también algo de su parte, proporcionando una buena disposición y una cierta capacidad personal como punto de partida, pero, como dice De Luzán, 'el solo ingenio y la naturaleza sola no bastan, sin el estudio y el arte'.

 

La idea de que el arte, por basarse en reglas, puede enseñarse y aprenderse tiene como base toda la tradición artística, y no sólo el academicismo. Pues, como señala Mikel Dufrenne, 'lo cierto es que el arte rehúsa la improvisación; siempre requiere un aprendizaje y el contacto con una tradición. Sólo este aprendizaje, que pone al artista en posesión de una técnica y de medios de expresión, debe liberarlo y no esclavizarlo'.

 

Hasta el propio Hegel, destacado defensor de la visión romántica del artista, tiene que reconocer que el genio artístico, 'para ser fecundo, debe poseer un pensamiento disciplinado y cultivado y una práctica más o menos larga. Y esto porque la obra de arte presenta un lado puramente técnico, que sólo consigue dominarse con la práctica'. Y añade: 'Cualquier arte se ejerce sobre una materia más o menos densa, más o menos resistente, que hay que aprender a dominar'. También es consciente de esto Marx, para quien la mano no es solamente el órgano del trabajo: es también su producto. 'La mano del hombre ha alcanzado ese alto grado de perfección, con la que ha podido realizar los milagros de los cuadros de Rafael, de las estatuas de Thorwaldsen, de la música de Paganini, sólo a través del trabajo'.

 

No hay genuina obra de arte que no contenga un elemento importante de tekhne. Los grandes genios, además de demostrar portentosas dotes naturales, se distinguen también por el dominio de una elaborada técnica en la plasmación de sus creaciones. El logro de esa técnica supone la adquisición de unos hábitos prácticos e incluso la realización de pruebas y experimentos propios de las ciencias empíricas, lo que exige una férrea disciplina y un esfuerzo perseverante, como señala David Estrada Herrero.

 

Las repetidas referencias a la espontánea plasmación de las creaciones del genio suelen dejar de lado una evidencia: que las realizaciones rápidas presuponen ya unos conocimientos técnicos previamente adquiridos que, como resultado de un proceso más o menos largo de aprendizaje, a veces convierten la práctica de la pintura en un hábito espontáneo y fácil. La obra de arte verdaderamente grande se da siempre por mediación de una técnica contrastada y una racionalización de lo aprendido, porque, como escribe Arnold Hauser, 'la espontaneidad no produce, por sí misma, nada comunicable y aprehensible. Una obra de arte que constara únicamente de elementos originales y creativos sería simplemente incomprensible'.

 

En este sentido, es todo un privilegio que unos acreditados profesionales como son los pintores Carlos Corres y Carlos López Garrido y el escultor José Antonio Olarte nos permitan asistir al proceso de gestación de sus obras, mostrándonos cómo fueron concebidas, los medios empleados para realizarlas, sus secretos de cocina. Así, se puede ver que la pintura clasicista del primero no desdeña la trasposición directa de imágenes fotográficas, que los paisajes urbanos del segundo están una y otra vez pintados y repintados antes de alcanzar su plasmación definitiva o que las esculturas del tercero se construyen tanto en el combate chispeante y al rojo vivo del taller de fundición como sobre un sencillo papel, usando un rotulador.

 

Los procesos cambian, y quizá el mayor de los cambios producido en los últimos siglos haya sido el de la emancipación estética, que libera al arte de cualquier utilidad que no tenga que ver consigo mismo. Si bien Corres mancha, dibuja, recorta y reutiliza, López Garrido planifica, traza, reproduce y simplifica y Olarte suelda, martillea, dobla y moldea de la misma manera en que se hubiera hecho en otros tiempos, en su caso lo hacen sin más finalidad que la artística, al socaire de toda preocupación funcional y desde un punto de vista estrictamente moderno, que hace que los paisajes urbanos de López Garrido estén trazados desde perspectivas elevadas que hubieran sido imposibles en la edad media o que la labor de forja de Olarte se combine con ideaciones espaciales estructuradas modularmente cuya futilidad y contingencia hubieran sido impensables para los antiguos herreros.

 

Eso no es obstáculo para que todos ellos hayan tenido sus maestros reconocidos, los dos pintores los de sus correspondientes Facultades de Bellas Artes y el escultor las clases de su profesor Fernando Román. Y para que los tres tengan ya detrás, a pesar de su diferencia de edad, una amplia trayectoria profesional con exposiciones internacionales, presencia en colecciones importantes y obra pública que les confiere un indiscutible bagaje de experiencia que hacen bien en querer compartir con los demás, no tanto como ejemplo a seguir sino como modelo en el que poder confrontarse y debatirse, y sin que la exhibición de su proceso suponga, como en el arte conceptual, una sobrevaloración del acto creador en sí mismo, sino por el contrario todo un ejercicio de sinceridad desnuda, en el que no se oculta la jerarquía de fases y en el que un principio titubeante acaba produciendo un final más o menos perfecto y adecuado.

 


Entrada actualizada el el 26 may de 2016

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