Descripción de la Exposición ------------------------------------------------------- ------------------------------------------------------- Pablo Palazuelo es una de las figuras claves del arte español de la segunda mitad del siglo XX que, desafortunadamente, sigue sin gozar del reconocimiento internacional que su obra merecería. Las razones de este desconocimiento son varias. Por un lado, la situación todavía precaria de la historiografía contemporánea española. Por el otro, una noción excesivamente lineal de la abstracción, que empieza con Cézanne y Picasso, continúa con el constructivismo, y llega finalmente hasta el minimalismo. Esta concepción ortodoxa del arte moderno ha hecho que otro tipo de prácticas y estéticas, que tenían que ver con lo simbólico, se hayan quedado parcialmente ignoradas. Palazuelo sería una de las figuras situadas en este contexto. La exposición, concebida como una retrospectiva, pondrá el énfasis precisamente en los aspectos más ignorados de la obra de este artista.
Esta exposición, comisariada por Manuel J. Borja-Villel y Teresa Grandas, presenta una selección de más de 150 obras que permite realizar un completo recorrido por todos los periodos de la trayectoria artística de Palazuelo, poniendo especial énfasis en las obras realizadas en los años cincuenta y sesenta. Dado el carácter perfomativo de la obra de Palazuelo, en esta exposición se ha querido dar especial relevancia a sus dibujos y a aquellas obras en las que se refleja más claramente el proceso de trabajo del artista, estableciendo asimismo relaciones entre sus pinturas, sus esculturas y sus proyectos arquitectónicos. Para Palazuelo, el arte es ante todo una búsqueda, una indagación de nuevas formas y espacios, y ello queda claramente reflejado en esta muestra, en la que se cuestiona la interpretación de su obra centrada únicamente en aspectos “místicos” y “pseudo-religiosos.
Si bien inicia sus estudios de arquitectura, desde el año 1939 Palazuelo decide dedicarse plenamente a la pintura. Su trabajo evoluciona hacia la abstracción, o la no-figuración, como él mismo considera que debería llamarse y desde 1946 se adentra en una abstracción geométrica. En 1948 obtiene una beca del Instituto Francés de Madrid para estudiar en Francia, lo que le permite establecer un estrecho contacto con la vanguardia francesa, las nuevas manifestaciones abstractas que presenta la Galeria Denise René (donde ese mismo año expone en una colectiva), y también conoce a Eduardo Chillida, con quien mantuvo una buena amistad. Pablo Palazuelo concibe el arte como “un camino para dar salida a los problemas humanos”. Sus referencias a la historia de la pintura son continuas, y es especialmente remarcable la influencia en su trabajo de la noción de línea en la obra de Klee, que supone una auténtica revelación para él. Tabién reivindica su interés por constructivistas rusos como Gabo y Pevsner, aunque rechaza su concepción científica de la geometría.
La geometría es un aspecto central en su trabajo, porque es la medida de la materia, la posibilidad de explorarla, entendiendo ese proceso como una interacción entre imaginación y pensamiento. Considera que todas las formas que vemos son geométricas, “la geometría está en el origen de la vida, que es lo más inventivo e interminable que conocemos. Tener una visión de las estructuras que se hallan contenidas en otras estructuras, ver las formas nuevas en potencia, ver las posibilidades de generar otras formas, de experimentar el paso de unas formas en otras a través de las metamorfosis, ver lo que crece como una planta. Las formas geométricas con las que trabajo también se desarrollan a través de un proceso o movimiento metamórfico de muy larga duración, y por ello se puede decir que esas formas son abiertas y permanecen abiertas y predispuestas para la transformación.”
En su trabajo es importante el interés por el análisis de la estructura, por la revelación de nuevas necesidades y las sensaciones psíquicas positivas que le producen. No busca representar, sino colaborar en el acto de la aparición. A su entender “esto ya implica, de parte de quien contempla la obra, una lectura que puede y debe ir más allá de la simple interpretación o traducción formalista.” La imaginación es un medio de activación de la realidad escondida, y que considera un mundo real igualmente, es un órgano de conocimiento.