Descripción de la Exposición
Post se refiere a después de, Trans nos remite al otro lado de. Post-humanismo y Trans-humanismo son términos muy utilizados en la actualidad, parecen opuestos pero a menudo vienen a significar lo mismo: una superación de la condición humana como se entendió hasta ahora. Una exposición que oscila entre lo genérico de ambos prefijos, pensando en el cuerpo humano y en su identidad, evocando un futuro ‘post’, pero también aludiendo a una ruptura de límites ‘trans’, como en la serie de dos vídeos Ofelia (2015) o en las dos piezas Sin título (Ciencia Ficción) (2007) pintadas sobre piel sintética, que aluden a pieles con rostro humano pero sin órganos en su interior.
La obra de Marina Núñez ha mantenido una constante conceptual, su interés por lo monstruoso y por evocar personajes no canónicos, pero que en cambio, se ha visto acompañada por una gran diversidad de recursos artísticos, que le han llevado desde la pintura al óleo de sus inicios a adentrarse en la última tecnología digital. Esta evolución le ha permitido descubrir unos recursos técnicos mucho más adecuados para expresar la que ha sido una de sus máximas: si “el cuerpo muta, la identidad muta”, si “el cuerpo cambia, la subjetividad cambia”, también. De ahí que el sustrato que figura en su trabajo, se haya ido configurando a partir de su fascinación por la literatura de terror y de ciencia-ficción, con Edgar Allan Poe como referencia ineludible, y focalizando dicho interés en la figura del cyborg, un ser ni totalmente humano ni totalmente máquina. A la artista le interesa por ser “un híbrido, impuro, que no tiene una esencia inmutable” y dicho interés coincide a su vez con las teorías de una autora cyberfeminista, como es Donna Haraway, cuyo Manifiesto Cyborg (1985), ha sido una importante referencia en su trabajo. El proyecto artístico de Marina Núñez muestra una gran capacidad de resonancia hacia la literatura, el ensayo, el cine, y en la actualidad las series televisivas, sin olvidar sus referencias a la historia del arte, que si en un momento fueron evidentes, en la actualidad aparecen veladas pero todavía presentes. Bajo la apariencia de unos resultados visuales obtenidos a partir de una tecnología 3D podemos hallar referencias claras al Barroco, si no pensemos, por ejemplo, en las imágenes digitales Sin título (Monstruas) (2011), cuyos rostros femeninos que parecen barridos por una violenta ráfaga de viento, nos recuerdan las figuras barrocas de la Capilla Sansevero de Nápoles, en la que la figura femenina del Pudor, esculpida en mármol, aparece velada por el fino velo que cubre su rostro.
Rostros sin ojos que se contraponen a las múltiples piezas en las que los ojos se convierten en absolutos protagonistas: ojos sin rostro, que observan, que persiguen a quien los mira con atención, que se transforman, ojos cuya pupila se va dividiendo progresivamente en múltiples pupilas, como en Multiplicidad (2006), o bien ojos que se consumen, como reza el título de uno de sus vídeos: El fuego de la visión (2015).
A raíz de su exposición en la Sala Alcalá31 de Madrid en 2015-16, Marina Núñez hacía las siguientes declaraciones: “Integrar “el lado obscuro” nos permite intuir un ser humano más completo. La sociedad aparta a los monstruos porque son chivos expiatorios. Abracemos la parte desordenada, inconsciente y pulsional” y para ello nos propone ”otra subjetividad, otra sensibilidad, otra experiencia, que surjan desde lo que hasta ahora estaba enterrado y descalificado, y que sugieran otras formas menos rígidas y brutales, de ser y estar”.
Glòria Picazo
Mayo 2017
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