Descripción de la Exposición ------------------------------------------------------- ------------------------------------------------------- Lo que aquí llamamos deseo se define como una apelación a las potencias de lo posible, al “principio esperanza”. Convenimos, de este modo, que lo que así denominamos conduce una corriente afirmativa que, desde el mismo momento en que se formula, empieza a participar de las tribulaciones del hombre, actualizándola y activándola. El deseo así contemplado desplaza una cualidad política elemental, pues el deseo es comunidad. No obstante, su verdadero desencadenamiento se produce, de modo original, en un solo ser. En este sentido, el deseo se afirma como principio de singularidad. Ambas dimensiones, la individual y la colectiva, establecen una relación dialéctica desde el mismo momento en que se enuncian, y son abordadas, con toda la modestia que se quiera, pero con firmeza, en esta propuesta que apela al erotismo, el humor, el sueño despierto o la fábula visual como instancias en las que el deseo es representado como corriente de libertad de acción y de imaginación. Los artistas seleccionados son: Mireia Sentís (Barcelona, 1947), Luis Jaime Martínez del Río (Nava del Rey, Valladolid, 1946), Fernando Baena (Fernán Núñez, Córdoba, 1962) y Carmen García Bartolomé (Madrid, 1971). Mireia Sentís presenta tres piezas fotográficas pertenecientes a su serie Máxima audiencia (1982). Por una parte, en estas fotografías se alude, con el candor de la época, a una extraña fascinación de la apariencia, según ésta emanaba de la pantalla televisiva, ya entonces con sus emisiones pervertidoras, y, sin embargo, asistida todavía por una cierta bondad (la de su relativa novedad). En efecto, a tenor de lo que contemplamos en estas fotografías, el carácter pornográfico que hoy produce y expande ese electrodoméstico, y que se ha vuelto paroxístico y demencial, no asoma en esta imágenes. Por otro lado, sobre esta herramienta se eleva un cuerpo físico femenino deseable, real, que en un juego que no oculta su candidez, pero tampoco su propia perversión, se complace en una lúdica inversión de esa apariencia, desactivando la parálisis que suscita su hipnótica radiación mediante la activación de un voyeurismo tan primitivo -y por eso tan eficaz- como el que incita un cuerpo de mujer desnudo. A su vez, la imagen que emiten estas pantallas es el rostro de ciertas celebridades y/o personajes populares españolas de la época. O de ciertas instituciones militares españolas (otro tipo de rostro) en las que supuestamente se encarnan el valor y la hombría. En todos los casos, aquí se representa también la apariencia del discurso, en cuya sofisticación se encontraría su propia erótica, todo lo burda que sea. Bien, pues ese cuerpo físico, real, desnudo se autosatisface adorablemente, y con la gracia de la trivialidad, en perturbar ese discurso desdoblado de la falsedad, destinando su cándida burla en esos famosos que lo representan bajo el disfraz de la solemnidad, el orden, la rectitud, la comunicación masiva, en suma el discurso de la autoridad. El resultado es una caricatura seguramente ingenua, pero coherente con el propósito de estas fotografías: activar el deseo de unas celebridades humanas y cortocircuitar su discurso (y el discurso de la otra celebridad, la mediática), destacando en su rostro la mueca libidinosa del cómico y del patético. Nunca sabremos, por lo tanto, lo que estas personas han solicitado, puesto que con el pudor necesario a que obliga el acto, Fernando Baena no pide que sea revelado, manteniendo su fidelidad hacia el mismo y hacia su solicitante (y posiblemente hacia sí mismo, pues realiza una negación contundente del exhibicionismo, indistintamente del dolor o de la alegría, de la carencia o de la dignidad). Con gran sobriedad, y mostrando total empatía con sus invitados, recuerda cómo en cada ser aflora la universalidad del sueño despierto, el principio esperanza enunciado por Ernst Bloch. Vídeo del deseo (2002-3) titula su pieza, realizada con esa economía expresiva y con esa precisión conceptual que caracteriza el obrar de Baena, en quien coinciden la intuición del poeta y la deducción del lógico. El escultor construye un “engendro” que trae hasta nuestro tiempo la imagen de “La novia de Frankenstein”, si bien es cierto que parece cruzarse con la diva del “Quinto elemento”, siendo ésta la que adquiere mayor presencia, al mostrar unos rasgos donde lo alienígena, lo orgánico y lo industrial se mezclan con el “naturalismo” del ciborg. Monstruo del futuro para relatarnos una “erótica” del presente cada vez más cibernética, esto es, cada día más virtual, al menos en sus nuevas representaciones. Y sin embargo, no dejamos de contemplar a este ser como a algo reprimido que retorna, como a la presencia de un inconsciente que lleva a una articulación de la feminidad lo suficientemente ambigua como para avistar, incluso en su construcción mecánica, el atavismo irreductible de un deseo que rompe la más sofisticada, literalmente hablando, vestimenta con que se le reviste, a la vez que se ofrece. Paradójicamente o no, la creación de nuestra artista se inspira, en su propias palabras, en el mundo real, puesto que ciertos sucesos trágicos y felices, pesadillescos y absurdos venidos de éste le valen para interpretarlos desde una óptica tan delirante como humorística, tan imaginativa como grotesca, tan candorosa como perversa. Con ellos organiza un relato visual cuya libertad imaginativa construye la metáfora de su propio acontecer. Ahora bien, es preciso decir que su representación, conforme a los adjetivos empleados, cae decididamente del lado onírico, que, no lo olvidemos, sigue siendo una manifestación de lo real. Destaca, así, la capacidad de la artista para debilitar, según su ensueño, lo antinómico, conjugando un diálogo particularmente fecundo entre los contrarios, al hacerles perder los contornos que les compartimentan.
Una propuesta de Eugenio Castro con obra de Mireia Sentís, Fernando Baena, Luis Jaime Martínez del Río y Carmen García Bartolomé.
Fernando Baena nos propone algo así como una bellísima fábula de lo posible narrada con absoluta mudez, al invitar a un cierto número de personas a que pidan un deseo frente a la cámara durante treinta segundos, aproximadamente, y en completo silencio.
Luis Jaime Martínez del Río aporta una sola pieza que ha titulado La novia (2004-5), impresionante en tu total conformación.
Carmen García Bartolomé. El “retablo” que crea nuestra artista (realizado directamente sobre una de las paredes del espacio expositivo) compuesto por dibujo, pintura y objetos, muestra con todas las razones que otorgan el mundo de abajo y el mundo de la vigilia, y sobreponiéndose a las prescripciones de la normalidad y el juicio racional, los poderes que llevan a la conformación de una realidad, propia, que no sólo está en la “realidad”, sino que enaltece lo que así llamamos con su principio ilusionante.