La Historia del Arte de los últimos cien años ha sido un viaje vertiginoso lleno de sobresaltos, bifurcaciones, encuentros inesperados e imágenes inolvidables, un viaje que por momento parecía alejarnos para siempre de aquellos territorios de belleza tan familiares donde muchos aprendimos a amar la pintura clásica. Sin embargo, ya bien entrado el siglo XXI, en España todavía contamos con un buen número de pintores leales a un estilo figurativo de precisión casi fotográfica, más accesible para el público profano sin sacrificar ni un ápice de su calidad artística. La nómina de los hiperrealistas españoles, lejos de debilitarse con el paso del tiempo, está reforzándose con nuevas generaciones de pintores que siguen tomando los pinceles con el mismo vigor y gusto por el oficio, inspirados por veteranos maestros de la talla de Antonio López, Cristóbal Toral o Daniel González Poblete.

La reacción del espectador frente a un cuadro hiperrealista tiende a ser sumamente empática. Deslumbrado por la exquisitez técnica, sorprendido por la dificultad de decidir si se encuentra ante un cuadro o una fotografía, el aficionado al Arte encuentra con facilidad canales para disfrutar de la contemplación de la obra. En el caso de Poblete, es imposible no dejarse embriagar por la exuberancia de los colores y la profunda humanidad de sus modelos. La coherencia temática de sus cuadros y la intimidad de sus rostros nos sitúan en espacios exóticos y al mismo tiempo familiares: zocos, mercados y portales de ciudades que podrían estar cerca o lejos, gentes que podrían ser nuestros vecinos u ofrecernos sus mercancías en lenguas ignotas, lanzando sus miradas desde rostros antiguos y enigmáticos. Plazas y callejuelas donde el azafrán luminoso, la cebolla encarnada y la plata de los peces respiran con vida propia en la paleta de este minucioso pintor. Las manos de sus ancianas, idénticas a las manos que nos criaron, fascinan por su calidad plástica y emocionan por las sensaciones que rescatan de nuestra memoria. Más allá de la calidad inapelable de cada cuadro, la obra de Poblete configura un mundo propio que acaricia los sentidos y nos devuelve cuando salimos a una realidad que se antoja insuficiente.

En Sala de Arte Van Dyck estrenamos el año de nuestro 30 Aniversario (1984-2014) con alegría y gratitud hacia todos los amigos que nos han acompañado en este largo y apasionante trayecto. A vosotros y a quienes todavía no han descubierto el Arte en nuestras salas os invitamos a disfrutar de este excepcional artista en Menéndez Valdés 21, y a acompañarnos durante un 2014 que nos deparará muchas sorpresas.