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Plossu-Paris: Cartes de visite

Exposición / Galería Vilaseco / Padre Feijóo, 5 - 1º / A Coruña, España
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Cuándo:
06 feb de 2014 - 11 abr de 2014

Inauguración:
06 feb de 2014

Organizada por:
Galería Vilaseco

Artistas participantes:
Bernard Plossu

       


Descripción de la Exposición

En la exposición de fotografías que la Galería Vilaseco Hauser dedica a la obra de Bernard Plossu, destaca un conjunto de piezas relacionadas con París que llama la atención por su originalidad. En una época en la que las muestras dedicadas a la fotografía están presididas por el gigantismo de las copias, por la tendencia al muralismo, casi a la valla anuncio, venga o no a cuento, el fotógrafo francés presenta una colección de pequeños formatos que resulta muy reveladora. Se trata de unas fotografías ligeramente más grandes que las clásicas cartes de visite un tipo de reproducción creada precisamente en París a mediados del siglo XIX por uno de los pioneros de la fotografía, André Adolphe Disderi, convertido desde entonces en un formato de referencia que contrastan con las dimensiones habituales más inclinadas a la espectacularidad que al intimismo. Es un formato que en la actualidad es una curiosidad en las exposiciones de fotografía, aunque el caso del artista francés no sea infrecuente encontrarnos con piezas de tamaño reducido, como algunas de las presentadas ilustrando los poemas de Juan Manuel Bonet, en la exposición Nord-Sud, que tan cercana me resulta.

 

No es de extrañar que un fotógrafo como Plossu, en el que la poesía y esos llamados 'momentos hecho de nada' son los elementos más destacables de su trabajo, haya escogido este formato discreto y en origen destinado al retrato, para recoger las imágenes de su personal paseo parisino. Esta búsqueda de la elegancia, del primor diríamos a lo Juan Ramón Jiménez, supone la renuncia a la grandilocuencia y a la retórica de las imágenes ante la sencillez, pero también la sumisión de la técnica a la representación y a la lírica del instante, lejos de una obsesión tecnológica que nunca le ha condicionado.

 

Por medio de veintidós tarjetas de visita ligeramente ampliadas, Bernard Plossu nos muestra unas imágenes que en alguno casos podrían ser las de cualquier ciudad, pero que en realidad son de París, o mejor, son su personal visión de Paris, resultado de un recorrido temporal de más de cuarenta años en los que se desarrollan las diferentes etapas plossuianas. Hemos dicho en alguna ocasión que a Bernard Plossu no se le puede considerar un fotógrafo urbano al uso, pues ni su mirada es estrictamente documental, ni su herramienta de trabajo, un 50 mm, es la más adecuada para una mirada que suele buscar lo testimonial, aunque haya trabajos como el fotolibro Barcelona 1974 recientemente recuperado y publicado por Sd.Edicions, con estudio de Jacques Terrasa, que parecen desmentirlo. En realidad, la mirada de BP que da lugar a ese personal 'estilo sin búsqueda de estilo' que caracteriza a toda su obra y que le acompaña en su perpetuo grand tour, se aplica a la urbe y, como sucede en este caso, presenta los intereses esenciales del fotógrafo que aparecen desplegados a lo largo de toda su poética y que la definen.

 

El hecho de que las fotografías reunidas ahora en la Galería Vilaseco Hauser, en la que la más antigua es de 1970 y la más moderna de este año 2013, tengan en común esa atmosfera Plossu que las aproxima, unido a la reducida presencia entre ellas de imágenes que puedan considerarse de referencia, de iconos mediáticos, permite hablar de ese 'estilo sin estilo', aplicado ahora de forma original a la urbe. La reunión de estás veintidós obras sugiere una visión original de la ciudad a la vez elegante y delicada, que enlaza con la habitual poética del fotógrafo. Pero la exposición confirma también que Plossu es más un fotógrafo urbano que de ciudades, pues las imágenes que recoge en este paseo parisino de casi medio siglo retratan momentos de poesía que suceden en un espacio que en muchas ocasiones no tiene todo el protagonismo. Esta idea de la urbe como escenario sutil ya se había revelado hace tiempo, como muestran algunas de sus imágenes sobre París incluidas en un libro de gran difusión que reúne trabajos de diferentes fotografos, en el que las obras de Plossu muestran un Paris personal, poético y excepcional, que es el mismo que el que aparece en estas cartes de visite.

 

No quiere decir esto que el fotógrafo se desentienda de la ciudad ni que la ignore, pues es capaz incluso de acercarse a su imagen esencial y aprovechar su capacidad de referencia sin caer en lo convencional. Es lo que sucede con la magnífica y clásica fotografía de la Tour Eiffel, que sobresale al anochecer por encima de una fila de árboles como un faro urbano de fuste iluminado lanzando un haz que prolonga su iluminación. Una Tour Eiffel que también aparece en vistas tan clásicas como la doble panorámica al alba y al anochecer, esta última maravillosa de los tejados parisinos en la que pone el contrapunto en la distancia a la chambre de bonne que está en primer plano. Entre ambos puntos se extiende el paisaje de la ciudad, atemporal e invariable, que le ha dado su carácter.

 

Y es que en este tarjetero plossuiano, recoleto y parisino, hay de todo. Hay fotografías con pistas que hablan de una Naturaleza que es muy querida al fotógrafo y que consigue encontrar en plena ciudad tanto en unos pájaros posados en un velador de la Gare d'Austerlitz, como en el vuelo de una paloma entre unas modernas geometrías arquitectónicas que pudieran ser de la Defence, aunque en realidad son de la explanada del Pompidou.

 

Entre las fotografías realizadas por Plossu en su actividad como flâneur parisino durante las últimas cuatro décadas que se presentan en la Galería Vilaseco Hauser hay varios neones, un tema que nos resulta muy cercano. Y es que Paris es todavía una ciudad en la que se encuentran neones y en la que persisten las luces de vanguardia, que es lo mismo que decir que existen desde hace décadas cines, cabarets o cafés, como ese ya clásico café de Florereducto de la pareja Sartre-Beauvoir y de Boris Vian cuyo letrero de neón ha fotografiado. Aun mejor es la original vista en picado, inversa, imposible y de inevitable recuerdo rodchenkiano, que muestra un letrero de neón y su fachada a modo de homenaje a la fotografía de enfoque más audaz.

 

Además de estos letreros de capacidad evocadora de una modernidad que aun pervive, hay también naturalezas muertas como la de la fotografía que recoge el servicio de un restaurante, unos lugares que inspiran mucho a BP. En esa mesa dispuesta para una cena aparece una servilleta plegada en abanico sobre una copa como si fuera una escultura efímera, o la de los tres maniquíes en la caja de un escaparate de Saint Germaín des Prés, el San Germán de los Prados azoriniano, que parece estar a la espera de ser captados por el objetivo de un fotógrafo atento. Son objetos de aire metafísico e incluso algo mágico, característicos de la poética de Plossu que alcanzan su apogeo en la fotografía, ya de referencia, de un pie con una estrella de mar sobre él, expuesto en un escaparate decididamente surrealista. Una obra que ya estuvo en nuestra exposición Nord-Sud y a la que nos referíamos entonces como una muestra de la muy francesa 'poesía del comercio' que ofrecen los escaparates parisinos.

 

Junto a estas imágenes se encuentran otras en las que los protagonistas son personajes anónimos, como los que aparecen en la fotografía que muestra a unos trabajadores limpiando la acera que bordea un nevado Parc Montsouris, un lugar de entorno y referencias modianescas inevitables. Una escena inocente que sin embargo recuerda a otras imagenes de años menos amables en los que la nieve los hacía más negros y difíciles. Esta fotografía enlaza con aquella otra que muestra una hilera de peatones que parecen desfilar alternando con esbeltos troncos y alguna farola, por una acera con el fondo de una fachada entelada y una valla que les sirve de telón. Una vez más, un instante hecho de nada, detenido.

 

En estas cartes de visite parisinas aparecen espacios abiertos como la que recoge al Jardín del Luxemburgo, quizás el parque más parisino, en el que coinciden la Naturaleza domada y la Orangerie, por el que circulan los paseantes en una tarde de verano, o la que muestra el puente de Austerlitz en un anochecer invernal de aceras vacías, atravesado por automóviles apresurados con los faros encendidos. Dos fotografías que muestran los dos aspectos que puede ofrecer la urbe: el más populoso y el más sosegado.

 

Hay interiores populosos como los que muestra la fotografía de los andenes de una Gare de Lyon moderna y luminosa, con los TGV preparados para emprender el camino del sur que finaliza en Marsella o Niza, y también se pueden encontrar espacios íntimos como el salón ancien régime de la alcaldía del VIII arrondisement, cuya soledad se incrementa con unos sillones de estilo preparados para ceremonias, que ahora aparecen vacíos. Y hay también interiores parisinos que hablan de ese lujo imperio que llegó hasta Proust, como el espectacular salón del restaurante Le Train Bleu, en los altos de la Gare de Lyon, en el que a Paul Morand seguro le hubiera gustado pagar su almuerzo con luises de oro antes de partir a la Provenza.

 

Y hay rincones urbanos como el paso elevado del metro en Passy, presente en una película de referencia, por donde también podría haber pasado el protagonista de la modianesca Quartier perdu o algunos de los españoles que vivieron por ese distrito XVI, desde González Ruano al pintor Beltrán Masses, o como la fotografía que muestra la fachada del Cirque d'Hiver, enmarcada entre dos alegorías neoclásicas montadas, que ciertamente tienen algo de circenses. Y hay guiños a la arquitectura de formas más constructivas y geométricas como la imagen que muestra el perfil de un edificio que compone una abstracción e, incluso, hay también una fotografía de una chica rubia, oculta entre un juego de reflejos y cristales en una puerta que sujeta su mano que, como no, se intuye bellísima.

 

El resultado de este tarjetero parisino confirma la distancia de Plossu de la preocupación de muchos fotógrafos por recoger la que se puede denominar imagen trascendental, y que en muchos aspectos es una herencia del periodismo gráfico. Por el contrario, en el fotógrafo frances hay un predominio de la sencillez, pero no solo en la técnica, sino también en el motivo escogido que es precisamente lo que otorga la carga lírica esencial a su trabajo. Esa mirada aparece en los paisajes intermedios esos que se ven desde cualquier ventanilla de tren o coche, fugazmente, como velados, en la geometría de la arquitectura, en el detalle de un retrato o de un escorzo femenino y, sobre todo, en una especial visión de la urbe y de los inacabables elementos que la componen. Tiene el fotógrafo francés una forma de ver la ciudad que es nocturna, atemporal, poética, de observador tan despierto como atento, que ahora está aplicada a París y que recogen de manera tan discreta como elegante estas cartes de visite.

 

PLOSSU-PARIS: CARTES DE VISITE

Fernando Castillo

 


Imágenes de la Exposición
Bernard Plossu

Entrada actualizada el el 26 may de 2016

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