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Dentro del espacio privado, el íntimo si así podemos llamar a la estancia habitual que nos acoge como lugar de auto reclusión, el piso habitualmente, es donde se sustancian con mayor densidad nuestros humores. Así, el espacio privado por antonomasia, aquel donde la persona desaparece y reaparece, es sin duda el más cargado de la huella humana y potencialmente el más público de los posibles.

Pisos indaga en esas dicotomías aparentemente irreconciliables y que guardan toda la naturaleza de la reciprocidad. El piso, lugar sagrado de lo privado, es a la vez un espacio fuente porque en él hallamos lo más íntimo y lo más explícito de las personas. Así también, esta estancia perteneciente al ser se convierte en una correlación interdependiente con éste llegando a no ... saber si es la estancia la que pertenece a la persona o es la persona la que termina perteneciendo a la estancia. Y a la vez hallamos que la norma en el habitar es la rutina pero también la belleza.

No es cierto que Pisos trabaje sólo en el orden del espacio privado como norma de auto reclusión y por ende denegador del hombre en su expresión pública. También manifiesta la dignificación de la estancia – del hombre que está, que habita, que vive- frente a la valoración hiperbólica del ser idealizado. La equidad ante la soledad y el tiempo de todos los hombres sin condición social. Y la necesidad de expresar al individuo desde su dimensión más cercana y propia. De la cueva para el mundo. Como si éste fuese un altavoz de lo acontecido.