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Pinturas

Exposición / Utopia Parkway / Reina, 11 / Madrid, España
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Cuándo:
20 abr de 2012 - 25 may de 2012

Inauguración:
20 abr de 2012

Organizada por:
Utopia Parkway

Artistas participantes:
Elena Goñi
Etiquetas
Pintura  Pintura en Madrid 

       


Descripción de la Exposición

Un día de hace ya unos años, Elena Goñi y yo fuimos tejiendo una conversación que quedó recogida en un libro. Hablamos de muchas cosas, la mayoría lindantes por diversas razones con su pintura; lindes o tangentes que ambos buscábamos a posta porque se trataba justamente de eso, de acabar poniendo sitio a la pintura de Elena a base de comentarios, recuerdos y preferencias que fueran llevando, como el caminito de migas de pan que sale en el cuento, a la mejor comprensión del meollo o corazón de su pintura. Y así poco a poco fueron haciendo su aparición los gustos y querencias de la pintora y su amigo según iban siendo sacados de los pozos o álbumes de cada cual y ya vinieran del cine, la fotografía, la literatura, la historia, las anécdotas de vida y muchos otros sitios. Todo iba o habría de ir, según creíamos, hacia aquel corazón. Pero recuerdo que, charla que te charla, en un buen momento paramos ante la casa Goicoechea, una casa de la Pamplona, como si dijéramos, de toda la vida, que es de la familia materna de Elena y donde ella pasó su niñez y la primera parte de su juventud. Es una casa que parece un castillo o una casa fuerte, con sus torres defensivas y no sé si ya si sus almenas incluso, trazada por Víctor Eusa en la época regionalista de su arquitectura. En el jardín de esa casa, Elena hundió una vez una castaña bajo la tierra, que hoy es un umbroso castaño de gran fronda. Entre la fronda del jardín y la imponencia de la casa, todo se ve allí como de otro tiempo, como de no se sabe en realidad de qué tiempo, denso, con la densidad que tienen las memorias espesas de muchos años, los tiempos amalgamados en los que han hecho masa y han acabado fraguando los nombres, los rostros, las fechas, las voces, las risas, los llantos... puede que de mucha gente. Sin embargo Elena, como volviendo los ojos para no mirar aquello tan cargado de presencia (pero de presencia vacía, pasada, hueca, resonante, casi ruidosa, como la del interior de un fruto consumido en el que bailaran las semillas secas) me dijo que a ella lo que le gustaba eran 'las casas lisas, limpias, que no hablan, casi mudas'. Entendí, pues, que le gustaba más el castaño nuevo que la casa vieja. Víctor Eusa, el arquitecto navarro por antonomasia, hizo también otro tipo de casas, con vocación de que se convirtieran en casas más parecidas a las que Elena Goñi llama idealmente 'lisas, limpias y mudas', de las cuales quizá la Casa de la Misericordia de Pamplona sea la más señalada y característica. Esta otra casa pamplonesa también es muy de Elena, porque pasó muchos ratos pintando en su jardín junto a otros pintores, cuando todos ellos recibían las enseñanzas del gran Juan José Aquerreta, maestro querido de nuestra pintora. La casa Goicoechea era ciertamente una casa muy habladora, un poco a la manera en que no paran de hablar los ancianos demenciados, sin hilazón con lo que se les dice, como siguiendo el guión de lo que creen escuchar en sus oídos interiores. La Casa de la Misericordia es por el contrario una casa muda, de líneas escuetas, limpias, lisas, en lo que deja posible que lo sean la arquitectura más o menos entre racionalista y decó que también practicó Eusa. Y ese es el caso: que si hiciéramos un paragone de casas con pinturas, a las pinturas de Elena Goñi a mí me parece verlas ir del ruido hacia el silencio, de la Casa Goicoechea a la Casa de la Misericordia, de la opresión densa y turbia de los ruidos y las palabras confusas, cerradas, cautivas, hacia el silencio limpio, límpido, seco, claro, en el que las cosas y las personas, al callar, parece que estén hablando en un idioma a todos comprensible, demótico, libre, como la luz y como el sol que sale y se pone sobre los justos y sobre los injustos. A defensa del ruido y del dolor, de la confusión y las escondidas laceraciones oscuras e interiores, a las personas que pasean y duermen, que trabajan y charlan en los cuadros de Elena Goñi, se las ve allí tras un cristal que al tiempo las acalla y las aclara, las limpia y 'como a las casas que a ella le gustan' las alisa. Al otro lado del cristal, estas criaturas parecen estar definitivamente perdonadas. También hablamos aquel día de la cantidad de Italia que en estas pinturas suyas había sido absorbida como por ejemplo una tierra puede absorber la lluvia que le es más beneficiosa (Italia es la lluvia que en la pintura de Elena dio para que creciera una pintura nueva, de personas y casas nuevas, liberadas). Pero lo que queríamos decir con eso era otra vez la limpieza un poco primitiva, la claridad sucinta, eso que ella misma llamaba, en las casas, lisura, que viene a ser creo yo el silencio nítido y elocuente de la casa de líneas desnudas, de líneas escuetas y exactas, despojada del lastre de las muchas voces confusas y de la algarabía de las demasiadas memorias enloquecidas, revueltas y puestas a hablar sin parar en un idioma sólo suyo y en espacio demasiado angosto y a falta de oreo. Pues bien, en las pinturas de Elena ya se ve que a las personas les pasa como a las casas, porque tras ese cristal que las acalla, las personas claras, escuetas, limpias, bajo una luz que lleva unos puntos de luminiscencia más altos que la normal del día, es como si hubieran al fin tirado el lastre de su propia confusión, esa condición, en fin, que hace a las personas vivir en contradicción consigo mismas, esclavizándolas, con una voluntad que contradice a un corazón y que al final va dejando las huellas de la destrucción, de la tristeza, de la locura y del fracaso en la propia cara. Así que cuando vemos los cuerpos y los rostros en las pinturas, enseguida nos viene a la boca el decir que tienen una pureza italiana, pero lo que queremos decir es eso tan raro consistente en que siendo como son escenas o cuadros descriptivos, estáticos, que apenas si contienen o detienen un instante transitivo de narración, se nos aparecen sin embargo contándonos o narrándonos, resumida en ese mínimo instante, una historia que sólo ellos conocen y que suele ser una historia de completa y diaria domesticidad, uno de esos instantes que pasan desapercibidos al otro lado de ese cristal purificador, pero que pertenece a la historia de unos cuerpos y unos rostros que, transformados en fruto, han sido aquí revividos, salvados por la acción de la gracia, como rehechos en el resplandor de una libertad nueva y podríamos decir que misericordiosa, para siempre.

 

Madrid, 13 de abril de 2012

 


Imágenes de la Exposición
Elena Goñi

Entrada actualizada el el 26 may de 2016

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