El pasado 20 de marzo, Sala de Arte Van Dyck inauguraba la exposición de Salvador Montó, uno de los artistas jóvenes por los que apostó la galería hace ya unos años y que con el tiempo ha ido cosechando éxitos y ganando madurez en sus paredes y en las de otras importantes salas nacionales e internacionales. Llega ahora su quinta exposición monográfica en la Sala gijonesa y en ella su obra se muestra con un aspecto más depurado que en las anteriores.

Uno de los artistas españoles más notables de entre los que cultivan el paisaje urbano, Salvador Montó ha llenado los muros de la galería de luminosas vistas de Nueva York. Los solemnes rascacielos de la 7ª Avenida, Queens, Manhattan o Times Square comparten espacio con la Roma del Trastevere, del Foro romano o de la Isla Tiberina; y ... lo hacen a su vez con otros edificios madrileños como Torre Picasso y sus alrededores.

De todas estas ciudades (al igual que demostró en ocasiones anteriores con rincones de París, Valencia o Venecia) a Salvador Montó lo que más le interesa es la majestuosidad de las urbes. Como señalaba William Morris (y así se recoge en el catálogo de la exposición), cada sociedad nos enseña su perfil a través de la fisonomía de las ciudades. Quizás por este motivo Montó no requiera de la figura humana para representar, mediante un refinado realismo, el carácter de las ciudades que plasma en sus cuadros.

La exposición consta de unas 30 obras aproximadamente, entre lienzos y tablas, en las que Montó sorprende con dos tipos de representaciones; por un lado, las ciudades vistas desde la altura; y por otro, las ciudades desde el interior, mostrando avenidas infinitas, el bullicio de las calles y haciendo un interesantes juego de perspectivas y escorzos. En todos ellos la figura humana ocupa un segundo plano de modo que las ciudades se presentan prácticamente despobladas, y tiempo y vehículos parecen ralentizarse.

Desde el punto de vista técnico, la pintura de Montó se caracteriza por la nitidez de sus composiciones, por un trabajo a espátula combinado con un fino detallismo y por un fuerte luz que genera grandes contrastes, moldea volúmenes y ordena el espacio.

La luz en la obra de Salvador Montó ha sido objeto de grandes elogios en los círculos artísticos y no deja indiferente a los visitantes de su exposición. Se trata de luz de amaneceres y atardeceres, las más fuertes, vistas a través del ojo y los pinceles de un pintor valenciano en cuya retina palpitan sin duda los ecos del gran pintor norteamericano Edward Hopper.

Desde su primera exposición en Van Dyck hace aproximadamente diez años hasta ahora, un gran camino de esfuerzos y éxitos le acompañan. Ha sido merecedor de numerosos premios y medallas en los concursos más prestigiosos de la pintura contemporánea española y su obra se encuentra representada en importantísimas colecciones tales como la de los Duques de Alba, Caja Madrid la Diputación de Valencia.