Diversas circunstancias unen a estas dos artistas. En lo personal, una larga amistad y alguna aventura expositiva compartida en París. En lo plástico haber explorado los límites de la pintura acercándola a dos disciplinas que en los últimos años no han dejado de crecer a costa de la primera, consiguiendo arrebatarle su primacía histórica. Natalia Laínez construye sus cuadros a base de líneas sutiles que ordenan geométricamente el espacio, adoptando el instrumento básico del dibujo (la línea). Isabel Núñez interviene fotografías en blanco y negro sobre las que aplica veladuras y vigorosos trazos en negro como si intentara atraparlas.

Ambas emplean una gama cromática deliberadamente mínima (negro, rojo, blanco, algún violeta) lo que aproxima su pintura a los monocromos. Sin embargo, su interpretación del hecho plástico no puede ser más diferente.

Laínez dispone sobre la superficie leves tramas ortogonales que asemejan al dibujo en planta de un "edificio ideal" que reuniese a ... la vez orden, equilibrio y ligereza. Son sin embargo "obras en proceso" en las que las distintas capas de pintura, a través de un sutil juego de transparencias, simultáneamente se ocultan y emergen a la superficie.

En cambio, Isabel Núñez emplea como motivo recurrente una tela que anuda, tensa y retuerce para luego fotografiar y cubrir de pintura. Con ello consigue en el espectador el efecto contrario una sensación de desazón ante un objeto inane (un bulto) que parece latir e intentar escapar de las líneas (barrotes) que le tienen atrapado.