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Pilar Rodiles

Exposición / Centro de Iniciativas de la Caja de Canarias (CICCA) / Alameda de Colón, 1 / Las Palmas de Gran Canaria, Las Palmas, España
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Cuándo:
31 mar de 2011 - 30 abr de 2011

Inauguración:
31 mar de 2011

Organizada por:
Centro de Iniciativas de la Caja de Canarias (CICCA)

Artistas participantes:
Pilar Rodiles
Etiquetas
Pintura  Pintura en Las Palmas 

       


Descripción de la Exposición

En la obra de Rodiles, la superficie del lienzo yace en el suelo del estudio, blanco, vacío... Espera inquietante... Las témperas comienzan a fluir y los campos de color al extenderse disuelven el fondo.

 

Cada nueva aplicación de pintura genera una profundidad mayor: las veladuras se superponen y se multiplican las transparencias. Una atmósfera envolvente se genera paulatinamente.

 

Pilar Rodiles no precisa el caballete: del mismo modo que lo hicieron antes otros expresionistas abstractos, se sitúa sobre la obra y trabaja en ella: su mirada aérea, cenital, escruta la tela a sus pies, las ideas y las formas fluyen por sus venas hacia las extremidades.

 

El cuadro ya no será exactamente una ventana, aunque se ha convertido en receptor del latido creador y pulso vital, mantiene vigente su apertura hacia el espacio.

 

COMENTARIO DE SU OBRA


Cuenta Federico Castro Morales, historiador de Arte, en el catálogo de la exposición que al contemplar su obra surge una primera paradoja: al adquirir densidad y enrarecerse, la pintura incrementa su transparencia. 'Una evidencia de raíz marina nos asalta: las capas pictóricas interactúan como las corrientes que fluyen bajo la superficie y entrelazan sus estados diversos y misteriosos'.

 

O quizás el origen sea aéreo: como si de un rompimiento de cielo se tratase, luces y formas emergen desde la profundidad de otras capas. Palimpsestos, fragmentos de la memoria, que ofrecen resistencia al temerse sumidos en el olvido, formas esquivas y emergentes.

 

En ocasiones estas afloraciones adquieren una textura rotunda, y la dilogía nos asalta con una nueva paradoja y cierta dosis de ambigüedad: el relieve en ausencia de luz, se releva sima antes que cima.

 

Sin embargo, el abismo de estas grietas sin fondo nos inquieta con su apariencia inasible y sus reminiscencias parietales. Y es que a la disolución de los fondos, se contrapone la corporeidad de los perfiles nítidos, portavoces de una voluntad constructiva. No en vano la reflexión sobre el territorio urbano, el ámbito de la ciudad, ha sido una preocupación recurrente a lo largo de su trayectoria.

 

Esta dualidad entre la mancha y el trazo, la tensión entra la forma transgredida, la superficie infinita y los planos acotados constituyen los ejes sobre los cuales se construye el sistema vertebrador de estos planisferios que nada más ser construidos, la artista remueve con una primitiva laya sobre la que deja pesar su cuerpo.

 

Pilar Rodiles no precisa el caballete: del mismo modo que lo hicieron antes otros expresionistas abstractos, se sitúa sobre la obra y trabaja en ella: su mirada aérea, cenital, escruta la tela a sus pies, las ideas y las formas fluyen por sus venas hacia  las extremidades.

 

El cuadro ya no será exactamente una ventana, aunque se ha convertido en receptor del latido creador y pulso vital, mantiene vigente su apertura hacia el espacio. Perdida la función narrativa, el espacio se abre a la profundidad del ser y la artista muestra recovecos del alma en los que el espectador encuentra reflejadas sus inquietudes contemporáneas.

 

De este modo, mundos personales, intimidad, y sentimiento colectivo se entrelazan. La obra perpetúa así su territorialidad, como marco espacial y comunicativo. Esta capacidad de convertirse en lugar de encuentro y comunicación confirma una función esencial de la pintura.

 

Al finalizar cada sesión de trabajo el lienzo se recoge. Enrollado se almacena en el anaquel, a la espera de un nuevo asedio. Pilar Rodiles participa de la action painting, sí, pero el expresionismo abstracto se diluye en la distancia, del mismo modo que el surrealismo agota sus resonancias intentando persistir en la memoria.

 

No obstante, de un débil hilo pende, imprescindible, el automatismo psíquico. La creadora logra que confluyan una manera de trabajar con la pintura, en, desde y dentro de la pintura... y un ejercicio de desenmascaramiento del yo que arroja evidencias sobre el verdadero funcionamiento del pensamiento creador sin distinción entre lenguajes abstractos y figurativos. Relativizados como medios, resulta un esfuerzo huero pretender escindirlos, empeñarnos en declarar su incompatibilidad y mutua exclusión.

 

Para ganar en perdurabilidad y apertura -dos facultades del arte que asociamos a la acción interrumpida-, es necesario que se produzca la decisión de renunciar a la pintura antes de que sea excesiva la insistencia, desde la convicción de la imposible marcha atrás de la mancha.

 

La renuncia del artista suspende la obra en la encrucijada. La conclusión ya no es competencia exclusiva del autor. El desenlace no se hace esperar, nos sacude. Una nueva mirada al cielo, al suelo... suspendida en la disyuntiva. La obra, abierta a un nuevo modo de ver y de sentir, nos aventura un nuevo orden en el que las relaciones tradicionales saltan por los aires para facilitar la delineación de nuevas posibilidades de relación.

 

El camino a seguir podrá decidirlo el espectador; sin embargo, con incertidumbre e inquietud, el momento cumbre llega: la obra se fija al bastidor y se da por concluida la elaboración del cuadro.

 

Inmersa en un tiempo en el que se diluyen las metáforas y las asociaciones, la vigencia del accionismo concede fuerza al gesto pictórico y a la sutileza de la mancha y la luz. Ello se evidencia en el acto de pintar: la acción constituye un ejercicio insustituible para Pilar Rodiles. Se trata de una experiencia existencial, intuitiva, libre... alejada de todo convencionalismo, indisoluble de sus inquietudes vitales, que inciden en la génesis de formas inéditas que siente la necesidad de compartir con nosotros.

 

En cierto modo, cuando la artista muestra su quehacer, construimos con ella una cartografía emocional múltiple a partir de las sugestiones generadas por los latidos de una obra en la que se reconoce un orden vital definitivo asentado sobre la vibración cromática, un temblor del color en el que igualmente nos reconocemos.

 

La fusión de dos sensibilidades muy diferentes, mediterránea la primera, atlántica la segunda, favorecerá la confluencia entre un sentido de la luz y de la geometría de raíz andalusí y una profundidad oceánica. Es comprensible que esto ocurra, ya que la artista ha transitado ambos mares, especialmente desde 1969, momento en que fija su residencia en Canarias y, desde entonces, una visión nueva del mundo se impone, más dual y polícroma, que realimenta consonancias y sostiene su proceso plástico dentro de los márgenes de la coherencia y la autenticidad.

 

Estos referentes culturales también subyacen en su obra gráfica a través de la presencia de estructuras geométricas que expanden sus matrices regulares para convertirse en tramas reticulares que, en su irregularidad rítmica, sugieren una acción temporal.

 


Imágenes de la Exposición
Pilar Rodiles

Entrada actualizada el el 26 may de 2016

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