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La reflexión de Pilar Albarracín surge en el contexto de una sociedad altamente visual donde la imagen se valora en exceso, donde las distancias entre esencia y apariencia se alargan, donde la autoridad a menudo no se legitima por el conocimiento sino, al contrario, éste la determina. Mediante el empleo de formas expresivas distintas, como la acción en vídeo, la intervención sonora, la instalación o la escultura, la artista coloca en el punto de mira la noción de la apariencia e incide en el desajuste entre 'lo que una cosa es' y 'lo que quiere aparentar ser'. Al mismo tiempo, vuelve la atención hacia la figura del entendido, del experto, del especialista, del crítico, del creador o de quienes se colocan a sí mismos en la cumbre del saber más contemporáneo, más vanguardista o más puntero. ... Con ello cuestiona una determinada noción de cultura y de conocimiento, frecuentemente cerrada, elitista o interesada.

En el fondo de todo el hilo argumental del proyecto se encuentran aspectos que Pilar Albarracín ha tratado, con diferentes matices e intensidad, a lo largo de su trayectoria artística y que son distintivos de su aproximación crítica a la creación visual: las dinámicas de poder, las relaciones de subordinación, las tensiones de género y la definición identitaria. El uso de elevados tintes de ironía es también consustancial a toda su obra.

Por otra parte, en esta exposición el recurso a la metáfora ocupa un lugar destacado. A través de ella Pilar juega con imágenes e imaginarios compartidos y arraigados en nuestra cultura, y que son las bases para los estereotipos que se construyen, se defienden y se perpetúan.

También juega con el binomio animal - hombre (mujer, en su caso), introduciendo notas de sátira dentro de un juego de oposiciones y de sutiles nexos de unión.

El elemento animal y su asignación simbólica de caracteres humanos está presente en otros trabajos anteriores de la artista: acciones, vídeos o fotografías. En todos los casos se trata de animales dotados de una fuerte carga simbólica en el saber colectivo: un lobo ('She wolf', 2006), un toro ('Verónica', 2001 y 'Tartero', 2004) o una cabra ('La cabra', 2001). En este caso la elección recae en el burro, el asno que ha protagonizado tantas fábulas y que en el imaginario popular ha sido asociado a la ignorancia y al destino de las cargas más pesadas. Al igual que en las fábulas, también en la narración artística de Pilar Albarracín el animal ocupa el lugar del protagonista; a diferencia de las fábulas, aquí la 'moral' se convierte en una estocada crítica.

Finalmente, y para mayor honor del asno, hay que recordar que ocupó un lugar prominente también en los magistrales 'Caprichos' de Goya, una sátira de la sociedad española de finales del siglo XVIII, al que Albarracín rinde homenaje por su osadía y su visión crítica.