Descripción de la Exposición El hombre silencioso se encierra en su estudio. Anda con pies de gato para que la inspiración no se escape por la ventana y pone a trabajar el engranaje de su cerebro como una suave máquina de precisión 'Made in Germany'. Escribe poemas a los que luego rocía con gasolina, por ver si arden o, como sospecha, son simple piedra común. Pero persiste, sin sombra de desaliento, en busca de ese oro místico que raramente se encuentra y, para que no digan que diciembre es un mes frío, va desnudo. ¡Qué capricho, el de este hombre, de andar desabrigado dejándose empapar por la lluvia de los días propicios, sin impermeable, sin toalla, al libre albedrío del sol, tan rico en vitaminas! Agua, vitaminas y minerales. Lluvia, sol y poesía a partes iguales. Una buena dieta para que nuestro amigo haga su trabajo sordo de hormiga -gentilhombre en su estudio- y se invente, como un amanuense inspirado, cartas en idiomas que sólo él comprende pero todos sabemos que algo encierran en su lenguaje curvo o en las líneas paralelas de sus palotes. Pero no siempre escribe. Otros días enciende su aparato de radio, perennemente sintonizado en Radio Clásica, saca los pinceles y con minuciosidad japonesa comienza a pintar, a lo que salga. Un trazo negro aquí, una mancha azul tenue allá, una línea de momento misteriosa, porque nada de momento dice. No hay prisa. Los fantasmas de Kandinsky y Paul Klee bailan un vals vienés. La obra puede esperar días, meses, años, para recibir el último toque, ese que hace cobrar sentido a todo el conjunto y que el hombre silencioso sólo aplica llegado el momento, cuando la decantación de la mezcla ha llegado a su término y ha destilado su esencia. A veces sólo lee. Mira pasar el tiempo entre las apretadas líneas de los libros, fl uyendo como un río de tinta china que va formando letras, fi guras, historias que surgen conforme se van leyendo y vuelven a cerrarse cuando la lectura se da por concluida. O sale al campo para ver lo que otros no vemos -amanita caesarea, amanita muscaria, amanita rubescens, amaina phalloide...- y expandir su espíritu panteísta por donde alcance la mirada y la percepción. Incluso alguna vez ha hablado, como pidiendo disculpas, para comunicarnos lo aprendido. Su labor, como la del buen alquimista, es un continuo y humilde aprendizaje entre los pucheros de la imaginación y, si le sonsacamos, conseguimos que nos revele parte de lo que intuimos en su obra. No está quieto, el hombre silencioso, en su cabeza siempre hay algo que bulle. Ahora anda entre cajas. Cajas grandes, pequeñas, de madera, de plástico. Cajas. En ellas va depositando lo que encuentra, lo coloca como la intuición le dicta, fabrica un puzzle cambiante que produce distintos resultados según disponga los elementos. Son piezas anodinas, pecios arrojados a la basura, o encontrados al azar, cosas que nadie quiere, alambres, plumas, un 'cow boy' de plástico, papeles rotos, latas, restos de embalajes, manchas de pintura donde nadie las esperaba, el collage difuso de la vida. Surgen así escaleras en miniatura que sirven para llegar muy lejos, puntos y rayas de una pintura en morse, secuencias, invitaciones a mirar por detrás de los objetos, poemas visuales de múltiple lectura envueltos para regalo de los sentidos, guiños cómplices para espectadores funambulistas. Surge también la indiferencia de quien no sabe leer lo que no está escrito. La admiración de quienes sabemos, o al menos intuimos, que hay algo más metido en esas cajas que cada quién descubre a su manera y sabe que podrá utilizar en el momento oportuno. Y al final, terminado el trabajo, el hombre silencioso, como pidiendo disculpas, se responsabiliza de la autoría de sus obras -para que no se culpe a otro- y estampa su fi rma al pie: Fernando Zamora.
Exposición. 19 nov de 2024 - 02 mar de 2025 / Museo Nacional del Prado / Madrid, España
Formación. 23 nov de 2024 - 29 nov de 2024 / Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS) / Madrid, España