Descripción de la Exposición ------------------------------------------------------- ------------------------------------------------------- Isabel Muñoz es una de las más altas figuras de la fotografía española actual. Con sus celebrados trabajos dedicados al tango, el flamenco y las danzas orientales, a las niñas prostituidas de Camboya, a las gentes de Cuenca, al pueblo Surma, a los miembros cautivos de la Mara, ha alcanzado un amplio reconocimiento profesional, manifestado en decenas de exposiciones en los más prestigiosos museos y centros de arte del mundo. Tras más de veinte años de apasionado ejercicio de la fotografía ha llegado a dominar como nadie la recia artesanía de su oficio, convirtiéndose en una de las más diestras y respetadas especialistas en algunos de los más antiguos y nobles procedimientos fotográficos, como la platinotipia, una técnica arriesgada y difícil, sólo apta para los que tienen su perseverancia y su talento. Así ha llegado a crear algunas de las imágenes más bellas de la historia de la fotografía, de las más delicadas y dignas de perpetuación. Y ha hecho algo aún más importante, ha construido un universo creativo personal y perfectamente reconocible, algo a lo que sólo pueden acceder unos pocos privilegiados. Un universo hecho con un lenguaje propio y profundamente original, técnicamente rotundo y con un punto de sofisticación, que se adapta muy bien a sus obras más conocidas, que le han proporcionado justa celebridad internacional. Quizás sean las fotografías que integran la presente exposición, tomadas en su mayor parte entre 1995 (Serie Barroco) y 1999 (Serie Oriental, Turquía; Series Camboya y Camboya herida), las que dibujen el corpus estético más claramente definido en la ya monumental obra de Isabel Muñoz. En su silenciosa serenidad percibimos sus plurales talentos de fotógrafa, su admirable sentido de la iluminación y la composición, su portentosa capacidad para percibir la oculta belleza entre el dédalo de pliegues de la piedra y atraparla en unas imágenes a medio camino entre la figuración y la abstracción, entre la fascinación de las formas y la apoteosis de su sensualidad, en la serena perfección que nos legaron los artistas barrocos italianos y los maestros camboyanos, turcos y árabes, por cuya obra fue posando su mirada sabia, humilde y atenta. La mayoría de estas fotografías fueron tomadas entre medias de algunos de sus trabajos más celebrados, como Flamenco (1989), Tango (1989) y Danza Oriental (1992) y, por delante, sus series Capoeira (2000) y Ballet de Cuba (2001), las tribus Surma (2002), y los cautivos de la Mara (2006) en los que nos ha ido dejando Isabel la expresión más clara de su sabiduría inagotable para acotar la realidad y hallar en ella el fragmento de eternidad más hermoso y perdurable. Cuando Isabel Muñoz realiza su serie del barroco romano había accedido ya a la plenitud en su dominio de la técnica del platino en la que están realizadas la mayoría de las imágenes de esta exposición, y había trazado con absoluta nitidez los caminos estéticos por los que, en adelante, va a peregrinar su mirada. En consecuencia, debemos contemplar estás obras como una de las manifestaciones más delicadas de la forma de mirar de la fotógrafa, que percibimos ya en sus obras primeras y que se irá enseñoreando de las que vendrán. En su plenitud y rotundidad expresiva podríamos encontrar el origen de lo que se ha convertido hoy en su forma más definida de expresarse, como una suerte de vestigio arqueológico de esa belleza, nunca azarosa, que ha sabido atrapar en sus placas llenas de luminosidad y de talento. Quizás sea hoy, en plena fiebre creativa, el momento más propicio para que Isabel Muñoz vuelva su mirada hacia estas obras bellísimas, serenas en su propia perfección, que nos muestran su inagotable capacidad para apresar la turbadora morbidez de los cuerpos de piedra soñados por Borromini, Bernini, Rutelli y los artistas orientales en tan distantes tiempos y geografías. En estas estampas nos muestra la fotógrafa el más sencillo secreto de su oficio, que no es otro que el de saber mirar con humildad, con atención, con talento también, acotar la parcela de verdad que más sorprende o conmueve al fotógrafo, elegir la angulación y la luz precisas y fijarla en el cristal de su cámara, dejando siempre algo de sí mismo, de lo que sabe e ignora de sí mismo. En las imágenes cautivadoras captadas en el inagotable caudal de la piedra encontramos a la Isabel Muñoz más íntima, la que ya anuncia la gozosa plenitud de sus trabajos futuros. En ellas viene a recordarnos que su único compromiso lo ha tenido siempre con la belleza, porque, como Pessoa, a falta de otras certezas y esperanzas, ha encontrado el sentido más esencial de su vida en la búsqueda obsesiva de lo más hermoso y perdurable de la creación. En la desconcertante perfección de estas fotografías, no hallaremos sino la exquisita expresión de este compromiso, más allá de cualquier adherencia ideológica, que en Isabel nada añaden. Son imágenes nacidas de la maestría expresiva de una fotógrafa entregada al gozo seminal de mirar, que están llamadas al inabarcable placer de ser contempladas por nuestros ojos deslumbrados y agradecidos. Publio López Mondéjar (Casasimarro, julio de 2007)
La exposición está integrada por 24 fotografías en blanco y negro, 17 de ellas platinotipias, con formatos desde 80 x 60 cm hasta 125 x 285 cm. Comisario: Publio López Mondejar
Exposición. 26 nov de 2024 - 16 mar de 2025 / Museo Nacional del Prado / Madrid, España
Formación. 23 nov de 2024 - 29 nov de 2024 / Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS) / Madrid, España