Descripción de la Exposición Cuando Joseph Heer inició su formación en la Academia de Bellas Artes de Viena, a los catorce años, en el panorama artístico austriaco dominaba el influyente «accionismo» vienés con sus rituales y acciones, y se percibía una voluntad de abandonar los medios tradicionales, de recurrir a las instalaciones e incorporar la fotografía y los nuevos materiales. No era el mejor momento para dedicarse a la pintura si se pretendía estar en la cresta de la ola, pero él quería ser pintor y sólo eso.
«A mí me interesaba descubrir que la pintura aún era válida. El tema del espacio, la perspectiva, qué es lo que pasa cuando se aplica la primera capa de pintura, la imprimación para preparar la tela, qué es la pintura hoy en día y la pintura abstracta», explica el artista. Ese es el reto que se impuso y que ha guiado su trayectoria. Y la razón por la cual, cuando a finales de los años setenta y principios de los ochenta surgió la «nueva pintura» austriaca, movimiento paralelo a la transvanguardia italiana y a los «nuevos salvajes» alemanes, con su colorido, su ruido y su narrativa, sintió que aquello no era lo suyo.
Los cuadros que reúne esta exposición, que lleva el título de «Perspektiva Prozesualis», confirman la fidelidad de Heer a los interrogantes y cuestiones que se planteaba en sus comienzos. El tema de las obras, realizadas en Mallorca, donde reside parte del año desde hace tiempo, es el juego entre la pintura y el soporte, la creación del espacio, de la perspectiva no mediante el dibujo sino a partir del proceso de realización.
Para que ese diálogo se haga evidente, así como todo el acontecer y ser del cuadro, Heer deja la tela cruda, sin disimular urdimbre, textura y color, elementos significantes y constitutivos de la obra. Ataca directamente la superficie con sus pinceladas a trazos verticales y horizontales, unas coordenadas que le permiten establecer la anchura y la altura, y cuya intersección marca cercanía o lejanía, delante y detrás. Con esos trazos verticales y horizontales forma rectángulos de diferentes dimensiones y magnitudes que se yuxtaponen o se esparcen por la tela, generando tensiones y dinamismo sin que se pierda el equilibrio del conjunto. La distancia entre la pintura más o menos densa y el soporte, que en algunos tramos deja visible, produce, por pequeña que sea, una nueva dimensión que no es ilusoria sino real.
El proceso, lo que ocurre cuando el pincel toca la tela, cuando ésta absorbe el líquido, la manera como ese contacto los altera, tiene mucha relación con la vida, según el artista. «EI acto de tocar —dice— es una experiencia fundamental. En la orilla del mar, el agua toca la roca y la tierra, y ese toque las modifica. El proceso de la pintura tiene mucho que ver con la vida. Somos espíritu y materia. La pintura trata de ver lo que pasa entre el espíritu y la materia».
La obra de Heer, introspectiva y analítica, surge de un sustrato vital donde confluyen su interés por la música, la literatura y la escritura, actividad que lleva a cabo en su estudio antes de enfrentarse al lienzo. Lejos de resultar monótono, el restrictivo esquema de partida de los cuadros que muestra y el color blanco de todos, excepto dos en los que introduce el rojo y el azul, respectivamente, descubre la variedad de posibilidades que el artista extrae de ellos. Consigue una gran sensualidad con las diversas intensidades del blanco, más cálido o más frío, con la mayor o menor fluidez de la pintura, las veladuras y la opacidad, que conforman el ambiguo juego de revelar u ocultar, la fuerza y el gesto de la pincelada, su trazo rápido o lento, la trama del soporte y las tramas de la pintura.
Son cuadros que invitan a una contemplación detenida para descubrir sus sutilezas, el emerger de la pintura desde el fondo, los distintos planteamientos y soluciones espaciales fruto de una reflexión sobre el camino realizado y la respuesta al reto que Heer se impuso en sus comienzos y que mantiene en la madurez.
Formación. 01 oct de 2024 - 04 abr de 2025 / PHotoEspaña / Madrid, España