La escultura cerámica de Beatriz de Alba siempre me ha parecido algo muy especial, y no debido a que luzca con personalidad propia como ocurre con todas las obras sobresalientes, sino porque su encanto reside principalmente en lo que quiere expresar más allá del material o la técnica empleados. Estas piezas intentan ser (y lo consiguen) representaciones de la energía en expansión. Arriesgada empresa; aventura sólo apta para poetas.

Un taller rural en el silencio del atardecer en un pequeño pueblo madrileño. Tal vez ya empiece a percibirse la llamada del espíritu en busca de una forma. La energía comienza su expansión en el mundo de la materia. Tal vez estemos hablando de fantasmas, tan cercanos como las presencias físicas. Génesis de sensaciones: el resplandor del sentimiento que precede al pensamiento y al acto. ... Y ahí tenemos como resultado a esos seres inmortalizados en su dulce sueño eterno, capturados en medio de su interminable viaje. Vaporosos dominios de los cambios permanentes, extensibles de una forma a otra de energía. De mucho amor moviéndose a través de los espacios.

Ahora que inevitablemente me dejo llevar por el delicioso hechizo al contemplar las 'cosas' de Bea me viene a la cabeza aquella canción que habla de dos estatuas. Las colocaron un buen día de primavera una frente a otra en un frondoso paseo de los jardines públicos. Poco a poco, no sin timidez, comenzaron a mirarse de reojo. Con el paso del tiempo fueron ya incapaces de separar sus miradas ávidas de comprensión y amor En eso estuvieron largo tiempo, hasta la noche en que aprendieron a bajar de sus pálidos tronos cuando nadie había por su alrededor. De la serena belleza de sus besos y sus abrazos son testigo los astros en el firmamento, el rumor de las fuentes y las rosas.