Descripción de la Exposición PEPE ESPAÑA (José Luis Jimenez España, Málaga, 1930 - Sutz-Lattrigen, Suiza, 2007) inició su trayectoria artística vinculado a los primeros intentos de renovación de lenguajes en nuestro país en los años cincuenta. A comienzos de los sesenta llega a Cuenca, ciudad en la que se instalará, definitivamente, entre 1967 y 1973. Lugar capital en su trayectoria, epicentro de los nuevos lenguajes artísticos, Pepe España se convierte así en uno de los primeros 'descubridores' de lo que, en esa década, se llamó la Cuenca abstracta, la ciudad que poblarán los artistas que impulsarán el Museo de Arte Abstracto Español, con la colección de Zóbel, inaugurado en 1966. Así se puede entender su participación en el clásico libro de este tiempo, escrito por Federico Muelas, 'Cuenca en volandas' (Diputación de Cuenca, 1968) o sus exposiciones en la Casa de Cultura de la ciudad. Situado su estudio en la calle de San Pedro número ocho, su presencia en la ciudad de la abstracción no pasa desapercibida para buena parte de los pintores del grupo de Cuenca, con quienes desarrolla lazos de amistad, presididos siempre por un extraordinario respeto por su quehacer. Vecino y amigo de artistas como Antonio Saura, Antonio Pérez, Gerardo Rueda o Bonifacio Alfonso, próxima su casa a la de José Guerrero, subrayado su dibujo por Fernando Zóbel, su obra, en esos años sesenta, es mostrada regularmente en las numerosas galerías que surgen en Cuenca, al amparo del Museo de Arte Abstracto Español, convirtiéndose también en artista de una de las grandes galerías del Madrid de ese tiempo: la galería Seiquer y exponiendo en el Pabellón Español de la Feria de Nueva York de 1968. La galería citada, ubicada en la calle de Santa Catalina, junto al Ateneo de Madrid, fue una de las primeras salas en abrir sus puertas a expresiones como el happening o el arte conceptual. Encontrado Pepe España, a finales de los sesenta, con Salvador Dalí en Cadaqués, su obra fue incluida en la exposición 'Actualidad del informalismo' (Seiquer, 1974). El crítico Manuel García Viñolas destacó su cualidad como dibujante: 'dibujo singular, de línea inalterable y de nervioso itinerario'. Efectivamente, entre 1971 y 1973 desarrolló una serie de dibujos, conocidos como las series de 'Cuenca' y 'Berna', capítulos centrales de su quehacer de ese tiempo, que podrían calificarse de herederos de los trabajos sígnicos de autores como Michaux, Wols, Masson, estirpe de una cierta escuela linealista, que supone una de sus grandes aportaciones al arte de nuestro tiempo. Dibujos de signo pequeño, escritura de aire automático, en los que la figura, prácticamente borrada, en un proceso de construcción-destrucción muy propio de los artistas de este tiempo, es sugerida mediante un sistema sígnico que, a veces, parece tener resonancias musicales. Algunos de los dibujos o 'cabezas' parecen revelar, también, el encuentro citado con pintores como Saura o Bonifacio Alfonso. Su obra, en la Málaga de los cincuenta, se contextualiza en los primeros grupos renovadores de ese tiempo, y en el conjunto de creadores conocido como 'Generación del 50', desarrollando un expresionismo que fija su visión en una indudable mirada social del entorno y será, en todo caso, una propuesta singular, la de un artista explorando una visión interior del arte y pasando, en Cuenca, a insertarse en un discurso que mira hacia lo abstracto, preocupado por la línea y por la mancha. Así, en los inicios de la década de los setenta, crea en la ciudad abstracta su conocida serie de 'La cinta' (1970-1971), un conjunto de pinturas acrílicas sobre tabla y lienzo, utilizando formatos parejos, sobre los que la crítica fijará su atención en ese tiempo, al aunar los descubrimientos abstractos con elementos de los nuevos geómetras y, también, del arte conceptual. Pintura de planicie de color, de bandas, que supone el descubrimiento de este artista del arte pop, de ese nuevo momento de reivindicación de la imagen que son los setenta. Mirada personal, por tanto, creación de difícil comparación en el arte de ese tiempo, es pleno momento de auge del pop y Pepe España aborda una singular síntesis en su trabajo creativo, muy metartística, en donde dominará siempre su extraordinario dominio del dibujo y un personalísimo uso del color. La serie de 'La cinta' supone el análisis del encuentro entre figura y forma artística, entre forma sinuosa y línea recta, entre el cuadro y su representación en la pintura, embarcándose así con audacia en uno de los períodos claves de su producción, en lo que Simón Marchán Fiz llamó 'una aventura representativa distanciada, objetiva', sintonizando así 'con los nuevos aires de la figuración objetiva que marcará la década de los años setenta'. Artista imbuido de la necesidad del encierro en el estudio, casi en estado de trance, vitalista, defensor con Braque de la dificultad de expresión del arte a través de las palabras, vindicador con Matisse de la llamada 'alegría de pintar', a partir de los años setenta se instalará en Suiza, prosiguiendo esa evolución que el crítico citado señaló 'nunca ha sido en línea recta', recorriendo sus estudios diversas localidades hasta concluir en Berna, Aarau y Sutz-Lattrigen y alcanzando su pintura el reconocimiento en ese país. Un reconocimiento que, sin embargo, no alcanzó en España, posiblemente por su temprana marcha y su estancia, alejado de nuestro país, durante más de tres décadas. La exposición, comisaríada por Alfonso de la Torre con el apoyo de la Fundación del artista, y promovida por la Diputación de Cuenca, resume su producción mediante la muestra de unos ochenta obras. De ellas, cincuenta y cuatro en las salas de la Fundación Antonio Pérez: la selección de tres momentos claves de su trayectoria: la serie de 'La cinta' (representada en diez obras), los dibujos sígnicos de Cuenca y Berna (treinta y cinco) y los cuadros finales (nueve pinturas). Perdida prácticamente la visión, sus últimas obras se componen con un colorido singular, muchas veces la figura es sometida a la presencia de bandas de un personalísimo colorido, abundando los títulos en los que se indaga sobre la luz: 'noche', 'día', 'luz' o sus variantes: 'nocturnidad', 'luminosidad', otrosí: 'nueva visión', 'grieta', 'luz'... Las bandas de color, al final, parecen remansarse, horizontalizarse, perdiendo su vocación vertical. Su último cuadro, de simbólico título, 'Noche y día' (2007), solemne, apenas unas bandas de color y un símbolo -a modo de una media luna- en su zona superior, presente en la exposición, evoca la compunción rothkiana. La obra de Pepe España reúne así una singular síntesis, muy propia de los artistas del siglo XX, en la que partiendo de la mirada a la tradición, y siempre desde una singular defensa del misterio en la tarea creativa, se encuentra el análisis de nuevos lenguajes expresivos. En la sala del Museo de Obra Gráfica de San Clemente se mostrará una selección de una veintena de pinturas y dibujos desde mediados de los sesenta, revelándose la capacidad de Pepe España para dibujar, produciendo obras en las que su maestría deviene dibujo con apariencia de haber surgido con facilidad, la luz será entonces, uno de los objetivos declarados de su quehacer: 'buscador de luz' se calificó. Para este pintor, el dibujo era la esencia del arte o, también en sus palabras, 'todo se descompone y, al final, siempre queda la luz para la historia de los siglos'.
Grandes Eventos, 03 sep de 2013
La Fundación Antonio Pérez recupera al artista Pepe España
Por ARTEINFORMADO
La Fundación Antonio Pérez (Cuenca) y la Fundación Pepe España (Aarau, Suiza), esta última encargada de dar a conocer y conservar la obra de José Luis Jimenez España "Pepe España&
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