Descripción de la Exposición
Un vistazo al diario o al noticiero, donde abundan escenas de violencia y corrupción, es suficiente para constatar el estado crítico de nuestras sociedades. Cuando perdemos de vista características humanas fundamentales como el respeto, la tolerancia y el amor, no sólo dejamos de diferenciarnos de otras especies, sino que nos degradamos, porque a diferencia de los animales, el hombre se ha constituido en una amenaza contra sí mismo y contra el medio ambiente. Vivimos girando en un espiral de decadencia que se ha convertido en nuestro confortable círculo vicioso porque la seguridad de lo conocido nos ha anestesiado.
Entiendo que una de las funciones de las artes, en cualquiera de sus múltiples manifestaciones, consiste en ser un puente o conector entre diferentes dimensiones como el espíritu y la materia, la razón y el sentimiento, el corazón y la mente, para alcanzar lo que he llamado "el filo de la navaja", ese raro estado de equilibrio y armonía que sin privilegiar un aspecto sobre otro, nos permite SER humanos en la integridad de nuestras capacidades para tomar decisiones adecuadas en el contexto en el cual nos desenvolvemos.
En épocas en que los tradicionales custodios de los códigos de conducta se han desactualizado y perdido seguidores, nacen incontables y nuevas estructuras de tipo jerárquico como potenciales guardianes, también aparecen otras alternativas, unas más orientadas a la naturaleza y otras a las tecnologías como fuentes de adoración. Al margen de la postura que queramos adoptar frente a cada una de estas posibilidades y descartadas las amenazas de purgatorios y fuegos eternos, deberíamos preguntarnos ¿Cómo afectan estos cambios nuestra humanidad y nuestra implícita espiritualidad? ¿Qué es lo correcto y lo incorrecto en la vida de una sociedad cada vez más individualista y más acelerada, cuyos cambios se suceden a velocidades cada vez mayores y que claramente superan nuestra capacidad de comprensión?
Solemos reconocer únicamente los aspectos positivos de la innovación tecnológica, sin embargo, nos falta considerar las diferentes e insospechadas influencias que ejercen sobre el desarrollo de nuestra vida cotidiana. Siendo que la vida no es algo que ocurre aleatoriamente sino aquello que nosotros creamos en función de nuestras acciones y pensamientos, la muestra "Peces", de Javier Rodríguez Canales, es una atinada invitación a pensar. A través de una serie de textos, dibujos, pinturas y esculturas de una factura impecable, el artista nos introduce a un viaje misterioso que inicia con el otro que fuimos en algún momento de la evolución y que termina en la inseguridad de lo desconocido. Atendiendo a la fuerza simbólica del tema escogido, me parece oportuna la opción del autor por el lenguaje metafórico: "fuimos embriones, fuimos peces, hoy somos mamíferos asfixiados en una atmósfera plástica. Los planetas, el mundo digital, el circo y la mitología señalan que la vida humana natural puede ser o el viaje hacia la pecera artificial de un "Goldfish" o la peregrinación sobre el dorso del prehistórico "Celacanto" hacia el fascinante misterio de lo sobrenatural".
Javier Rodríguez Canales (Lima, 1970), es un artista plástico con una fuerte inclinación filosófica y espiritual, licenciado en teología y formado desde muy joven, primero en los talleres de Cristina Gálvez y luego en los de Margarita Checa. Ha realizado ocho muestras individuales y ha participado en numerosas colectivas. Actualmente vive y trabaja en Lima, Perú.
Gabriela Tineo Sanguinetti
Directora
Formación. 01 oct de 2024 - 04 abr de 2025 / PHotoEspaña / Madrid, España