Descripción de la Exposición
Aunque todavía existen algunas dudas sobre la fundación, diseño, planificación y ejecución de las obras que dieron origen a la ciudad de La Plata, desde la colocación de su Piedra Fundamental en noviembre de 1882, casi nadie discute que sus dos grandes impulsores, el gobernador Dardo Rocha y el ingeniero Pedro Benoit, pertenecieron a logias masónicas.
Estas agrupaciones, que proliferaban por entonces a lo largo del territorio argentino, estaban organizadas sobre fuertes valores morales que se imbricaban de manera especial con las labores de la arquitectura, con sus materiales, ideas y herramientas. La figura del constructor, con su habilidad para erigir edificios y ciudades, encarnaba para ellos el modelo de la transformación social según otros pilares y andamiajes: los de las buenas normas y conductas. De ahí que muchos elementos vinculados a la actividad proyectual, como las reglas, las escuadras y los compases, fueran convertidos en símbolos de los ideales de la masonería.
Reglas, escuadras y compases eran, además, los instrumentos capaces de dar vida a una geometría sagrada de trasfondos religiosos y filosóficos. Como sucedía por lo menos desde Pitágoras, los masones vieron en la geometría una representación de verdades universales, de razón y de perfección, que quisieron trasladar al orden social. Esta simbología aparece, por lo general, de manera subrepticia aunque insistente en sus producciones, como una suerte de mensaje secreto legado a las generaciones futuras.
En 2013, Paula Toto Blake comienza a investigar las huellas de la masonería en el entramado urbano de su ciudad natal, en un contexto emotivo y personal cargado de símbolos. En marzo de ese año había inaugurado la exposición Fragilidad en el Centro Cultural Recoleta, con imágenes de un cementerio y de objetos e interiores de edificios destruidos, transformados en voceros de la evanescencia de la condición humana. Pero en abril, cuando La Plata quedó sumida bajo el agua a raíz de un temporal, esas obras y la investigación que comenzaba cobraron un rumbo y un sentido por completo diferentes.
Para su pesquisa, Toto Blake recurre a los planos de la ciudad de las diagonales y a las fotografías de los edificios públicos que marcan, con su carácter monumental, la impronta pública enraizada en el armazón institucional. Sobre estas imágenes realiza, principalmente, dos tipos de operaciones. En algunas, dibuja símbolos masónicos que luego cala con un instrumento cortante produciendo un juego de llenos y vacíos, o de capas superpuestas, que conmueven la rectitud de los trazados y la solidez de las construcciones reproducidas. En otras, aplica una capa de metacrilato que copia las fachadas de los edificios –o partes de ellas– y luego las martilla hasta quebrarlas, dejando una maraña de grietas sobre las otrora elegantes alzadas de los palacios de gobierno. Unas y otras comparten el destino de la herida, de la destrucción. Hay, en ambos casos, un enfrentamiento a la autoridad de esos emblemas urbanos y arquitectónicos que resguardan, y muchas veces disimulan, las opresiones de poderes que no quieren ser vistos.
Sin embargo, el sentido abierto de estas operaciones se torna más terrenal cuando se observan a la luz de los acontecimientos de abril de 2013. Porque el corte –la herida– deja de ser tan solo una herramienta conceptual para mentar a un cuerpo social e individual –el de la propia artista, nacida en esa ciudad y con familiares residiendo allí– atravesado por el dolor de la desidia y la indiferencia gubernamental.
Cuando Pedro Benoit presentó los planos de la ciudad de La Plata en la Exposición Universal de París de 1889 –la misma que vio nacer a la Torre Eiffel– obtuvo una medalla de oro a la ciudad del futuro y otra a la mejor construida. Esos logros coronaban su convicción en los ideales masónicos y su fe en el progreso social impulsado desde las acciones rectoras del Estado. Un siglo y cuarto después, esas acciones tienen la forma de un trazado urbano mudo y de edificios atónitos ante la capitulación de las protecciones básicas que ese Estado debería proveer.
Así, las obras de Paula Toto Blake no responden solo a una vocación documental sino que establecen las arenas de un conflicto. Un conflicto entre pasado y presente, entre convicciones morales e indolencia, entre silencio y elocuencia. Pero quizás el conflicto más agudo surja de la confrontación entre un mundo que creía en valores, razón y sabiduría, y el más liso y llano baño de realidad de nuestro tiempo. Un tiempo en el cual lo perenne y el mensaje a las futuras generaciones choca con lo que en definitiva somos: vulgarmente contingentes.
Rodrigo Alonso
Paula Toto Blake (La Plata, 1972). Vive y trabaja en Buenos Aires. Es licenciada en Artes Plásticas por la Facultad de Artes, Universidad Nacional de La Plata (FDA-UNLP). Realizó estudios de perfeccionamiento con Eduardo Medici, Sergio Bazan, Gumier Maier y Monica Giron. Su obra se desarrolla en los límites de la fotografía, objetos e instalaciones. Realizó numerosas exposiciones individuales y colectivas en Argentina y en el exterior. Ha exhibido su trabajo en museos, centros culturales y ferias de arte, entre ellas: Cruces en el Río de La Plata (2021), curadora Carina Cagnolo, FOLA (Fototeca Latinoamericana, Buenos Aires); La casa simbólica (2021), curador Rodrigo Alonso, MACBA (Museo de Arte Contemporáneo de Buenos Aires); Fragilidad, curador Rodrigo Alonso, Centro Cultural Recoleta; Instalación carnívora (2012), MALBA (Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires); La casa como amenaza (2010), curadora Laeticia Mello, Galería Sicart (Barcelona); Adiós a las sombras (2009), Galeria Arte x Arte; Behind the apparent (2006), Sculpture Space (Nueva York); Bunker (2003), MPBA (Museo Provincial de Bellas Artes “Emilio Pettoruti”.
Realizó una Residencia Artística en La Verdi CDMX México con Ana Gallardo, en 2019. Obtuvo la beca intercampos II Fundación Telefónica, en 2006, el Premio Universidad de Bologna, en 2006. Realizó la residencia Artística, Arteleku, en San Sebastián, en 2004. Obtuvo el subsidio a la Creación Artística Fundación Antorchas, en 2003.
Rodrigo Alonso. Licenciado en artes especializado en arte contemporáneo y nuevos medios. Investigador y teórico en el campo del arte tecnológico, es un referente de la historia y el presente de esta producción en América Latina. Ha publicado numerosos ensayos y libros sobre el tema; en 2015 publicó una recopilación de sus principales textos en el libro Elogio de la Low-Tech. Historia y estética de las artes tecnológicas en América Latina (Luna Editores, 2015). Como curador independiente ha organizado exhibiciones en diferentes ciudades del mundo; entre sus exhibiciones recientes se encuentran: Fotografía Argentina 1850-2010. Contradicción y continuidad (2018), The Getty Museum, Fundación Proa, Buenos Aires; Pensar en abstracto (2017), Museo de Arte Contemporáneo, Buenos Aires; Pop, realismos y política. Brasil/Argentina. 1960 con Paulo Herkenhoff (2012-2013), Fundación Proa, Buenos Aires, Museo Oscar Neimeyer, Curitiba, GAMeC (Galleria d’Arte Moderna e Contemporanea di Bergamo), Bérgamo, Museo de Arte Moderno, Río de Janeiro; Transitio_MX. Biomediations con Sarah Cook(2013), Centro Nacional de la Imagen/Laboratorio de Arte Alameda, México; Arqueologías a destiempo (2013), Galería Gabriela Mistral, Chile; Relatos de resistencia y cambio (2010), Frankfurter Kunstverein, Fráncfort. En 2011 fue curador del Pabellón Argentino de la LIV Bienal de Venecia. Es profesor universitario de grado y postgrado y asesor de fundaciones artísticas internacionales.
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