Descripción de la Exposición
Era domingo cuando el escultor Miguel Bañuls terminó el montaje de su exposición para el ECO Les Aules en la Diputación de Castellón.
El lunes, a las nueve de la mañana el crítico de arte fue a la sala de la Plaza de Les Aules con la intención de hablar con el artista. En información le indicaron que podía esperar en la misma sala, en una silla ubicada junto a una de las esculturas de zinc. El crítico se sentó, contemplando como algunas personas iban y venían de manera casi esquizofrénica a los despachos de la Diputación de Castellón. Al final, el conserje le indicó que no sabía si Bañuls iba a llegar, que mejor volviera mañana.
El martes a las nueve de la mañana el crítico de arte llegó a la sala de exposiciones de ECO Les Aules y se sentó directamente en la silla junto a la escultura de zinc. El escultor tenía una reunión con la dirección de Marte, la feria internacional de arte contemporáneo. No pudo atenderle.
El miércoles a las nueve de la mañana el crítico de arte, ante la misma recepción, se enteró de que el artista había vuelto a su casa en Alicante, para coger fuerzas antes de la inauguración.
El jueves a las nueve de la mañana informaron al crítico de arte de que Miguel Bañuls sí estaba pero muy ocupado con el diputado de cultura que quería conocer los entresijos de la exposición. No importaba, él iba a esperarlo. Inauguraban esa misma tarde. Pasaron las horas y él seguía allí sentado, donde le indicó el conserje, junto a una escultura de zinc.
Nadie miró al crítico de arte en ningún momento, parecía transparente, invisible. Y pasó el tiempo. Llegó la tarde y la exposición se inauguró con éxito. La gente pasaba a contemplar las obras, pero parecía no verle.
El crítico de arte perdió la cuenta de los días, allí, en la silla junto a la escultura de zinc, era difícil saber si era lunes o jueves, porque todo era igual a la jornada anterior y a la siguiente. La única diferencia era, curiosamente, la escultura de zinc: planchas tensionadas de vez en cuando soltaban un crujido metálico y se desdoblaban, como una planta que creciera despreocupadamente, ausente de gravedad. () Toda la obra de Bañuls, de una u otra manera, se manifestaba como un posible golpe directo a la percepción del crítico de arte.
De alguna forma la plancha fragmentada le interpelaba y hablaba directamente. De alguna forma no podía ser totalmente indiferente ante la corporeidad metálica que le presentaba el artista. “Reivindico el valor estético de las estructuras y elementos constructivos sabiendo que los materiales plásticos transparentes y metálicos más comunes pueden influir en su percepción alterando las emociones que las formas por si solas no pueden ofrecer como simples sólidos, aunque siempre anteponiendo la intención al producto acabado. La piel solo matiza el propósito y no es interesante por sí misma”. Las palabras de Bañuls resonaban en su cabeza.
Al crítico de arte le hubiera gustado explicarle al artista todos estos pensamientos. Le hubiera gustado excusarse en que las letras no podían dar cuenta del significado de estas obras porque éstas requerían de la mirada. Le hubiera gustado pedirles a los espectadores que miraran las esculturas y sintieran su capacidad de sugestión, que ellas les iban a decir mucho más sobre la misma belleza, a simple vista y sin una sola palabra, que lo que él pudiera ser capaz.
Un día el crítico de arte vio al artista entrar en la sala. La exposición estaba terminando y Miguel Bañuls empezaba a organizar el desmontaje de las obras. El crítico de arte quiso levantarse pero no pudo. Creyó que era una especie de entumecimiento total, ya que no sólo no podía alzarse, sino que no podía despegar las manos del regazo, ni los pies del suelo. Sus manos tenían pequeñas placas de zinc sobre la piel. No, mejor dicho, en lugar de la piel. Sus dedos, metálicos, terminaban en arandelas con tornillos que se incrustaban en el pantalón, fundiéndose con la tela.
Otras cintas de alguna extraña aleación salían desde los zapatos rotos y se adherían con firmeza al suelo; algunas, las más finas, habían comenzado a meterse entre los resquicios de los azulejos del suelo de Les Aules. “Encuentros en los tornillos y remaches elementos que ayudan a crear ritmos y por ello no trato de esconderlos, el ritmo intrínseco en líneas, puntos y áreas vacías o de color vibran en el silencio pretendido como un juego” le había advertido el artista. El crítico de arte quiso hablar, quiso gritar, pero no pudo despegar los labios. Unos días después, sus manos eran parte del pantalón y ni siquiera él hubiera podido reconocer alguna forma en lo que antes eran dedos. Pero ya no le importaba. Seguía esperando, pero ya no al artista, ni siquiera recordaba el motivo de la espera. Lo embalaron y llevaron a un almacén con el resto de esculturas. Ahora esperaba otra cosa, pero mucho más ansioso que antes. Anhelaba el día en que Miguel Bañuls lo volviera a exponer.
Exposición. 17 dic de 2024 - 16 mar de 2025 / Museo Picasso Málaga / Málaga, España
Formación. 01 oct de 2024 - 04 abr de 2025 / PHotoEspaña / Madrid, España