Descripción de la Exposición
Las Bahamas, Luxemburgo, Islas Caimán, Singapur o Suiza, los nuevos destinos turísticos de la sociedad capitalista se erigen gracias al atractivo que desprenden. Evasión de impuestos, blanqueo de dinero, secreto bancario y agasajo al testaferro, los paraísos fiscales se configuran como espacios destinados al deleite sensorial y, sobre todo, económico que proporcionan una magnífica oferta de servicios exclusivos reservados únicamente a quienes poseen un gran capital.
No hay acto más verdaderamente antisocial
que usar "Paraíso" para engañar a tus conciudadanos.
En un texto escrito especialmente para esta exposición, Alex Cobham, economista y chief executive de Tax Justice Network¹, deja claro que la lucha contra la corrupción y la evasión fiscal es un problema político, no técnico, así como insistir en informar a la sociedad sobre las consecuencias que supone la pervivencia de los paraísos fiscales.
Si tu vecino te llegara a estafar un solo dólar, no te contentarías con saber que te ha estafado o con decir que lo ha hecho, y ni siquiera con exigirle que te pague lo que te corresponde. Adoptarías en el acto medidas eficaces para que te pague hasta el último centavo y para cerciorarte de que no volverá a hacerlo. La acción que surge de los principios, de la percepción y ejecución de lo justo, transforma las cosas y las relaciones. Es esencialmente revolucionaria y no siempre resulta compatible con lo establecido. […] Hay leyes injustas; ¿nos resignaremos a obedecerlas o intentaremos enmendarlas y no las obedeceremos sino hasta que lo hayamos conseguido?, ¿o más bien las incumpliremos de una vez?²
Son muchos los que intuyen que pueden formar parte de la destrucción del actual e irregular sistema financiero pero son pocos los que realmente deciden dar el paso y lanzarse a la lucha. No es lo mismo discutir sobre el problema que tomar medidas que vayan más allá de las palabras. Es por ello que Eugenio Merino invita a la acción, seduce más bien, instalando para tal fin un cebo en forma de chocolate. La intervención por parte del público se convierte en un ejercicio inconsciente, atraído por el brillo que desprenden las monedas y por las referencias a la infancia. Tal vez sólo sea chocolate; eso sí, el artista muestra el camino que debe tomar el ciudadano, exhibe la importancia de la participación e instruye sobre las artes del hurto. Lo ha entrenado para que, cuando llegue el momento idóneo, sepa cómo tiene que proceder.
El público, cansado de que siempre le roben, ahora toma el control y es él mismo el que delinque. Abandona esa posición pasiva a la que está acostumbrado, no solo como individuo sino también como espectador de una exposición, y asume un rol de dominante de su propia situación como persona, de esclavo que se despoja de las cadenas y emigra de la caverna. Ahora debe robar y, de paso, activar y formar parte de la propia obra expositiva. Asimismo, el artista despliega toda una hilera de cómodas hamacas donde el visitante no se puede tumbar, presenta unos relojes que no coinciden con su huso horario y presume de una moneda ligeramente sobredimensionada que el espectador no puede acariciar, eso sí, con el 1% grabado correspondiente al porcentaje de personas que concentran las riquezas del mundo, donde el propio público está excluido. Únicamente se le permite saquear monedas de chocolate, al fin y al cabo, el resto de (pseudo)lujos son totalmente innecesarios para la lucha, solo son indicadores que rememoran la actual disparidad económica concebida, en parte, por la existencia de paraísos fiscales.
Eugenio Merino nos invita a releer la actualidad, a empalagarnos con una sobredosis de lo visual y a adoptar y no abandonar jamás una posición crítica directa, sin vacilaciones ni ansiedades. Nos hace saborear el hipotético cambio a través de un pensamiento rebelde, degustar un eterno juego de dobles sentidos y paladear una estética que fagocita la interacción social. Nos endulza con la posibilidad de cometer un delito y nos regocija con la carencia de la consecuencia. Hay que tener en cuenta que las cámaras de vigilancia que apuntan a la plétora de monedas son falsas, su objetivo es disímil al que el espectador está acostumbrado. No se han dispuesto con el fin de protegerlas, sino con la intención de maximizar el mensaje y que el ciudadano pueda observar y, por ende, aprender a quebrantar las normas.
Partiendo de las desigualdades económicas en la sociedad actual, Eugenio Merino ha recurrido con audacia a la ironía, a la cotidianeidad y a la crítica certera para acercar al público los grandes emisores de servicios financieros del mundo y todo su entramado de irregularidades. Dinamita la ineficacia legislativa y su permisividad y pasividad actuales, así como recalcar los conceptos de sumisión, control y, por supuesto, poder. Paraíso propone un nuevo uso de la bandera, cuestiona la denominación de patria y subraya los lindes fronterizos marcados por los bancos. Paraíso son monedas de chocolate y una invitación al disfrute de la sustracción.
Comer chocolate suizo, hasta que no quede ninguno para los demás,
parece una metáfora apropiada en la que participar.³
Querido ciudadano, eat the rich!
1. Tax Justice Network: una de la coaliciones independientes más importantes a nivel mundial compuesta por investigadores y activistas que analiza y combate la evasión de impuestos, la competencia fiscal y los paraísos fiscales.
2. THOREAU, Henry David: Desobediencia civil. Tumbona Ediciones. México, 2012. PP 29-30.
3. Fragmento del texto escrito por Alex Cobham para esta exposición.
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