Descripción de la Exposición
A finales de la década de los años ochenta del pasado siglo, cuando Berta Cáccamo comienza a desarrollar un lenguaje propio y a despojarse de aquella expresividad gestual y matérica de los años de formación en Barcelona, intuye que la naturaleza y la energía del soporte -la memoria que emana de su condición silente y precaria- era un elemento indisoluble de la acción de pintar. Sus telas y papeles de aquellos años iniciales son algo más que soportes vacíos y neutros, más bien se revelan como descubrimientos azarosos que la artista elige y observa desde el afecto y el respeto por sus accidentes y configuraciones particulares, en definitiva, por su biografía íntima. Esta aproximación curiosa, afectiva, va a estar presente en el trabajo de Berta Cáccamo a lo largo de treinta años de producción y experimentación constantes.
Cuando la artista se traslada a París en 1990, y durante los dos años que permanece en su estudio de Pantin, la dedicación a las pinturas sobre telas y lonas de gran formato se simultanea con la producción de toda una serie de papeles íntimos que sobrecogen por su elementalidad. La superficie de aquellos papeles envejecidos y a menudo rasgados en sus contornos, mancillados en ocasiones por la humedad o por los rastros de una manipulación ajena, cobran un protagonismo buscado y necesario sobre el que deslizar formas iluminadas y acuosas, desplazadas con el objetivo, precisamente, de permitir que el papel hable. La forma en la que Berta Cáccamo se enfrenta a estas pequeñas superficies no es subsidiaria de su pintura, ni estas constituyen ensayos previos o bocetos para trasladar a sus grandes telas. Los papeles, ya desde aquel momento inicial y a lo largo de toda su trayectoria, se constituyen como entidades significantes y plenamente autónomas. En efecto, su dedicación y amor por los papeles llevó a la artista a imaginar la posibilidad de construir un relato de su trabajo basado solamente en la poética del papel. Desde este deseo, nunca realizado en vida de una manera retrospectiva, nos inspiramos para llevar a cabo este proyecto en la galería Trinta, con la que trabajó de manera fiel desde el año 1994 hasta el momento de su fallecimiento en 2018.
Esta exposición -y atendiendo también a la propia configuración arquitectónica de la galería- se articula en sus dos plantas desde dos perspectivas diversas pero complementarias. Mientras que la planta superior se ha organizado en base a asociaciones de carácter poético entre las diferentes obras, buscando un relato visual “ahistórico” de resonancias inesperadas, el espacio inferior de la galería se guía por una narración de carácter cronológico a partir de una serie de papeles seleccionados, y se acompaña de un mismo relato documental que se nutre con materiales del archivo de la artista y de la galería Trinta: notas y reflexiones de carácter estético y procesual, fotografías, cartas, registros de las exposiciones en las que participó la artista o textos seleccionados en prensa y otras publicaciones especializadas. Esta sala cuenta también con una vitrina dedicada a una selección de libros de artista, una práctica que Berta Cáccamo produjo incansablemente a lo largo de toda su vida. En la planta superior se sitúa además una gran mesa en la que los visitantes pueden consultar algunas de las publicaciones más destacadas de la artista. En torno a esta mesa se celebrarán algunos encuentros con el público para conversar sobre la práctica artística de Berta Cáccamo y sobre su posición como artista mujer en el contexto del arte gallego de las últimas décadas.
Este recorrido por su obra en papel, a lo largo de treinta años de pensamiento y producción, sitúa a Berta Cáccamo -en Galicia y en el estado español- como una de las artistas más singulares de su momento, radicalmente independiente y en constante aprendizaje y experimentación. Las diferentes etapas de su producción artística, que la galería Trinta presentó a lo largo de veinticinco años, testifican un ejercicio de rigor y coherencia con el tiempo que le tocó vivir.
Juan de Nieves
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Berta y Din fueron los primeros visitantes de la exposición de Pamen Pereira con la que celebrábamos el 30 aniversario de la galería. Nada más salvar las escaleras y, recibiendo al público, colgaba del muro una silla de despacho antigua sobre la que flotaba la maqueta de un barco. La intervención sobre estos dos objetos era mínima ya que la artista se había limitado a pintar el asiento del mueble de un azul metalizado que brillaba bajo la luz de los focos y se reflejaba en las paredes cercanas.
Al verla Berta exclamó : “¡Qué pieza!. Es un Urbano Lugrís. ¡Cómo me hubiese gustado haberla hecho a mí!”.
Conservo muchos recuerdos de Berta pero este es para mí uno de los más queridos porque condensa en unas pocas palabras su grandeza como artista y la enorme generosidad que caracterizaba a su persona.
Quièn me iba a decir a mí que, cinco años después y casi en las mismas fechas, estaríamos montando una exposición suya sin ella.
Sentí la muerte de Berta como una mutilación. Tardé en asumir que no formaría ya más parte del paisaje de la galería, que no oiría más su voz ni reiría con ella, que no hablaríamos más de arte, que jamás volvería a preguntarme por Worke y Shewa.
Evito siempre la carretera de Coruxo porque saber que, en aquel diminuto taller en el que pintaba y en el que tantas veces me vi con ella, ya no habita su talento hace que me sienta muy desamparada. Algo así como si su ausencia fuese una gran estafa.
Supongo que madurar es asumir que nuestro fin es el único amo al que realmente pertenecemos, que las personas no son nuestras, que se van y nos dejan huérfanas. Y eso es una mierda.
Me peleo desde hace rato con el tono de este texto pero no consigo desprenderlo de la pena. Soy consciente de que Juan de Nieves y Pepe Cáccamo han puesto en mis manos una joya de exposición, que soy muy afortunada al poder ofrecérosla pero, tras tener que recorrer con ellos los 30 años de carrera de Berta, se ha abierto la caja de los recuerdos y me ha vencido la nostalgia.
Queda el leve consuelo de pensar que si el jueves, ella, entrase por la puerta, tal vez dijese: ¡Qué expo!.¡Cómo me hubiese gustado haberla hecho a mí!
Asunta Rodríguez.
Diciembre de 2020, en el 35 aniversario de la Galería Trinta.
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