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Palabras y Silencios

Exposición / Llamazares Galería / Instituto, 23 / Gijón, Asturias, España
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Cuándo:
29 may de 2008 - 28 jun de 2008

Organizada por:
Llamazares Galería

Artistas participantes:
Humberto García del Villar - Humberto
Etiquetas
Pintura  Pintura en Asturias 

       


Descripción de la Exposición

Hace varios años, en el taller que dirige en Oviedo y que tan excelentes frutos ha dado al arte asturiano durante los últimos treinta años, Humberto compartió su capacidad didáctica con Joan Hernández Pijuan, que pasó unos días junto a él aquí en Asturias. Durante sus largas conversaciones, que tuve el gusto de compartir, ambos renegaban de la intelectualidad banal de la pintura, apostando por un aprendizaje del arte basado en el diálogo. El pintor catalán, hoy fallecido, abogaba por una «verdad que radicará en lo esencial pero no en lo anecdótico». Humberto sonreía y hablaba, hablaba y sonreía, escuchaba y hablaba nuevamente, sin prisa ni pausa, clamando también por un arte capaz de enseñar «desde la motivación y la aclaración del conjunto de pensamientos que forman concepto, emoción y su traducción material».

Tratando de comprender el proceso creativo de Humberto he destacado con frecuencia esa obsesión por aprehender la síntesis que se percibe en tales juicios. Y es que, desde su infancia en la Asturias occidental hasta su hogar maternal de Gijón, con viajes periódicos para admirar a los artistas internacionales, este pintor nacido en el corazón de Malleza ha defendido siempre esas premisas, tan cercanas a la verdad. Quizás por eso, toda su obra responde a una filosofía vital que entiende el arte como una idea conceptual, mística y neoplatónica, de connotaciones casi religiosas, lejos de lo decorativo o lo complaciente.

Experiencia del mundo

Los trabajos de Humberto, tras cuarenta años de experiencias, continúan hoy repletos de implicaciones taumatúrgicas, símbolos ocultos que almacena en su enorme ideario personal para debatir los espacios sagrados del conocimiento interior. Es ahí, en ese interés analítico y en esa fusión de principios, donde el interés de Humberto por las cosas se transmuta cada día en pintura.

Pero, como ha venido ocurriendo en sus últimas exposiciones individuales, sus trabajos son algo más que pintura. Sus logros se superponen lentamente, asumiendo el acto de pintar como una acción y quebrando para ello la relación entre el tiempo y la física. Sus pinturas -creo haberlo dicho varias veces- son «una experiencia del mundo», que enfrentan imágenes entre sí para aprender mirando y proyectar hacia nosotros la narración de un espacio expresivo, puro y duro, sin remilgos.

Centrando un poco más las referencias directas de la obra que nos ocupa, advertiremos similitudes de método con la serie Terrae, que presentó en la galería Fruela de Madrid hace dos años. Aquellas obras, impecables, albergaban técnicas y recursos informalistas, paisajes irreales, gamas cromáticas frías y otros complementos que se salpicaban de contrastes más o menos matéricos. Y contenían había algo más: una evidencia muy directa, un pequeño jardín que, entre la exuberancia y la delicadeza, Humberto había creado en los arrabales gijoneses, sobre ritmos fabriles y atmósferas agresivas, para demostrar que la belleza no entiende de fronteras.

Ese pequeño jardín, repleto de colores, formas, aromas, humedades, caricias y rincones, sigue coexistiendo sutilmente en esta nueva exposición, que atesora parterres, líneas, nubes, agua, espacio, tiempo, ecología y amor por la pureza. Otra vez, sin llegar a la idea de instalación, las escenografías pintadas por Humberto responden a un esfuerzo procesual que combina la expresión artística y la vida diaria. Son relaciones entre arte y experiencia asumidas bajo interpretaciones que se sitúan lejos de las teorías de la representación y cerca de las vibraciones básicamente estéticas. Una vía válida para articular respuestas y conferir significados funcionales a la obra, al margen de cualquier debate absurdo entre la figuración o la abstracción. Una pintura que se nutre de la propia pintura con acertados esquemas compositivos y efectivos contrastes entre gestos y líneas, entre la materia y la estructura geométrica, entre los tonos puros y sus complementarios, como expresión delicada de un proceso consciente.

La liturgia pintada

El hilo conductor de estas obras enlaza, de algún modo, con la panorámica global del arte de la segunda mitad del siglo XX y los inicios del siglo XXI, respetando el pasado para labrar su presente pictórico. En su obsesivo afán por aprender, Humberto estudia todas las corrientes y las técnicas que le interesan, retrocediendo en el tiempo uno o quinientos años, si cabe. Hace tiempo, en esa mística privada y personal que mueve cada uno de sus pasos pictóricos, quiso saber más sobre la grisalla, esa técnica pictórica basada en una pintura en camafeo gris, que estuvo muy de moda en el siglo XIV. Desde entonces, desde André Beauneveu a Van Eyck, de Bruegel a El Bosco, de Correggio y Mantegna hasta el maestro Goya, la grisalla ha seguido siendo utilizada magistralmente por muchos artistas. Produce un efecto monocromático frío y sólido, donde la pintura bidimensional se asemeja a un relieve.

Pero además, en sus entrañas subyace una esfera litúrgica, una relación muy similar a la que Humberto ha mantenido en todo su quehacer. Porque, pese a su apego al espacio cercano y a sus simbólicos jardines, en la obra actual de Humberto convive también un contrapunto a la naturaleza. Figurativo pero no representativo, el pintor sabe mirar las cosas de otra manera, buscando ese algo más impredecible capaz de emocionarnos. Y es que en estas grisallas humbertianas, de innumerables connotaciones, la imagen se asume como abstracción y la abstracción como imagen, porque no se pinta lo que se ve, sino lo que se piensa al mirar. Los elementos plásticos se enriquecen unos a otros, con leves acotaciones casi topográficas que estudian los problemas de fondo de la propia pintura. Mayor monocromía sólo aparente porque, si advertimos los matices de cerca, descubriremos pinceladas y recursos tonales.

La pintura de Humberto, tan depurada y compleja, tan profunda e inquietante, se mantiene al margen de corrientes y tendencias, en una posición solitaria y distanciada de las propuestas de sus compañeros de generación. Por eso, este texto se iniciaba aludiendo a Pijuan, otro solitario de la pintura, otro amante que armoniza la materia física y la materia intelectual creyendo, al tiempo, en el sentido didáctico de sus propuestas. La pintura de Humberto se resiste a ser clasificada en términos de figuración o abstracción y, pese a su remisión expositiva, le sitúa entre las más destacadas del panorama asturiano contemporáneo.


Imágenes de la Exposición
Palabras y silencios, Téc. mixta s/lienzo, 130 x 195 cm

Entrada actualizada el el 26 may de 2016

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