Descripción de la Exposición
La Sala Robayera acoge la primera exposición individual de Mateo Maté en Cantabria.
Mateo Maté es el protagonista de la última cita expositiva de esta temporada en la Sala de Arte Robayera del Ayuntamiento de Miengo. Tras las muestras retrospectivas de Juan Manuel Puente e Isabel Villar, el programa estival de este año, bajo el respaldo del Ayuntamiento de Miengo y la Consejería de Cultura, Educación y Deporte del Gobierno de Cantabria, acoge desde el próximo sábado 3 de septiembre, a partir de las siete y media de la tarde, la exposición titulada "Paisajes Uniformados", que constituye la primera muestra en solitario del artista madrileño en Cantabria.
La exposición se compone de alrededor de quince composiciones de medio y gran formato pertenecientes a la serie "Paisajes Uniformados", realizada entre los años 2007 y 2015. El punto de partida de este proyecto es una selección de paisajes de artistas preimpresionistas e impresionistas que han sido reinterpretados por Mateo Maté recurriendo a diferentes patrones de camuflaje de uniformes militares de todo el mundo. Las obras referenciadas fueron firmadas originalmente por pintores que desarrollaron su trabajo a lo largo del siglo XIX y durante las primeras décadas del XX, como el español Joaquín Sorolla, el belga afincado en España Carlos de Haes, el francés Camille Corot, el alemán Walter Moras, el noruego Adelsteen Normann, el franco-alemán Erich Mercker, el norteamericano Asher Brown Durand o los británicos Alfred de Breanski y Henry H. Parker. Así, encontramos paisajes de los fiordos noruegos, los cantones suizos o vistas de espacios naturales de los Países Bajos, Italia, Inglaterra, Escocia o de la geografía española, como los Picos de Europa (Carlos de Haes) y paisajes asturianos, El Pardo en Madrid o el Cabo San Antonio de Jávea (Sorolla), solo que todos ellos han sido re-creados con diferentes diseños de camuflaje bélico, acompañados de sus correspondientes leyendas que reseñan sus respectivas procedencias.
El artista parte de la idea de que el camuflaje militar no existiría sin los avances plásticos de estos pintores, que descubrieron cómo percibe nuestra retina y pasaron a representar la naturaleza a partir de manchas y colores, rompiendo con la representación ilusionista de la forma en el espacio y cuestionando las bases del sistema figurativo tal como había sido entendido desde el Renacimiento. Esta clave fue utilizada por ejércitos de todo el mundo para camuflar a sus soldados y, mediante una iconografía básica pero profundamente estudiada, los uniformes de guerra "pasaron a imitar el entorno natural donde los diferentes cuerpos de los ejércitos iban a ser desplegados", de modo que es posible reinterpretar cualquier paisaje en términos de guerra.
"Paisajes Uniformados" ofrece un patchwork en el que a cada textura y trama pictórica del cuadro original le corresponde un estampado mimético de camuflaje militar. En apariencia, se muestran paisajes más o menos tradicionales, pero cuando uno se aproxima se aprecian perfectamente los detalles de los uniformes: bolsillos, mangas, cuellos, insignias y medallas.
Esta serie, tal como explica Maite Méndez Baiges en el texto del catálogo que acompaña la exposición, es una interpretación en clave DPM (Disruptive Pattern Material) de las vistas ofrecidas por estos pintores, revelando cómo el camuflaje mimético se convierte en "un registro ideal para calibrar los mutuos préstamos e intercambios entre dos ámbitos que a primera vista podrían pasar por antagónicos, el artístico y el militar". De hecho, algunos artistas de las primeras vanguardias del siglo XX participaron en el origen del camuflaje militar, durante la I Guerra Mundial, poniendo al servicio de la gran contienda bélica sus habilidades en los terrenos del engaño y la invisibilidad, al provocar la confusión entre la figura y el entorno.
De este modo, Mateo Maté trata de "devolver al arte lo que la guerra le ha robado" y la belleza del paisaje se ve transformada por la referencia a la muerte que conlleva el diseño militar.
Los "Paisajes Uniformados" de Mateo Maté nos alertan, según apunta Maite Méndez Baiges, sobre "la imposición de un modo uniforme y militarizado de ver y estar en el mundo". No solo brindan una reflexión sobre la condición de la pintura, sino también un análisis tan lúcido como irónico sobre la sociedad del espectáculo actual, donde las artes del engaño y los dispositivos de seguridad o los mecanismos de vigilancia y control ostentan un papel crucial y donde "la violencia ha sido asimilada hasta tal punto que toda mirada social es una mirada militar, por mucho que se presente bajo un aspecto inofensivo". Por último, la serie proporciona una reflexión sobre "la homogeneización, normalización y docilidad generalizada, cómplices del orden social y político que se encarga de imponerlas por medio de distintos tipos de violencia simbólica".
La obra de Mateo Maté, profundamente conceptual, reivindica otra forma de mirar el mundo en la que lo cotidiano o lo doméstico comparte signos con lo social. Su itinerario expositivo se inicia a principios de los noventa, habiendo mostrado su trabajo en importantes centros de arte dentro y fuera de España, desde el MNCARS, el Círculo de Bellas Artes, La Casa Encendida o Matadero en Madrid a La Gallera de Valencia, el Museo Patio Herreriano de Valladolid, el CAB de Burgos, la Fundación Joan Miró de Barcelona o el Museo de Arte Contemporáneo de Santiago de Chile, el Herzliya Museum of Contemporary Art de Tel Aviv, el Museu Coleção Berardo de Lisboa, el Jeu de Paume de París o el P.S.1 del MoMA de Nueva York. En 2013 cinco museos estatales acogían simultáneamente obras suyas en una exposición que llevaba por título "El eterno retorno" y que pudo visitarse en el Museo Lázaro Galdiano, el Museo Cerralbo, el Museo de Artes Decorativas, el Museo del Romanticismo y la Biblioteca Nacional de Madrid. Su primera comparecencia en Santander tuvo lugar en 2004 en el contexto del proyecto "Itinerarios" de la Fundación Marcelino Botín, habiendo participado asimismo en proyectos colectivos como "El Puente de la Visión" en 2006 en el Museo de Bellas Artes y "Low Key" en 2008 de nuevo en la Fundación Marcelino Botín. La exposición de la Sala Robayera de Miengo supone, por tanto, su primera exposición individual en Cantabria.
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