Dentro del panorama plástico contemporáneo aparece de vez en cuando una figura como la de Manuel Terán que retoma en maneras absolutamente realistas el alma y el latir del modelo a pintar como si se tratara de un auténtico retrato personal. Con esa premisa, Manuel Terán busca y encuentra el alma y el latir en las geometrías de las ciudades como tales urbes y lo hace de tal manera que nos lleva de su mano al conocimiento de características que no teníamos descubiertas ni tan siquiera en nuestro propio barrio.

Mientras Terán va creando, insufla un aire con vida propia que se traduce en esos latidos antes señalados. Para todo esto se necesita, en primer lugar, tener unos cabales conocimientos del dibujo; a continuación viene el propio cromatismo que completo las geometrias traza­das sin romper equilibrios ni parir monstruosas estridencias ... que hieran la retina. El latido vital que Terán traduce, brota entre silencios, de forma sigilosa, discreta, sin cabriolas innecesarias, sosegadamente.

Todo esto que queda anotado se percibe al primer golpe de vista en la veintena de piezas que cuelga la Sala Cervantes en sus paredes.

Un descanso visual y un ejercicio de curiosidad para el visitante, que descubrirá lo mucho que tiene de hermoso el paisaje ciudadano cuando hay algo dentro del mismo y cuando —por encima de todo— el pintor sabe encontrarlo y situarlo vivo ante nuestros ojos.

Esta es la primera vez que Terán expone en Santander y no hay duda de que d éxito conseguido por esos continentes de Dios se verá enriquecido con la muestra que ahora nos ofrece.