Descripción de la Exposición
"Ouvrard. La llave de los sueños" reúne por primera vez una muestra significativa de la producción de Luis Ouvrard: óleos, pasteles, dibujos y grabados fechados entre 1914 y 1988. Sus retratos, naturalezas muertas y paisajes configuran una obra donde determinación y fantasía dan forma a un singular relato pictórico.
Texto curatorial:
Desde mediados de la década del cincuenta y por casi treinta años el pintor rosarino Luis Ouvrard insistió en el montaje de dos géneros: la naturaleza muerta y el paisaje. No decimos naturalezas muertas sobre un fondo de paisaje –que bien podría serlo-; preferimos pensar en un mecanismo por el cual dos escenas, a las que nos tiene habituados la pintura, son puestas en desorden. De modo tal que Ouvrard hace de la naturaleza una maquinaria donde paisaje y naturaleza muerta se acompañan y desdicen. Si ese paisaje es fondo, lo es enrarecido en las nuevas condiciones que estas obras traman. El terreno aparece como zona de apoyo que el pintor usa para disponer frutos sueltos, una mesa o un florero. Su pintura repite durante esos años una articulación que busca e insiste en lo mismo. Lo mismo en sus muchos matices. Es aquí donde se recorta el lugar de Ouvrard como pintor en intimidad de lo mismo, ese espacio-tiempo que mantenía era su modo de estar aquietado en el hacer. Luis Ouvrard parece desordenar los recuerdos familiares al cruzar las referencias que provienen de la memoria de sus padres con sus propias alusiones al pasado. Tal vez esa suave confusión le permita trasladarse, imaginariamente, al lugar de origen de sus padres para revisar la difícil relación de pertenencia con aquella y con esta tierra. Rodear la condición de extranjeridad que atraviesa a su familia le posibilitó elaborar un peculiar modo de enraizamiento. Sus recuerdos del Périgord no son precisamente suyos, más bien tomaron forma a partir de un relato ajeno del que Ouvrard se adueñó, por derecho de herencia. Las evocaciones de un lugar deseado producen torsiones en la descripción del pintor, así, cuando se refiere a los hongos que su madre incluía en las comidas, conecta con una escena del campo en el Périgord. Como si alguna vez hubiera estado allí, el pintor cuenta: “Vos sabés lo que es levantarse una mañana y ver el campo lleno de hongos, aparecen en cuestión de horas.” Su amor por la lejanía – lo que él refiere como la vastedad de nuestro campo- discurre en formulaciones donde hace suya la añoranza de sus padres trayendo paisajes y objetos del pasado para acortar, en la evocación y por el extrañamiento, las distancias de tiempo y de lugar. Registros del pasado y el presente se articulan en planos que son, a la vez, la mesa de cocinar en que su madre cortaba trufas y hongos y la mesa sobre la que compone sus naturalezas muertas. Varios años antes del período que estamos considerando Ouvrard había empezado a rebatir las tapas de sus mesas, cuando comienza a jugar con distintas superficies de apoyo para sus objetos las decisiones con respecto a la perspectiva y la escala se van modificando. Pensamos en la mirada de un niño de corta edad que apoya la cara sobre el borde de la mesa de cocina y cómo eso podría estar ligado al planteo de la composición en obras donde la tapa de la mesa se adelanta y rebate acentuadamente hasta quedar paralela al plano del soporte. Si bien el montaje extraña esa naturaleza muerta que evoca al Périgord y se liga al paisaje santafesino, algo se desmarca del procedimiento y da lugar a una levedad engañosa. Los objetos en sus cuadros dicen equívocamente. ¿Es posible que haya obras de Ouvrard tan cercanas a Magritte? En La clef des songes, Magritte escribe debajo de la hoja de árbol representada, el nombre: La table. La hoja aquí es la mesa, luego será el árbol en La Plaine de l’air. Vemos una operación similar en dos pasteles que realiza Ouvrard en 1984, donde las hojas aumentan su tamaño hasta alcanzar el de un árbol y se yerguen en un paisaje vacío en el que sólo unas pequeñas vacas habitan la lisura del terreno. En los juegos que Ouvrard propone a partir del dispositivo paisaje-naturaleza muerta, los objetos se apoyan de tal modo sobre el suelo (y contra el cielo) que producen un efecto de extrañamiento. En esta dinámica, la lejanía se activa ya no como elemento inspirador sino como artefacto, como otro de los factores que desnaturalizan el paisaje. En su obra, Luis Ouvrard superpone capas de pastel a películas de óleo, traza finas líneas que precisan formas, dibujan detalles y construyen texturas, y a la vez hace rayas que descubren el soporte y el grosor de las capas de pintura. Esta forma de manipular el material -insistiendo sobre él- es un modo que nos devuelve a la idea de intimidad de lo mismo. Trabaja como un miniaturista –con el recato de un restaurador- deslizando las pinceladas o raspando la superficie pastosa. Nos acercamos a estas obras como a una maquinaria funcionando en un tiempo que parece demorado.
Exposición. 19 nov de 2024 - 02 mar de 2025 / Museo Nacional del Prado / Madrid, España
Formación. 23 nov de 2024 - 29 nov de 2024 / Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS) / Madrid, España