Descripción de la Exposición ------------------------------------------------------- -------------------------------------------------------
Como ya es habitual, este programa invita a artistas contemporáneos a realizar una intervención artística en el contexto del desarrollo de la feria ARCOmadrid. Desde la experiencia pionera en 1963 han participado casi una treintena de artistas.
La intervención de Miguel Ángel Blanco incluye importantes piezas del Museo Nacional de Ciencias Naturales: un buitre leonado, un búho real, una corneja negra, un triguero albino, cuernas de ciervo, ciervo wapiti y de vaca africana, una vértebra de ballena y huesos de elefante africano, jirafa y lobo, además de una cabeza frenopática del siglo XIX. Para la filmación de nubes en La Pedriza (Sierra de Guadarrama), contó con la colaboración de los artistas Paco Mesa y Lola Marazuela.
AUGURACULUM MIGUEL ÁNGEL BLANCO Aunque la palabra 'diorama' surge en 1822 para referirse a la pintura panorámica sobre las paredes de un espacio cilíndrico que los espectadores podían contemplar situándose en una base giratoria, la traslación del término a los museos de historia natural, donde designa un tipo de escenificación más compleja, es algo más tardía. El primer diorama fue creado en 1893 por Gustaf Kolthoff, naturalista, cazador y taxidermista, en el Museo de Biología de Estocolmo, que aún sobrevive. Es, como los dioramas de Daguerre, una habitación circular en la que se representan, separados por árboles o rocas, los habitats suecos más característicos. Ante cada paisaje pintado, se distribuyeron los correspondiente animales disecados. Posteriormente, en 1902, el conservacionista Olof Gylling perfeccionó el sistema con pinturas más detalladas, vegetación artificial (la de Kolthoff era natural) y un menor número de animales. Casi al mismo tiempo se creaban los primeros dioramas del Museo de Historia Natural de Nueva York, que siguen siendo una referencia en este ámbito. Cuando se concibió la nueva sala de pájaros norteamericanos, el conservador de Ornitología del museo, Frank Chapman, construyó un acantilado en el que situó unas 70 aves marinas, aún sin pinturas. El primer diorama que sí las incluyó fue inaugurado, como los de Gylling, en 1902; enseguida se percibió la conveniencia de los fondos curvos, que permitía la visión lateral sin perder realismo. También en 1902 se terminó Cuatro estaciones, una serie de dioramas sobre el ciervo de cola blanca realizados por Carl Akeley con la colaboración de pintor de panoramas Abel Corwin utilizando métodos novedosos de taxidermia y un proceso por él patentado para hacer hojas artificiales. El grupo fue adquirido por el Field Museum de Chicago, que tomó la delantera a Nueva York en la exhibición de panoramas de mamíferos. A partir de entonces los museos rivalizaron en la excelencia de sus dioramas, y enviaban en sus expediciones científicas a los taxidermistas y a los pintores que, a partir de sus bocetos en el terreno, representarían los paisajes reales. El momento álgido se sitúa en 1936, cuando se abrió la Sala Akeley de mamíferos africanos en el Museo de Historia Natural de Nueva York. En España no existen conjuntos comparables de dioramas, pero el Museo Nacional de Ciencias Naturales conserva una extraordinaria colección de naturalizaciones de los hermanos Benedito, realizadas a partir de 1911. Luis, especializado en mamíferos, y José María, experto en aves, no hicieron dioramas pero sí vitrinas, en ocasiones de grandes dimensiones, en las que situaban a los animales en actitudes verosímiles y acompañados de abreviadas imitaciones de su entorno. * El escaparate se asimila, como dispositivo para la contemplación de una 'teatralización', cerrado por un cristal, a la vitrina y al diorama. El cristal también sella, protege y da a ver las cajas de los libros de mi Biblioteca del Bosque.. En esas cajas se reconstruyen igualmente medios naturales, ecosistemas modificados por la mirada artística. Dar el salto del libro al diorama ha sido algo perfectamente lógico para mí; no supone más que un cambio de escala. Por otra parte, me interesa mucho la visibilidad que tendrá esta intervención, convertida en un teatro de la naturaleza con un número elevadísimo de espectadores a los que se dirige esta pregunta: ¿qué haces tú por el planeta? Los humanos somos también un proyecto de la naturaleza. Debemos mostrar una inteligencia ecológico-creativa y ser más respetuosos con el medio ambiente, escucharlo y actuar en favor de su permanencia. * La naturaleza ha hablado siempre al hombre y, desde la infancia de la humanidad, los chamanes y los adivinos han interpretado sus mensajes. La 'lectura' de los elementos o los fenómenos naturales se ha basado a lo largo de los siglos, de los milenios, en diversos 'lenguajes'. En ese fluir temporal me he detenido en la antigua Roma, en la que la adivinación, guiada por la naturaleza, adquirió un enorme peso en los destinos de los individuos y de las comunidades. El auguraculum era una construcción, un tipo de templo de planta cuadrada con sus lados orientados a los puntos cardinales, desde el que los augures pronunciaban sus dictados. El augurium es el indicio, el presagio de los acontecimientos futuros. De él deriva la palabra 'inaugurar'. Cualquier ceremonia de inauguración exigía la presencia inexclusable de los augures. Este nuevo Auguraculum es un lugar para la interpretación del devenir del planeta y en él intervienen tres 'mancias' o artes de la adivinación. La primera es la ornitomancia, adivinación por medio del canto y del vuelo de los pájaros, practicada por los auspices. La segunda es la osteomancia o espatulomancia, adivinación por los huesos de los animales, que adopta diferentes prácticas en diversas culturas; en África se da un tipo de oráculo llamado el 'texto de los huesos', consistente en echarlos sobre el suelo e interpretar su disposición; en la antigua China se utilizaban también huesos oraculares, en los que se insertaba fuego para crear un craquelado que daba señales a los adivinos; se conservan más de 200.000 huesos grabados, soporte de la más completa colección de escritura china arcaica -preguntas y respuestas-, con una antigüedad de más de 3.000 años. La tercera es la aeromancia, adivinación basada en la dirección de los vientos (anemoscopia) y la forma de las nubes. Las aves incluidas en Auguraculum son animales iluminatorios: un buitre leonado capturado en 1911 en Riofrío (Segovia), un búho real , una corneja negra y una alondra albina, todos procedentes, como los huesos de lobo, y bisonte, las costillas de jirafa la vértebras de ballen, el cuerno de rinoceronte, la cornamenta de wapiti, los desmoches de ciervo y las astas de bóvidos sobre los que se apoyan, del Museo Nacional de Ciencias Naturales, que ha colaborado generosamente en este proyecto poniendo a mi disposición sus impresionantes colecciones. El buitre tenía un lugar privilegiado entre las aves augurales, en la categoría de las alites o voladoras. La razón es mítica: cuando Rómulo y Remo discutían si Roma debería fundarse sobre el Aventino o sobre el Palatino, la solución vino del cielo: desde esas respectivas colinas, Remo vio seis buitres, mientras que Rómulo vio doce. El gran auguraculum romano no estuvo, sin embargo, en ninguna de las dos, sino en el Capitolino, sobre el Arx. La simbología del buitre es múltiple y aparece en diferentes culturas. En Grecia estaba consagrado a Apolo; en el mismo sentido, los mayas lo relacionaron con la fuerza purificadora y vivificadora del fuego y del sol. Es símbolo de la superación de la muerte por su capacidad de convertir en fuerza vital la carroña que le sirve de alimento, y en diversos lugares de África es considerado como ser que conoce el secreto de la verdadera transformación de la materia inerte en oro. En Egipto, como diosa Nejbet, era protector de los faraones, y las reinas egipcias llevaban a menudo un tocado formado por un buitre, cuyas alas protegen los lados de la cabeza; como jeroglífico, representaba la idea de madre. En el cristianismo se asocia a la Virgen, como resultado de la creencia en que sus huevos eran fecundados no por los buitres macho sino por el viento del Este. Así, cobra sentido la inclusión de su figura, tal y como la vio Freud, en el cuadro La Virgen con Santa Ana y el Niño de Leonardo da Vinci, basándose en una anotación del maestro: 'Escribir de un modo tan claro sobre el buitre parece ser mi destino, porque entre mis primeros recuerdos infantiles creo recordar que, mientras estaba acostado en la cuna, un buitre se me acercó, me abrió la boca con su cola y me golpeó muchas veces (con su cola) dentro de mis labios'. El búho es un símbolo casi universal de sabiduría, y mensajero de premoniciones. Mientras que el buitre se asocia al sol y, por tanto, al día, el búho pertenece al ámbito de la luna y de la noche, a lo femenino. Sus primeras representaciones se remontan al Paleolítico, con los tres búhos nivales de la cueva de Trois Frères; en el Neolítico son frecuentes las figuras de barro con su forma, y era costumbre en algunos lugares quemar huesos de búho en las cremaciones. Es compañero de Atenea y, si el buitre está vinculado a la fundación de Roma, el búho representaba a la ciudad de Atenas. También se le atribuían, como a aquél habilidades proféticas pero no ya como alites sino como oscines, cuyos cantos interpretaban los auspices. Con similar adimiración hacia sus poderes, los adivinos Luba guardaban cabezas disecadas de búhos en sus cestos para incrementar su percepción y su habilidad para penetrar en la oscuridad. La corneja negra, y en general los córvidos, tienen un especial significado para mi obra. El vuelo de tres cuervos me dirigió a un cerro en el bosque sobre el que se posaron y en el que encontré unos bastidores de madera con los que realicé las primeras cajas para libros de la Biblioteca del Bosque. La voz de la corneja podía ser interpretada por los augures, pero sus propiedades mánticas más notorias y persistentes fueron las relacionadas con su vuelo. Aún en el siglo XII el Cid Campeador veía en su presencia, a izquierda o derecha del camino, un augurio seguro de suerte o desgracia. Esta corneja es, por otra parte, una pieza destacada en la colección del Museo Nacional de Ciencias Naturales, pues su naturalización es obra del mencionado José María Benedito. La cuarta de las aves, la alondra albina (Emberiza calandra, naturalizada en 1937), anuncia la llegada del nuevo día. En la mitología del Próximo Oriente, la alondra fue la primera criatura que vivió sobre la tierra. Por construir sus nidos sobre el suelo, se considera como intermediara entre el cielo y la tierra, y su canto expresa felicidad. Las aves albinas son muy raras; padecen una enfermedad llamada leucismo, que impide la coloración total o parcial de las plumas. Como otros animales albinos asumen los valores de pureza y prodigio que atribuimos al blanco en la naturaleza. Esta alondra blanca expresa un alba para el mundo: un nuevo inicio para la naturaleza. * Los dioramas tienen un fondo pintado, que en ocasiones se ilumina desde detrás. Los medios tecnológicos de los que hoy disponemos invitan, en un diorama concebido como proyecto artístico, a sustituir la representación pictórica por la proyección de imágenes en movimiento. He optado por mostrar imágenes de nubes por tres razones fundamentales: la primera es mi fascinación por ellas como formas plásticas; la segunda es su relación con las antiguas artes adivinatorias; la tercera, su importancia en los procesos atmosféricos desencadenados por el cambio climático. Con la colaboración de Paco Mesa y Lola Marazuela, amigos artistas que han visto muchos cielos, filmé durante el otoño diferentes formaciones nubosas sobre La Pedriza, en Manzanares el Real. El contraste entre la velocidad de las formaciones nubosas y el estatismo de los animales disecados crea una brecha entre un tiempo acelerado y un tiempo detenido que la percepción humana debe cerrar. En la instalación, la presencia de la cabeza frenopática francesa del siglo XIX -también prestada por el Museo Nacional de Ciencias Naturales- recuerda cómo desde ese momento de esplendor en el conocimiento científico y el desarrollo tecnológico ha derivado un peligro mortal para la naturaleza. La mente humana es capaz de hundir el planeta o salvarlo. O tal vez la naturaleza se libere del ser humano y se regenere a sí misma. Los simbolismos asociados a todos los elementos que forman parte de este diorama no agotan su significado. También en cada uno de los 1.101 libros que componen hasta ahora mi Biblioteca del Bosque las imágenes y los materiales se disponen para que quien los abre tenga una visión personalizada y los ?lea? de acuerdo con su sensibilidad. Querría que Auguraculum funcionase como un instrumento para favorecer las interpretaciones individuales. Y como una contribución para volver a hechizar el mundo.
Actualidad, 07 dic de 2011
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