Descripción de la Exposición ------------------------------------------------------- ------------------------------------------------------- No hay nada imprevisto en el cuerpo del otoño. Ha surgido como el amante que espera paciente y agazapado bajo las brasas y la ardiente arena de las playas tumultuosas. Antes hubo un bosque calcinado por la luz que no pudo vencer la fuerza de las hojas, de los frutos, de las flores que como animales solitarios aguardaron una muerte dulce y acaso simbólica en su rotunda disecación. Lo que se muestra y asoma por el cobre del deseo es una exhalación de vida pintada y detenida que asombra y estremece en la belleza de su sentido, en la última y conmovedora razón de su desnudez. Necesitamos mirar esos paisajes inventados que crean un otoño nuevo, recién nacido de su poderosa ancianidad, sosegado y rebelde, que es sueño y al mismo tiempo resurrección de una vida posible. La melancolía escucha la voz doliente de un jardín crecido en el laberinto y en la irrefutable prueba de alcanzar las islas del color lejano. Es poético y reparador el canto humano y metálico que entabla la estructura de lo que se pinta por amor o por designio irremediable. El coro delicado de los tallos, los charcos insondables del misterio, pájaros y ficción de nubes que buscan mares interiores. La huida serena nos reencuentra y nos pone al pie de las copas, sobre la hierba dorada, contemplando un cielo azaroso lleno de caballos invisibles que avanzan hacia el horizonte de una ciudad o un mundo que se despierta intacto, impuro, colgado de las guirnaldas de la claridad. La petición y el ansia de vivir rebasa nuestra mirada y se alberga con convencimiento y esperanza en los espacios de estas pinturas. Algo rosado y frágil, el oriental espíritu del tiempo, impregna el lenguaje grabado del otoño, su materia hondamente sensible y embaucadora; la fascinación va mucho más allá de las manos creadoras, y la conciencia perdura, presagia, envuelve y dignifica la tristeza de lo vacío. La pintura se hace imagen de soledad y de espejismo compartido. Somos rosas, nueces diluidas, palpitante corazón flotando en los barcos teñidos de la felicidad. Decir amor, o muerte, o vida en ese otoño, y enredarnos para siempre en un fulgor o en una sombra cierta. La lluvia que se esconde salpica como una palabra sobre el rostro. Y no hay mancha sin duda, forma sin viaje, inmenso y plástico ramo que busca incesante, la epopeya de la dulzura y la inteligencia de la ficción. Y la raíz, sobre todo la raíz, presente, oculta, aérea y carnal, lo que nos falta y lo que nos sustenta. La noche de la acuarela, la celeste nocturnidad de la hortensia, el otoño pintado en inigualable espejo, y cada línea que se abraza, esperando el frío, sin aflicción, en el resplandor que nos sucede. Josela Maturana
Necesitamos mirar esos paisajes inventados que crean un otoño nuevo, recién nacido de su poderosa ancianidad, sosegado y rebelde, que es sueño y al mismo tiempo resurrección de una vida posible.
Formación. 01 oct de 2024 - 04 abr de 2025 / PHotoEspaña / Madrid, España