Descripción de la Exposición
Una de las cartografías más antiguas conocidas, es una tablilla babilónica* fechada cerca del siglo VI a.C. Conformada por un diagrama en el que se combinan un mapa esquemático central con la descripción de siete islas míticas en el medio del océano, en ella se conectan la tierra y el cielo de modo documental, pero también poético. Ese arcaico mapa, con una gran carga simbólica y fantástica, no es muy diferente al que Agustina Acuña, Sabrina Passalia y Eugenia Soma trazaron como plan previo para su residencia en Madrid. Luego continuaron dibujando ese recorrido posible, durante las subsiguientes semanas de trabajo, con igual espíritu.
El mapa no es únicamente la guía para llegar a destino, sino que constituye, sobre todo, una proyección de lo que se debe atravesar, y a eso es a lo que se entregaron las artistas.
Agustina Acuña posiciona la mirada en la grieta, aquellas incisiones y heridas que todo territorio y todo cuerpo posee. Se introduce en ellas de múltiples formas: a través del frottage las traslada al papel, con la fotografía puede documentarlas, con la palabra logra asimilar el abismo que ellas presentan y con la pintura, lo objetual e incluso lo performático consigue reflexionar más allá de la materialidad. En la escritura y su propia voz, se trasladan las experiencias que, transitar la geografía, le imprimen al cuerpo y el espíritu.
Sabrina Passalia recupera de la historia familiar, imágenes y objetos que se vuelven universales al traspasar de lo autorreferencial a lo público a través del encuentro de “formas” y “prácticas” que cruzan toda cultura. De este modo un festejo de cumpleaños, no identifica una celebración de un individuo en particular, sino que, bajo los artilugios pictóricos de la artista, se vuelve alegoría de una época, signo de un tipo de relacionamiento y condición de una forma social. Y en las cerámicas, en su acumulación y superposición, no hace referencia a los escaparates que veía de niña en casa de su mamá o de sus tías, sino que se vuelven reseñas del mobiliario de cualquier casa familiar.
Eugenia Acuña desde el dibujo, ejecuta un acto de desprendimiento, abandonando la figuración. La deriva de permitirle a la mano que encuentre su propio ritmo, da como resultado una imagen que, se percibe paciente y laboriosa.
Introduce el color, ubicando a estos papeles, en un linde curioso entre el dibujo y la pintura, sin necesidad de que esa indefinición necesite ser precisada. La construcción en formato de polípticos, también le otorga la potencial posibilidad de ser instalaciones al apropiarse de los espacios que ocupan. Pueden funcionar independientemente, pero a la vez, se necesitan unos a otros. En esa autonomía / necesidad, aparece nuevamente la dualidad que no exige determinación.
En las tres artistas, sin duda lo que insiste es la incertidumbre como camino. Lo irresuelto, lo inconcluso, lo pendiente se refuerza como decisión, y es a partir de estos estados que dibujan su propio mapa a medida que caminan.
Maria Lightowler
Comisaria independiente