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On glaciers and avalanches

Exposición / CRAC Alsace - Centre Rhénan d'Art Contemporain / 18 rue du château. Altkirch / Alsace, Francia
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Cuándo:
15 oct de 2017 - 14 ene de 2018

Inauguración:
15 oct de 2017 / 11:30

Precio:
Entrada gratuita

Comisariada por:
Juan Canela

Organizada por:
CRAC Alsace - Centre Rhénan d'Art Contemporain

Artistas participantes:
Irene Kopelman

ENLACES OFICIALES
Web  Facebook 

Correo electrónico
info@cracalsace.com
Etiquetas
Arte contemporáneo  Arte contemporáneo en Alsace 

       


Descripción de la Exposición

On Glaciers and Avalanches Exposición individual de Irene Kopelman. Si cierro los ojos en cualquier momento del día, en cualquier circunstancia, puedo visualizar claramente algunas imágenes grabadas en mi memoria. A veces son imágenes importantes, que reconfortan, capaces de trasladarnos a instantes de nuestras vidas que nos hacen sentir a salvo. Me gusta pensar en ellas como una especie de pedestal vital, como bases donde uno puede apoyarse para seguir caminando. La primera vez que vi los dibujos de Irene Kopelman (Córdoba, Argentina, 1974) pensé en esas imágenes-pedestal. No se bien por qué, pero la delicadeza del trazo, la abstracción de la forma, la vinculación con lo natural o su consistente presencia me llevaron a pensar en esas formas que acumulo y acarreo. Quizá no sea casual, y tenga que ver con que su práctica artística está estrechamente vinculada con ese momento en el que pensamiento y producción de conocimiento toman forma. Sucede que, al contemplarlas, uno se pregunta de dónde salen, cuál es su origen, cómo se conforman. Suelen ser imágenes intrigantes que levantan el interés. Reconocemos ciertas formas familiares, pero que no terminamos de identificar. Y ahí está el dibujo, elemento esencial de su trabajo, medio articulador del pensamiento y que le permite indagar en la noción de modelo: ese intento de organizar la vida, consecuencia de la necesidad del humano de estudiar, comprender y ordenar la complejidad del mundo. En cierta manera, estos dibujos ponen en duda esta consideración, e insinúan la imposibilidad de encerrar dicha complejidad en categorías y divisiones demasiado angostas. Interesada desde sus inicios como artista en la noción de paisaje, no es casual que este proyecto se desarrolle en Los Alpes, uno de los entornos naturales por antonomasia, donde se modela la típica imagen de postal del paisaje alpino que funciona en el imaginario colectivo. En sus inicios, Kopelman trabajó a partir de colecciones de distintos tipos de museos que de algún modo defienden esa idea de paisaje, para más tarde enfrentarse a él personalmente, dibujando directamente en la naturaleza, e interesándose al mismo tiempo por el trabajo de científicos de distintas áreas del conocimiento, a quienes acompañaba en sus expediciones de campo a lo largo y ancho del globo. Ahí, en esas incursiones en la selva, travesías en el desierto o ascensiones a la montaña se entabla un diálogo entre disciplinas, entre formas de pensamiento, entre miradas al entorno, entre intentos de comprender el mundo. Esta relación con los científicos ha devenido parte esencial de su práctica, y los resultados de los proyectos, las distintas series de dibujos o pinturas que emergen de éstos, son consecuencia directa de los aconteceres de los viajes, de las vicisitudes estrechamente vinculadas al clima, al tiempo o a cuestiones logísticas. Pero también de las conversaciones, del intercambio de conocimiento y del saber compartido entre el grupo, a veces más fluido, a veces menos, pero sin duda definitorio en la composición de los trazos del dibujo. Kopelman ha establecido colaboraciones con individuos – como con la geóloga con la que se adentró en el desierto de Tatacoa en Colombia o el biólogo del Biodiversity Research Center de la Academia Sinica en Taiwan - o equipos como el Smithsonian Tropical Research Institute en Panamá, el Manu Learning Center en la selva peruana, o la expedición en el velero Spirit of Sydney, con el que se adentró en territorio Antártico. Ahí precisamente fue donde se enfrentó por primera vez al reto de dibujar las abruptas formas del hielo, con sus extraños volúmenes cambiantes. Unos dos años después de la expedición a la Antártida, en octubre de 2012, Irene Kopelman comienza una residencia en la Foundation Laurenz in Basel donde arranca la investigación para este proyecto. El verano siguiente, una vez que la nieve de las cumbres desaparece, realiza la primera ascensión a los glaciares de Los Alpes, donde vuelve a enfrentarse a las blancas configuraciones heladas, experiencia que marca el inicio de lo que será On Glaciers and Avalanches. Conversando por primera vez sobre este proyecto, enseguida apareció en mi memoria una de esas imágenes-pedestal: el glaciar del Aneto. Situado en el Valle de Benasque, en pleno Pirineo, ha sido una presencia constante casi todos los veranos desde mi infancia, mientras recorría las montañas que lo rodean, y su geométrica forma me acompaña allá donde vaya. Es una imagen mutante e inestable que cambia según el momento del día, la luz que recibe, o el lugar desde el que se contempla. Pero además porque, año tras año, la superficie del glaciar va menguando debido a la implacable acción del calentamiento global. Del mismo modo que las alteraciones en la costa panameña o los movimientos en el techo de la selva peruana, el retroceso de los glaciares mide los cambios ambientales, así como el efecto irreversible de la humanidad en el planeta. Al caminar entre montañas, uno se siente insignificante. La montaña prevalece, se impone. Siempre. Los volúmenes de roca, hielo y vegetación que nos rodean hacen que nuestra esencia recuerde que somos parte de un todo, el cual no podemos asir y con el que necesitamos entablar un diálogo. Desde muy pequeño me enseñaron a respetar la montaña. Escucharla, observarla y entenderla. Terminas amándola, pero nunca puedes confiar del todo en ella. Aún en un entorno como la montaña Suiza, el control del paisaje es una ilusión y la naturaleza sigue sobrepasando la voluntad humana como en cualquier otra parte del planeta. Cuando llega la avalancha, no hay forma de evitar el impacto. En sus caminatas, Kopelman acompaña a distintos científicos tratando de comprender ese paisaje, decodificarlo y aprender su funcionamiento. Acompañando al equipo del World Glacier Monitoring Service en varias expediciones, y participando en la Escuela de Verano sobre Mediciones de Balance de Masa y Análisis 2013, Irene obtiene una visión profunda de los diferentes niveles de comprensión de los estudios sobre glaciares. Una de las cosas más sorprendentes para ella es el uso de fuentes históricas del arte como herramienta para reconstruir el pasado comportamiento de los glaciares, lo que le lleva a mirar los dibujos de Samuel Birmann (1793-1847), prestar atención a sus sistemas de representación e incorporar ciertos aspectos de estos en su propio proceso artístico. ¬–¿Ves ese material que se acumula en los bordes del glaciar? Se llama “morrena” –comenta el profesor Hans Oerlemans (profesor especialista en glaciares, nivel marino, meteorología dinámica y paleo-climatología de la universidad de Utrecht), en una de las primeras ascensiones al Morteratschgletscher. Con Oerlemans aprende a leer las piedras y rocas que el glaciar deja al descubierto y que revelan cómo estos avanzan y retroceden. Los glaciares son grandes masas de hielo que se desplazan, nieve comprimida en movimiento, donde lo único que entra en juego son las leyes de la física; –¿Qué sucederá con este paisaje a un nivel geopolítico cuando los glaciares desaparezcan, antes de que cualquiera de nosotros hayamos muerto? –le plantea Wilfried Haeberli (profesor especialista en Glaciología, Geomorfodinámica y Geocronología de la universidad de Zurich) en una de sus conversaciones. La pregunta no es baladí, ya que un país como Suiza extrae la mayoría de su energía eléctrica de sus glaciares; Leer el paisaje, descifrarlo, comprender la historia de su forma es un idioma. Lisa Erdle y Alejandro Casteller, del Instituto de Investigación de Nieves y Avalanchas, toman muestras de los árboles con una barrena, estudiando el impacto del clima en el paisaje. –¿Sabías que los árboles crecen cada vez a mayor altura, debido al calentamiento global? –comenta ella en un momento de la conversación. Normalmente no hay árboles más allá de los 2.000 metros, pero parece que esta cota se está modificando. El saber compartido con estos especialistas le da a Kopelman la posibilidad de acceder a ese paisaje como artista, saber qué dibujar en un lugar que ha sido estudiado y explorado en todas sus vertientes, atravesado por la civilización, y representado ya de todos los modos posibles. ¿Qué puede una artista aportar de significativo desde un lugar como éste? Las caminatas, las conversaciones y las experiencias en la montaña funcionan como punto de acceso a un gran laboratorio al aire libre que le permite planear una metodología concreta. Una metodología que la lleva a observar con detenimiento elementos aislados del paisaje, distintos conglomerados atomizados que revelan tanto la complejidad de éste, como del proceso de trabajo acontecido en él. Los trazos que tratan de replicar los líquenes, la morrena, las formas del glaciar, la tensión entre el hielo y la roca, o los distintos tipos de árboles de las laderas se convierten en testigos de una historia que revela aspectos naturales, sociales o políticos que definen este lugar en particular, pero que se relacionan con muchos otros. Si el dibujo media en este caso entre la montaña y lo humano, diluyendo la división entre cultura y naturaleza, la exposición es el dispositivo –o uno de ellos– en el que éstos van a hacerse públicos. Nos planteamos entonces cómo pensar la exhibición de un trabajo como éste en el que el tiempo, la climatología, el proceso, el diálogo y el contexto tienen un peso tan específico, y cuál es la relación entre esa metodología, ese proceso de investigación y producción en las montañas y el procedimiento a seguir para concebir un espacio expositivo que comunique el trabajo al público. Hemos intentado aquí trasladar algunas de las preocupaciones inherentes al proyecto –y a la práctica artística de Irene Kopelman en general– a nuestro proceso de trabajo al idear y articular la exposición. On Glaciers and Avalanches reúne una serie de trabajos que derivan de aquellas expediciones a los glaciares entre 2012 y 2014, y de otras que la artista ha realizado este verano para completar la investigación, y que han contado con la colaboración del Institut Kunst de Basel. Distintas series de dibujos, acuarelas y pinturas se despliegan por las paredes del CRAC Alsace, además de una nueva serie de esculturas realizadas en porcelana y dispuestas por el suelo en distintas partes del museo, así como varios objetos y documentos que provienen directamente de las expediciones científicas. El edificio del CRAC Alsace es un antiguo colegio, un lugar que en sus inicios fue concebido como un espacio de aprendizaje donde descubrir el mundo. Sus numerosas y pequeñas salas de distintos tamaños funcionan perfectamente para distribuir estas imágenes que provienen de las cercanas montañas suizas, enfatizando el carácter fragmentado de los dibujos y del proceso de producción de las mismas. El peso del proyecto recae, como su título bien indica, en los glaciares y las laderas de las montañas cuyos árboles evidencian la acción de las avalanchas. El número de dibujos de cada serie lo definen los días de ascensión de cada expedición, que pueden ser más cortas o más largas, con mejor o peor clima, con buena o mala visión. Esto determina el volumen de trabajo y se traduce también en el montaje, repartiéndose por el espacio, sin un orden cronológico, pero con un sentido espacial y conceptual. Cuatro pinturas de la serie Tree lines (2015) a cada lado del perímetro expositivo, en las salas laterales, abrazan la exposición. Son vistas de dos laderas opuestas, en las que Kopelman captura el efecto de las avalanchas a través de los dos tipos de árboles que habitan la zona a esa altura. Cuatro días para pintar una pendiente, cuatro días para la otra. Este juego de laderas enfrentadas aparece también en Tree lines Davos, two slopes from on top (2013) y Tree lines Davos, two slopes from below (2014), realizadas en acuarela y lápices de colores respectivamente, y que capturan desde arriba y desde abajo, esas masas arbóreas que definen la temperatura del territorio y la acción de las avalanchas. Especialmente en la segunda es perceptible el intento de diferenciar las dos especies de árboles con los distintos verdes. Lichens from Fluhalp (2014) es otra serie de ocho dibujos que la artista realiza en los momentos en los que las condiciones metereológicas le impiden pintar el glaciar. Decide entonces concentrarse en patrones de la naturaleza de distinta escala, como los que generan los líquenes sobre las rocas, y que curiosamente se asemejan a los del glaciar. Estos organismos, que cubren grandes superficies de terreno pero suelen pasar desapercibidos hasta que uno se fija, sirven para medir la polución del aire. A mayor aire puro, más se extienden, sobre todo en zonas rocosas donde otras especies no pueden vivir, absorbiendo enormes cantidades de nitrógeno y dióxido de carbono de la atmósfera y realizando su fijación en el suelo. Y por supuesto, el glaciar. Además de la serie de cuatro dibujos View of Grosser Aletschgletscher (2013), en la que diversos tonos de blancos, marrones y negros ofrecen distintas vistas del mismo, varias series de fragmentos de diferentes glaciares se despliegan por el espacio, distribuyendo y situando varios puntos geográficos alpinos en las distintas salas. En el espacio central de la planta superior Gornergletscher from on top (2014), una instalación de 28 dibujos, muestra el glaciar completo a través de distintos fragmentos dibujados y vacíos entre ellos. Durante diez días la artista dibuja las zonas con más formas y texturas del glaciar, dejando espacios no dibujados donde la superficie del hielo es lisa, estableciendo una metodología arbitraria que le permita aprehender el paisaje y acotarlo. Esta pieza sirve para realizar la nueva serie de esculturas cerámicas. Superponiendo la forma del glaciar sobre el plano del CRAC, hemos seleccionando algunos de los dibujos que, ahora materializándose volumétricamente, se diseminan por las distintas salas descansando sobre el suelo en el punto de coincidencia. En una pequeña habitación puede consultarse Notes On Representation 8, la última publicación de la serie editada por Roma Publications y que acompaña algunos de los proyectos de Irene Kopelman. En ella encontramos un diario de la artista que relata el proceso de trabajo en las montañas, ensayos de algunos de los científicos e imágenes de las piezas. Estas publicaciones se han convertido en parte fundamental de los proyectos, generando una producción textual a su alrededor, funcionando como otro soporte para las piezas y otorgando un contexto y un punto de acceso a su trabajo para el público. Un trabajo que, como venimos comprobando, abarca un campo de investigación definido en torno a nuestra relación con la naturaleza y el paisaje, una rutina de trabajo establecida, una forma de hacer clara y un modo de formalizar muy preciso. A partir de algunos elementos fijos, Kopelman deja espacio a la imposibilidad de controlar el mundo, a lo inasible del conocimiento, a la necesidad de incorporar otros agentes en la ecuación, abriendo posibilidades diversas de pensarnos en el planeta y desafiando así las viejas dicotomías. Pero, ¿qué parte de lo que la artista vio en sus expediciones terminó en el papel y cual fue omitida? ¿Es ella la que decide, o son las montañas las que hablan? ¿Cómo distribuir las piezas en el espacio para que transmitan todo lo que portan? ¿Decidimos nosotros o deciden ellas? No conocemos las respuestas a ciencia cierta, pero tal vez, la próxima vez que cierres los ojos, algún fragmento de glaciar aparezca en tu mente. - Juan Canela, agosto 2017


Entrada actualizada el el 13 sep de 2017

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